dissabte, 31 d’octubre del 2015

PATADA EN EL CULO

El pasado día 27, en un artículo publicado por La Vanguardia, Borja de Riquer se hacía eco de las declaraciones de un colega suyo de la universidad de Medellín a propósito de las relaciones entre Catalunya y España. Decía el colombiano haber comprobado que los gobernantes de Madrid actuaban de la misma manera que hace doscientos años con los criollos de Nueva Granada que clamaban "Viva el rey y muera el mal gobierno". Aquí en Colombia a principios del siglo XIX no había muchos independentistas, pero sí había un gran descontento por la política que practicaban los funcionarios españoles, y las quejas ante los virreyes y el gobierno de Madrid que no recibieron nunca la más mínima atención. Esta desatención, acompañada de un notable desprecio hacia la gente de aquí, fue lo que hizo crecer los partidarios de la independencia. No querían depender de aquellos funcionarios corruptos e ineficaces y de aquel gobierno de Madrid, tan lejano como soberbio. Sigue el docente, cuando oigo hablar Rajoy, y sobre todo la vicepresidenta Sáenz de Santamaría me parece que estoy sintiendo lo mismo que decían los virreyes y los gobernadores españoles de hace dos siglos. Sólo saben amenazar con castigos y leyes y se muestran tan arrogantes como desconocedores de los problemas. Da la impresión de que los gobernantes de Madrid contemplan a los catalanes como hace dos siglos miraban a los habitantes de sus colonias. Todo ello propició la emancipación de toda la América continental. Creo, concluyó el amigo de De Riquer, que estos que hoy gobiernan en Madrid también acabarán perdiendo Cataluña porque no tienen la mentalidad de políticos, sino de funcionarios que no están dispuestos a negociar nada con nadie.

La baja calidad democrática y la crisis territorial han evidenciado la ausencia de verdaderos hombres de estado con capacidad de comprender la naturaleza real de los problemas y abordarlos con valentía antes no se pudran y sean muy difíciles de resolver. No tienen sensibilidad ni capacidad política para adaptarse a los cambios y las exigencias sociales. Por principio los políticos españoles, y una parte importante de la población española, anteponen la amenaza y la violencia a cualquier tipo de pacto o cesión. Nada de acuerdos en una mesa, ordeno y mando y juego raso y patada en el culo. La ignorancia, la envidia y la arrogancia hacen el resto, primero resistir hasta la muerte antes que ceder o negociar. Retroceder todos antes de que tú prosperes. Esta es la verdadera Marca España.


Los catalanes no han sido nunca buenos banqueros ni han sabido resolver su presencia en este mundo. Parecía que finalmente se habían enfocado las cosas de manera efectiva y bien calculada. Pero la hemos vuelto a pifiar estrepitosamente. El presidente Mas, que había iniciado el proceso con rigor y seriedad, no ha leído con suficiente atención el resultado de las últimas elecciones, y el conjunto de las diversas fuerzas políticas catalanas han hecho y hacen todo lo posible para dividirse y darse calabazas mutuamente. Y ya sólo ha faltado la nefasta actuación de la CUP, con su ceguera y estrafalaria conducta, para poner punto y final a un proceso en el que habíamos depositado muchas ilusiones un buen puñado de catalanes. El poder del estado, y sus argucias de juego sucio, nos volverán a pisar una vez más en una vieja historia que ya hace más pena que gloria. De aquí hasta el veinte de diciembre veremos acontecimientos que nos calentarán la sangre y volveremos a sentir el escalofrío de la soledad, el desprecio, el aplastamiento e incluso, muy probablemente, la vergüenza. De la incompetencia del estado y sus sórdidos altos funcionarios ya hemos hablado ampliamente, pero que nadie pretenda ocultar o justificar la ancestral incompetencia de la clase política catalana que en nada se parece a la cordura y dignidad del común de los catalanes. La elección de la señora Forcadell como segunda autoridad de Cataluña, la rotura de la baraja improvisada y forzada por los diez diputados de la camiseta, la inhabilitación del presidente Mas y la intervención o suspensión de la Generalitat, nos dejará a todos exactamente con el culo al aire, nunca mejor dicho. Esto sin contar con la desaprobación de la mayoría de países con voz y voto. Una pena y una verdadera lástima. Servirá toda esta inmensa chapuza para que las futuras generaciones tomen nota? Ojalá me equivoque y me tenga que comer este artículo con patatas.

