dijous, 25 de maig del 2017

ROMA Y SUS PATRICIOS CINÉFILOS

Lejos de considerarme un especialista ni un entendido en cine, si he de reconocer mi innato entusiasmo y fervor por este arte calificado como séptimo. El cine reúne todos los escenarios precisos para juzgarlo como vidas paralelas, siempre encontramos en él analogías o diferencias substanciales con nuestras propias vivencias, con nuestra forma de vivir. Todo empezó con los hermanos Lumière  cristalizando sus experimentos e investigaciones con la proyección de un film en el que se reproducía la salida de los obreros en una fábrica de Lyon. Esto era el día de los Santos Inocentes de 1895. Desde aquel entonces se han sucedido superlativos cambios, como el sonido, las películas en color, la aplicación exhaustiva de todos los adelantos técnicos, hasta la exhibición de productos visuales para mayor honra y gloria de sus protagonistas en un aquelarre de márqueting  universal y un lucrativo acomodo de sus bolsillos.

A los oídos de los no iniciados, como yo, resuenan más los nombres de directores y actores americanos, en parte por sus grandes producciones y sus generosos recursos. Y que han posibilitado que gente que transitaba por las cunetas de la marginación hayan alcanzado el zenit a través del trabajo de renombrados guionistas y una impecable puesta en escena. Factores que no han podido evitar, tras un periodo de bonanza y encumbramiento, que una parte muy significativa de todo este mundillo de los Stars i Starlets, haya sucumbido al amparo de la droga, el libertinaje, alcohol y mala vida. Se trata de las pérfidas sombras de los grandes estudios de Hollywood.

Pero sin menoscabo de lo dicho, hoy mis preferencias se dirigen al cine europeo y en concreto a los grandes realizadores italianos. El cine italiano surgido tras la segunda guerra mundial aportó al séptimo arte una gloriosa nómina de ilustres directores y artistas. Con un denominador común: Enfocar el objetivo mostrando las condiciones más humanas de una sociedad depauperada, hambrienta y desarraigada que mediante la comicidad caustica dejaban escritos verdaderos documentos visuales de un tiempo y un país. No fueron nada ajenos a este movimiento, Michelangelo, Fellini, Rossellini, De Sica, Visconti, Lattuada , De Santis o Zampa. Genios casi todos ellos detrás y delante de la cámara.


El listado de artistas es tan dilatado que solo menciono algunos para dar testimonio de aquellos maravillosos líos y enredos: Virna Lisi, Ana Magnani, Sofía Loren, Silvana Mangano,Gina Lollobrigida, Mónica Vitti. Y en cuanto a sus oponentes es de ley mencionar a De Sica, Mastroiani, Vittorio Gasman, Alberto Sordi, Aldo Fabrizi, Nino Manfredi. Todos ellos son solamente una ilustre muestra.

Ladrón de bicicletas, Arroz amargo, Roma ciudad abierta, Noble gesta, Senso, La tierra tiembla, Bellísima, La Strada, La Dolce vita, Y la Nave va. Películas irrepetibles, en absoluto efímeras y rodadas con rotunda maestría por un ramillete de realizadores y actores que dieron nombre a un estilo y a una manera de revestir la realidad con humor y la tragedia con ingenuidad. La constante lucha por la supervivencia, la astucia revestida de refinados gestos, el horror de la guerra, el éxodo a la gran ciudad, las malas compañías, la lujuria y erotismo de hermosas mujeres. En fin, el ridículo, la timidez, la arrogancia, el doble sentido. Las miradas, los besos, la crítica ácida, la morbosidad, el hambre. Tópicos que no lo son, porque se trata de historias contadas a través del ojo de una cámara pilotada por maestros de la narración filmada, en donde el menor gesto o la mueca más nimia alcanza la excelencia pura.


