No hay viento favorable para
quien no sabe adónde va. Estas
sabias palabras encierran multitud de acepciones o significados; desde la
persona que se encuentra perdida y confusa para tomar decisiones hasta los que
se internan por desconocidos caminos y no saben cuál tomar. Es necesario tener
firmes y bien alimentados criterios para no sucumbir ante la duda, antes de
inclinarse por uno u otro de los platillos de la balanza, precisamos saber de
qué estamos hablando, cual nos conviene más, qué vericueto nos mostrará la
solución de nuestra encrucijada. O
aliviará nuestra desazón.
Hoy el sol luce diáfano y destellante, han
desaparecido las espesas nieblas de los últimos días e incluso la temperatura
ha ascendido. Pero el viento del norte sopla sin misericordia y barre praderas
y conciencias. Es contundente y silva entre sacudidas ramas, los últimos
pámpanos de las cepas salen volando y olvidando que un día fueron madres
protectoras de dulces racimos. El viento toma distintos caminos en su loca
huida, lo mismo sacude viejas terrazas a cuatro vientos, como se arrastra a ras
de suelo peinando caminos que fueron polvorientos y ya no lo son. Día y noche
corre el río, día y noche sopla el viento empujando el agua con desdén y furia
hasta fundirlo con el mar. Qué suerte, la naturaleza es sabia, y el hombre, por
mucho que lo intente, no podrá nunca superarla.
Vivimos tiempos agitados también, demasiado
agitados. Y no estoy hablando de la naturaleza, sino de los hombres que todo lo
corrompen. Estamos todavía en los albores de lo que parecía una recuperación de
la terrible crisis económica que ha mordido ruda y cruentamente haciendas,
empresas, hogares y personas. Nada más cruel que la falta de trabajo y el
empobrecimiento, sobre todo de aquellos a quienes la dentellada les ha cogido
en la recta final de su contribución a la sociedad, llevándose por delante el
esfuerzo de décadas y sus expectativas de futuro. Sin contar con una generación
a la que se le ha segado la vida prematuramente. Por si fuera poco ahora nos
vemos abocados a una enfermiza tormenta de raíz política nunca vista hasta
ahora. Se desatan las pasiones y se esgrimen los más bajos instintos. Es un
diálogo a coces, palabras como afilados dardos, se miente con impostura, la
amenaza se convierte en mano de santo y la tensión palpita bajo las piedras. La
razón aquí no vale, se escuda en la metáfora o la mentira. Los hay qué,
ahogados en el inmovilismo y la ineficacia durante años de poltrona y un
suculento sueldo, sacan a relucir su pobre y lamentable oratoria, cubierta de
zafiedad y vulgaridad, para denostar a los oponentes sin diálogo o razonamiento
alguno, tan solo en aras a no perder sus privilegios. Esto sí es una tormenta
de efectos devastadores para la sociedad. Hay quien cruza el bosque y sólo ve
leña para el fuego.
Qué podemos hacer nosotros para desbrozar tantas
espinas y para no encharcarnos en tanto lodazal. De qué se nos puede acusar si
tan solo hemos vivido esclavos del trabajo, de ser responsables y no ir más
allá de lo permitido, de amamantar tantas ubres que nos hemos quedado secos, de
pagar por lo no recibido, de mirar al sol rogando un poco de comprensión, de
creer que éramos solidarios y ser tildados de egoístas insolidarios. Qué hacer?
He andado por un camino de cunetas tristes, sin flores
para oler ni pájaros con los que hablar. He vuelto la vista atrás viendo el
valle ensortijado por los caprichos del viento, aquí soleado y algo más lejos
sombreado por frías lágrimas de oscuridad, cambiantes a tenor del ajetreado
juego de las nubes envueltas en vientos desconocidos. Entran sin llamar,
invaden mis pulmones las gélidas esencias del bosque qué, majestuoso e inmóvil,
balancea los pinos de agujas caducas, como si de un gran estandarte se tratara.
No es momento de conjeturas, tampoco de felices veleidades, asciendo poco a
poco, bastón en mano, tan solo dejándome embriagar por el enigma de madera y
agua. Como aromatiza la vida!