dissabte, 24 d’octubre del 2015

LA TERRAZA DEL FARO

El comedor da a una terraza frontal al mar. Tiene ocho metros de largo por dos veinte de ancho y en un extremo una escalera de caracol que conduce al castillo de proa. Pienso que es una excepción porque ya hace tiempo que no se hacen terrazas tan generosas. Muy al contrario, balconcitos tristes y de reducidas dimensiones que, como mucho, dan amparo a dos silloncitos y una mesita. Yo me rebelo ante esa miserable escasez de espacio exterior. Una buena terraza puede llegar a ser la pieza principal de una vivienda si uno está dispuesto a sacarle partido, y en este caso les puedo asegurar que desde esta atalaya controlo infinidad de acontecimientos y, por supuesto, cualquier suceso náutico. En su gran mayoría se trata de embarcaciones de recreo, públicas y privadas, y puesto que este es un tramo de costa con importantes flotas pesqueras de distintas poblaciones, también están significativamente representadas en este teatro al aire libre. Uno de los actos más representados es cuando al atardecer regresan los barcos a puerto precedidos cada uno de ellos por una nube de gaviotas al acecho de cualquier despiste u obsequio de la marinería en forma de rapaz con agallas y escamas. Todos sabemos que el mar es el gran teatro en donde siempre se representa la misma obra y siempre seduce y cautiva más. Amanecer en el mar es una sinfonía de colores y sensaciones interpretada con cortos y suaves movimientos que congelan las miradas. Al alba se vierten en el cielo tinteros etéreos de trazas amarillas, marrones y blancas que en una rápida e imperceptible explosión culminan el milagro de la vida o la muerte, del día o la noche, de lo exánime o lo vigoroso. En breves instantes la noche no será más que un recuerdo entre incontables lucecitas.

Cuando me encuentro aquí siempre madrugo para asistir a ese silencioso tránsito entre la oscuridad y la luz. Pocas cosas hay en este mundo comparables al milagro diario y eterno de la vida. El oficio de marino y el de pescador muchas veces se han querido ensamblar como vidas paralelas a la soledad, al carácter huraño, al rostro surcado por la furia de los vientos y con las manos encallecidas y retorcidas por largas jornadas de arriar bramantes, maromas y amarras. Varados en el lomo de un banco que promete, preparan las artes de captura a la luz de sus grandes lámparas. Desde la profundidad los peces, atraídos por los potentes focos, emergen  raudos en busca de ese amanecer falso, de ese extraño día que los envolverá en unas redes sin escapatoria posible. Y así en invierno y en primavera, siempre, toda la vida el pescador viviendo a dos millas de la costa y durmiendo toda la vida en tierra. La lluvia inesperada, la zozobra temida, la niebla traidora escampada a golpes de campana. Y el frío de madrugada, cuando el crepúsculo está por llegar, y se aferra a los huesos del marinero que no ve el frío a bordo pero lo siente en el alma mientras apila cientos de cajas con residentes moribundos y ese olor de salitre que envuelve la noche de dura labor y malos pensamientos.   

Todo eso y mucho más vislumbro desde la terraza frente al mar. Cuento las pequeñas derrotas que surcan frente mí, los prismáticos me ponen al corriente de las tripulaciones y allá a lo lejos, a espaldas del horizonte, donde se encuentran los líquidos caminos de los grandes barcos y los transatlánticos de cruceristas, también anoto en el libro de tránsito el día, la hora, el nombre, el tonelaje y el destino. Y cuando no lo distingo o lo ignoro, me lo invento. Mi terraza es como un faro, un faro sin lámpara destellante, sin rotar sobre si misma. Aunque bien pensado, más que faro, debe ser la terraza del faro, por donde alimento mis sueños de mar y me levanto de noche para contemplar la llegada de la aurora. 

divendres, 16 d’octubre del 2015

QUEJARSE ES UNA FELONÍA?