El Neorrealismo italiano abrió el fuego con Roma ciudad abierta, de Roberto Rossellini. Un buen puñado de ellas fueron producidas en los estudios de Cinecittà, Roma. Pero quién no recuerda a Alberto Sordi ataviado de gondolero, Aldo Fabrizi cortando la sandía en un multitudinario día de playa o Mastroiani besando la exuberante Anita Ekberg en la Fontana di Trevi. De Sica, distinción y pose, de carabinieri, i Peppino de Filippo presumiendo de comisario. La magia del cine, si es que la tiene, entonces hemos de convenir que todos estos personajes fueron verdaderos magos, no ilusionistas, sino magos a secas, escultores de la realidad mundana.

divendres, 19 de maig del 2017

SENDEROS SIN GLORIA

Es un hecho inalterable e indiscutible que Catalunya hace ciento cincuenta años que tira de los desballestados cimientos de la nación española. Sin el empuje de los catalanes, España, con tilde, a día de hoy seguiría siendo lo que nunca ha renunciado a ser: un país encerrado en sí mismo, que detesta la modernización de sus estructuras administrativas y organizativas, así como el ensamblaje con las naciones de progreso. De igual manera se opone a renovar la gobernanza política basada en un pseudo feudalismo liderado y controlado por las élites de siempre, degenerando en arcaicos y arbitrarios sistemas de gobierno con el consiguiente endurecimiento de sus políticas trasnochadas. La mitad del país es yermo, y sobre la otra mitad recae la inamovible obligación de sustentarlo contra viento y marea, aunque ello suponga una degradación y asfixia financiera de las zonas productivas. Singularidad nefasta e injusta, que condena al acomodo y ostracismo de las partes receptoras de recursos, creando una situación de victimismo a perpetuidad, con la complacencia, no ya de los distintos gobiernos, sino de la misma población. Con la constante evocación a Madrid, como concepto, no como ciudad y su población, se pretende concentrar todo el poder habido y por haber desde hace trescientos años. El resto del territorio no pasa de ser considerado como “provincias”, entes de segundo orden que, cual vasallos descarriados, restan obligados a tributar y depender del acérrimo centralismo. Para no confundir hay que precisar que estas actitudes se han mantenido a lo largo de centurias en república, monarquía, derechas, izquierdas o dictadura.



El nacionalismo español es cien veces más identitario y excluyente que lo que pudieran ser vascos o catalanes. Todo lo que no sea españolismo a ultranza es despreciado o eliminado. Si un sujeto es entrevistado en televisión y responde en inglés o suajili, es ignorado, pero si el caso se da cuando asoma alguna palabra catalana, entonces arde Troya. Porqué, pues porque odian el idioma catalán y no soportan lenguas que no sean el castellano. A tal extremo llegan que la franja de políticos mayores de 50 años se ven en la necesidad de acudir acompañados de un intérprete en sus relaciones internacionales, con el consiguiente bochornazo que ello supone. Y para fobias basta echar un vistazo a las redes sociales para darse cuenta de hasta qué punto la catalanofobia es abrumadora, insultante y encarnizada. Y ni tan solo en las amenazas de todo tipo, incluyendo las de muerte, he visto jamás un fiscal de oficio interesarse por el caso.

Se hace muy difícil entender el porqué de esa animadversión a todo lo catalán, que viene arrastrándose desde tiempos inmemoriales. Alemania, por ejemplo, no esconde su reconocimiento y admiración por Baviera o Hamburgo, potentes motores del estado teutón, ambos con una aportación aproximada del 18’1% al erario alemán. Lo mismo puede decirse de La Lombardía con cerca del 25% de la economía italiana. En el caso alemán su contribución a la cuota de solidaridad interterritorial es del 5% y están hartos y quejosos de tanto dispendio. En el caso catalán supera el ocho por ciento, dejando las arcas de la Generalitat en situación de quiebra perenne.


Recientemente Ian Gibson, buen conocedor de las Españas, ha declarado “España no hace más que tejer y destejer. Es un país amnésico, de maricón el último. Donde solo los gilipollas pagan impuestos, un país, en definitiva, que funciona a ostias. No debería ser así,dice, pero la verdad es que si no hay ostias, aquí nadie hace nada”. En 2016 Catalunya registró un PIB per cápita superior a Finlandia, Suecia, Alemania y Francia. Su volumen económico es superior al de Finlandia, Irlanda, Grecia, Portugal, República Checa, Rumania, Hungría o Eslovaquia. Inmediatamente por debajo de Dinamarca. Y la única realidad española es su desmesurado y estrambótico plan para entorpecer, eliminar, difamar, confundir, expoliar y combatir mediante la judicatura, cualquier expresión o iniciativa de los catalanes, incluidos el amedrentamiento y la amenaza continua. ¿Hay algún remedio?

