Un sábado corriente, un sábado más. Sin
historias que contar ni mares donde navegar. De buena mañana, y siempre puntuales,
han venido los leñadores, 500 kgs más de troncos redondos y opulentos, duros
como la piedra que, añadidos a los entregados desde setiembre, hacen la suma
nada despreciable de 2000kgs de leña. Año de frío y nieve. Los ha recepcionado
mi nieto mayor, un crac. Poco después me he acercado al almacén para oler el
aroma de almendro y olivo, todo un placer gratuito y tonificante. En eso que al
oírme se ha desperezado Jep, algo malhumorado. Al acercarse husmeaba la leña y
me ha hablado.
Buenos días, Pep. ¿No tienes nada mejor que
hacer que interferir en mi sueño?
-Buenos días Jep, perdona pero era
necesario descargar la leña.
No me refiero a la leña, creo que tendrías
de estar en casa reflexionando sobre el voto que vas a emitir mañana y que a mí
me es negado.
-Mira, no tengo nada que decidir ni mucho
menos reflexionar. Depositaré el papel y me largaré. He llegado a odiarlo. La
política me da diarrea, toda y todos, es un insulto a la inteligencia. García
Sabell dijo “En España todo el mundo grita al mismo tiempo y nadie escucha a
nadie”. Un escándalo, créeme.
Pero qué es lo que tú quieres, por cuál de
ellos te decantas.
-Por ninguno, voto por rutina y deber
cívico. Te diré cuál es mi estigma, mi mala suerte. Fíjate, tuve el gran desacierto
de nacer cien miserables kilómetros por debajo de la frontera ¡Cien! Una pena,
una verdadera pena.
-Jep ha bostezado y ha enfilado el camino
hacia su dormitorio.
Comida en Solivella, acompañados de una
nieta. Sobresaliente como siempre, ya no cenaré. De vuelta a casa hemos dejado
a nuestra acompañante. Me he calzado los harapos domésticos –no sé andar por
casa con la ropa de calle- y empezar a digerir periódicos y sus incontables
mentiras, falsedades y animaladas varias. Pero menos da una piedra. No estaba
de muy buena gaita pero he abierto los mensajes y hoy tenía ración doble. Y lo
curioso es que habían dos que eran coincidentes, no en el fondo pero sí en la
forma. Una señora me echaba en cara que cuando escribo en catalán no me
entiende. El otro era de un señor que me ha dicho de todo menos bonito por
escribir en castellano. Así, como suena. Obviamente no he contestado ni lo haré.
Y no lo haré porque siempre he procurado contentar ambas lenguas. Los catalanes
nos han parido bilingües, cosa que muchísimos no pueden decir. Otra cosa es el
uso que de ello podamos hacer. La primera vez que estuve en Holanda quedé
maravillado de su innato bilingüismo, aquí, como siempre, es un problema. Lástima
de la cercana frontera.
Por lo demás, seguiré sin reflexionar, me
tomaré el whisky que siempre pregono y luego no me lo bebo, miraré si el Barça
vuelve a hacer el ridículo, y cuando las pestañas comiencen a oscilar como
banderitas al viento, me meteré en el sobre.
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