Uno tiene ya casi olvidada su capacidad de sorprenderse, corren tiempos extraños y lo que antes se consideraba una vulgar metedura de pata o un desliz inadecuado, vistos hoy, eran un juego de niños en comparación con las barbaridades que hoy se suceden una tras otra. En muchos casos ni llaman la atención de nadie, o pasan desapercibidas, o quedan olvidadas con algunas palabras más o menos despectivas y cómicas en muchos casos. De poco sirve irritarse o sentirse ofendido, la sociedad es multidisciplinar y plural. Pero hay pronunciamientos que sobrepasan con creces el más elemental sentido común. Andamos sobre  arenas movedizas donde el ignorante se erige en dictador, el culto pontifica con más fobia que criterio, y la intolerancia parece adueñarse de cualquier debate.

El arzobispo de Valencia, conocido por sus invectivas pastorales y sus tics derechones, se erige por méritos propios en campeón de la estupidez i el desatino. Antonio Cañizares se opone a la postura del Papa Francisco en uno de sus meditados arrebatos y trata de poco menos que escoria al dramático éxodo de refugiados que llegan a Europa. Critica el trabajo de Cáritas por haber puesto en marcha un programa de ayuda al refugiado. Duda de que sean perseguidos en su país, Siria, y dice “lo que viene ahora no se puede jugar. No se puede jugar con la historia ni con la identidad de los pueblos”. ¿Ultranacionalismo? Cataloga a los emigrantes como un verdadero Caballo de Troya. Poco antes de las elecciones en Catalunya convocó una vigilia “por la unidad de España”, en un arranque propio de catalanofobia y desprecio absoluto por las razones que impulsan a un pueblo decir basta. Y relativiza miserablemente los efectos de la crisis económica porque no ve ahora “más gente pidiendo en la calle o viviendo bajo un puente, como antes”. Este es, amigos, un pastor  para conducir a la tierra prometida a las ovejas descarriadas. O eso tendría que ser, pero no, a mi modo de ver no es más que un frágil farsante que se pasa por el forro el sufrimiento de pobres y emigrantes, y que enarbola la espada del conquistador a modo de librito litúrgico. Caridad cristiana!

España es y ha sido secularmente un pueblo negado para el diálogo, el acuerdo o el pacto. Siempre ha resuelto sus contenciosos mediante el mamporro, la humillación, el aislamiento o la aniquilación del adversario. Y nada ha cambiado. Tampoco hay distingo en el color del poder, solo entienden de imposición y cerrazón ante los problemas o demandas: ordeno y mando…y eso es tan pobre…Cuando pienso en episodios, como los recientes, en que un adolescente, al acudir a un evento deportivo es increpado y detenido por lucir una determinada bandera y posteriormente multado y condenado a cinco años de prohibición a entrar en recintos deportivos, francamente, me invade el desasosiego, el hartazgo y el temor de que las cosas sigan siendo así. Cada 12 de octubre activos y conocidos elementos de la más pura y extrema derecha, visitan la montaña de Montjuic en Barcelona, para hacer un alarde de lamentables signos de tiempos pasados, insultando al pueblo catalán, ultrajando a sus dirigentes y símbolos identitarios, para culminar prendiendo fuego a la bandera catalana. De las más altas esferas nadie abre la boca. Y preñados de banderas pre constitucionales. Acaso esto no es más grave que lucir una enseña en la espalda en las gradas de un recinto deportivo?