dimecres, 10 de maig del 2017

BERLIN 2

La estación de tren de Zoologischer Garten, es un buen lugar para llegar a Berlín. Hace casi ochenta años las garras del nazismo irrumpían en la capital descubriendo sus maléficos instintos que durante doce años tiñó de horror y heló la sangre de Europa y el mundo. Bob Fosse, basándose en un libro de Cristopher Isherwood, Adiós a Berlín, puso en él las imágenes de lo que sería uno de los mejores musicales en Broadway, más tarde llevado a la pantalla con el nombre de Cabaret. El film, entre locuras, alcohol y sexo, describe el inicio y gradación de lo que no se tardaría en conocer como el Tercer Reich.
El taxi me ha dejado en la plaza de París, Puerta de Brandenburgo y del inmenso parque de Tiergarten, el sol no calienta pero consuela e invita a pasear. A escasos metros está el Reichstag, que fue el Parlamento de la República de Weimar, aplastado por el nazismo. El Shezan, a Neue Rob Str., es un discreto y acogedor restaurante muy cerca del río Spree, suficiente para cargar combustible y junto al KitKat Club, alma y caja de sorpresas de Cabaret.

Liza Minelli entra en tromba en la primera secuencia de la película y con la indefinición de una personalidad inmadura, ya no cesará hasta el último fotograma de hacer una exhibición de nervio, de exultantes facultades interpretativas, primeros planos, y de unas portentosas dotes al cantar y bailar. A pesar de su abrumadora actuación, es Joel Grey, maestro de ceremonias del local, el que se constituirá en amo y señor del espacio con una soberbia actuación, premiada con oscar. La función diaria planea a través de diferentes cuadros escénicos de aparente sencillez "cabaretera" donde el gran Fosse despliega todo su potencial creador para cautivar al espectador y a la hora interponer imágenes superpuestas del letal virus que ya campa por las calles. La incertidumbre y el miedo se alían para confundir y aterrorizar la ciudad berlinesa. "Willcommen, bienvenue, welcome", "Maybe this time", "Mein Heir" espléndidos pellizcos musicales que comparten la potente voz de la Minelli y el perverso truhán de Grey. ¡Ocho estatuillas!



Berlín es una ciudad culta, muy alemana, como diría un bobo, tiene tantos museos como días tiene el año. De camino hacia el hotel, en el oeste del parque Tiergarten, una parada en Potsdamer Str., Para ver el edificio de la Berlinale donde tantos y tantos sueños han sido laureados con el oso dorado. Es una de mis múltiples contradicciones, que me gusta el cine, pero voy muy poco. Tengo pasión por las historias bien escenificadas para poder contraponer las a su más puro origen literario. O inventar alternativas, que también es un pasatiempo.

No me recluyo sin dar un vistazo al Erotik Museum de la señora Beate Uhse a Potsdamer Str., cerca del Zoo. Esta abuela pasó de pilotar un avión en la segunda guerra a regentar un conglomerado de empresas relacionadas con el erotismo más recalcitrante. El museo reúne tantos artefactos, utensilios, trastos, iconos y aparatos referidos a la sexualidad, que se ha situado como líder de este negocio en Europa. Una superficie de 1800 mts2., dedicada a las más rebuscadas virtualidades genitales. Arte Shunga japonés de Utamoro, con unos insignes penes de los de “más dura será la caída” que marcan la diferencia.

A la salida del palacio de los sentidos ahogados, un café frente al Carlton para revivir escenas de ahora hará veinte años en que un grupo de amigos con menos inocencia que ilusiones, transitábamos alborotados en medio de una multitud enloquecida mientras caían los primeros trozos del muro. Era el 9 de noviembre de 1989. La primera vez que Europa reía de verdad, de puro escalofrío. Se desempolvó y lució el cofre de las sonrisas tantos años guardado. Los berlineses ya no dirían nunca más "Los viejos sueños eran buenos sueños. No se cumplieron, pero me alegro de haberlos tenido ". Esa noche todo era un chasquido de emoción, de llanto y de abrazos, ya habían cambiado por "Do not worry, be happy".


