¿Es realmente España un país jaranero,
contento, alegre, bullicioso, juerguista, despreocupado y satírico? Pues claro
que sí, naturalmente que lo es. Y amante de la pandereta, faltaría más. Fíjense
si no, ¿se imaginan que en el país vasco, Madrid o Catalunya se hiciera broma o
escarnio del Holocausto? Pues no, es impensable. Por qué, pues porque son o
somos aburridos, tediosos, respetuosos, serios y escasamente dados a los
excesos y bullicios.
Aprovechando los fastos carnavalescos,
donde parece que todo es válido, la Asociación “cultural” El Chaparral, de Las
Mesas (Cuenca), ha participado en la desfilada de Carnaval de Campo de Criptana,
con una representación satírica y cutre del Holocausto. Reuniendo verdugos y
víctimas en un aquelarre festivo, soez, ofensivo y lamentable por las calles de
la población. Sin duda el objeto paródico era el entretenimiento de la gente, y
que los organizadores no han dudado en calificarlo como hecho histórico. Vómito causa una iniciativa como ésta basada en
los millones de personas que fueron gaseadas, fusiladas, separadas o
exterminadas en hornos crematorios. ¿Qué podemos decir a los familiares de seis
millones de personas que fueron aniquiladas impunemente por la crueldad de un
loco genocida? No lo sé, quizá pedir perdón por ser tan ignorantes. En definitiva,
España es, ha sido y será un encuentro de ignorancia irresponsable y crueldad
reaccionaria. Es una historia de sangre y odio que también es un hecho
histórico. Lamentable pero histórico.
A nivel de reyerta política en la calle y
en sede parlamentaria se ha usado y se sigue tildando a contrarios de nazis.
Palabra abominable por su inmensa carga de odio y horror. La memoria nos
inflige la daga de la muerte al recordar niños amontonados como ovejas
exterminadas, masacradas para entretenimiento de los hijos de Hitler en sus
siniestros campos de muerte. Familias sin tiempo de darse un abrazo final, un
beso de adiós para siempre. Nada. ¿Bajo qué acusación? Ninguna, tan solo por
ser como eres y de venir de donde vienes. Campos con chimeneas humeantes de
barbacoas humanas. Seis millones, seis millones de nombres en un papel, de
cruces anónimas, de vidas segadas por el odio, de balance a algo tan peregrino
como llamarle segunda guerra mundial.
Cuando se llega a extremos de banalizar
estas inhumanas experiencias es que algo, algo muy importante, está fallando en
esta sociedad que algunos llaman como avanzada. Si realmente es avanzada cómo
es posible relativizar, mediar, jugar o transigir con el Holocausto. Recuerdan que,
a finales del año 2017, en determinadas partes de España se jaleaba a las
fuerzas de seguridad en sus desplazamientos a Catalunya con gritos corales como
“A por ellos”, a por ellos es sinónimo de carnaza, no de personas, ¡en pleno
siglo XXI! Dios mío, Dios mío, libéranos de tanta zafiedad, rencor, ignorancia
y malicia.