Diecinueve años antes en la misma ciudad, en una tarde nubosa y temerosa, al salir del cabaret Sally le dice a Brian "Vive y deja vivir". Quizás era una premonición de lo que aún tardaría demasiado tiempo en cumplirse. Berlín.

divendres, 5 de maig del 2017

MEMORIAS DE NAIROBI, ÁFRICA (2)

La locomotora Victoriana, arrogante y puntual, atravesando las praderas de Nairobi, bordeando la costa y abriéndose camino por las inmensas llanuras del territorio Masai, con vistas al Serengeti, es de una belleza incomparable para los que amamos el tren. Los vagones de madera pintados de marrón y marfil con las ventanillas de librillo para evitar los temibles embates del sol y guardar la discreción de los colonizadores. El tren avanza como furtivo, dejando letras ilegibles de humo negro en el resplandor de la sabana, bajo la atenta y oculta mirada de los nativos embozados en las solitarias sombras de árboles que simulan tener la copa cortada en láminas de cristal.

Con este cautivador escenario se inicia la historia de un fuerte temperamento ablandado y frustrado al este del continente africano. "Memorias de África" ​​es una prodigiosa película que mal reproduce la vida de Isak Dinesen, la danesa gloriosamente interpretada por Meryl Streep, "Karen". Siete Oscar es una tarjeta de visita que tritura cualquier duda. Pero no quiero hablar de mi platónica admiración por la Meryl. Un Oscar es para John Barry, dueño y señor de la partitura musical que acompañará la intimidad y las contradicciones de los confusos pensamientos de Karen, con suaves acordes de un pentagrama escrito para ensimismarse al fuego de la noche africana.

Cuando la cámara se iza en busca de la toma panorámica o desde donde Dios ve las cosas -Karen-, nos muestra la grandeza de unos paisajes polvorientos que marcan los interminables rebaños de búfalos y gacelas, y de caudalosos ríos que apenas mojan los labios del cocido desierto. Es en estos momentos que John Barry, batuta en mano, sabe arrancar lo mejor de una orquesta que recorrerá con todo detalle el itinerario que el maestro habrá plasmado en el papel, exigente con la cuerda y el viento, sin concesiones a la indiferencia o la rutina de la mediocridad. Los momentos álgidos de la película aparecen subrayados por la magnífica banda sonora y su conocida melodía.



“Cuántas veces hemos creído que amábamos o éramos amados y en realidad no era más que compasión, pena o añoranza? Las despedidas tienen una extraña sensación. La lluvia acariciando cafetales ". Estos pensamientos que Karen va desgranando son sensaciones, sentimientos, y los sentimientos también se expresan con la música. La literatura y la música son como alimentos que se complementan, que se potencian recíprocamente. La música refuerza nuestros recuerdos, revive momentos olvidados y nos adjetiva personajes o lugares que nos impresionaron. Buscando estereotipos seguramente París o New York nos evocan a todos una melodía, que no necesariamente ha de ser la misma para todos. En cualquier caso el cine, literatura en imágenes, siempre se nutre de la música.

El bombardeo enloquecido de helicópteros en Vietnam de Apocalypse Now, no habría sido el mismo sin La Cabalgata de las Walkirias, con Wagner de maestro de ceremonias induciendo a vomitar napalm. A pesar de ser, tal vez, la mejor película del siglo XX, yo tengo grandes dudas de que, sin la bendita batuta de Nino Rota, El Padrino hubiera culminado su estratosférico palmarés. Qué decir de Casablanca sin "Tócala otra vez, Sam". Entrar por mar, como he explicado tantas veces, en la capital del Véneto, teniendo la sabia precaución de procurarse la audición del concierto para oboe de A.Marcello es como revivir el Anónimo Veneciano de la mano de Florinda Bolkan. Venecia sin acompañarla de un adagio ya no es lo mismo, los sentimientos quedan como medio huérfanos y el enamoramiento se desvanece antes. ¿Y si Leonard Bernstein se hubiera olvidado de María? Pues si el maestro tuvo un olvido, hoy no tendríamos el tesoro de West Side Story. En el West neoyorquino no sabrían que hay un barrio portorriqueño.


Ya lo sé, ya lo sé, no se puede vivir de recuerdos, el tiempo es como un puñado de arena que se nos escapa de entre los dedos. Nos apresuramos para vivir, para entender, para creer, para amar, y cuando damos un paso en falso tropezamos. Pero al mirar atrás, dentro del cesto de las nostalgias encontramos recursos para ir tirando, y si rodeamos nuestro pequeño mundo de imágenes y literatura encontraremos nuestro santo grial enmarcado en aquella música que un día nos sedujo. Incluso nuestros grandes fracasos personales, encuentran cobijo en la música. Siempre y cuando los sentimientos permanezcan vivos.