A mi modo de ver se advierte una cierta deriva en el seno del gobierno de España. Lejos de afrontar los problemas ni que solo sea con una débil pátina de interés y coloquio, se aferran a la negación absoluta, al necio desprecio a cualquier indicio de diálogo, nada existe sin su consentimiento. Aunque sean millones de personas quienes lo reclamen. Se convierten en la mayor factoría de independentistas. Pero lo más triste de toda la historia es que deriven todas las patatas calientes a los tribunales, que creo que no ven con buenos ojos, cuando son cuestiones meramente políticas, no judiciales. Y saben lo que pienso? Pues que  algunos crean que con algún o algunos golpes de efecto, puedan silenciar o borrar la memoria de la mayoría de un pueblo, van equivocados. Son demasiadas tropelías. No podemos ni quejarnos?

dijous, 8 d’octubre del 2015

EL CROMATISMO DE LA SOLEDAD

Hoy es un día extraño para mí. Estoy sentado ante el teclado y miro las hileras de letras sin distinguirlas, son todas iguales. Me evocan un oráculo o un foro atestado de oradores mudos. Es más fácil hablar que decir las mismas cosas por escrito. No tengo nada que decir, nada me llama la atención, todo es evanescente, inane, fútil y repetitivo. Estamos en la era de la comunicación, me estremezco al pensar en el bombardeo diario de información que adquiere proporciones abrumadoras, gigantescas. Se suceden sin solución de continuidad sin tener en cuenta nuestras limitaciones de asimilación. Nos volvemos insensibles sin darnos cuenta, da igual un bombardeo sobre civiles en Siria, el asesinato de niños a manos de los verdugos del Estado Islámico o las transparencias femeninas de actrices en busca del estrellato. Casi nada nos afecta ya. La avalancha de información es proporcional a nuestra indiferencia.

Llevo algunos días solo en casa, no es nuevo ni tan solo una excepción, siempre hay imponderables a los que no puedes hacer frente, pero hay que afrontarlos. Los espacios son grandes y el sol penetra decidido, bruscamente invade tu intimidad, acelera su presencia y deja constancia de su poder. Hace ya ocho meses nos dejó Milú, chispeante, juguetona, jovial y finalmente tan envejecida que ni dudar pudo en decirnos adiós. La encuentro a faltar, mitigaba las  soledades. No sé porque cuento estas cosas, pero si me acerco al teclado no sé qué puedo escribir, y no es el frío quien agarrota mis dedos, es mi mente que bucea en la profundidad de un mar oscuro en tinieblas, en un desierto barrido por el viento, en una encrucijada de caminos barrados. La hierba del jardín desaparece día a día bajo un manto desleído de hojas caducas que se desprenden de las ramas y  balancean en su descenso, sus últimas tonalidades ocres, amarillas, sienas y naranjas, son como diminutos telegramas anunciando el otoño. El despliegue cromático es tan audaz que no hay artista de los pinceles capaz de rivalizar. A unos centenares de metros, en la falda de la montaña, a pie del bosque, se dibuja un lienzo de verdes y marrones que al atardecer parecen incisiones del frío sobre  la vegetación, ejércitos con cuerpos de  madera erecta y la copa verde. Es aquel momento, aquel en que los vetustos muros del monasterio adoptan el color de las manzanas al horno. No sé porque hablo de manzanas, a quien le interesan las manzanas. No sé sobre qué escribir.

Esta mañana tenía una cita, una cita a las diez. Pero se ha retrasado y no ha sido hasta las once, ha leído en voz alta los cuatro folios llenos de números, guarismos y porcentajes. Puedes irte tranquilo, pero no te excedas, deja el tabaco, me ha dicho. Su bata blanca no me impresiona, ni tampoco su semblante medio huraño medio docente. Siempre temes alguna sorpresa indeseada, pero vamos a seguir enhebrando la aguja mientras podamos. Tenía una gestión en la costa al mediodía, pero el reloj ha corrido demasiado y la he pospuesto para mañana. He vuelto a casa, la casa vacía, y me he dispuesto a escribir alguna cosa para aprovechar el tiempo, pero ha sido en vano, no sé de qué escribir. Tan solo he cumplido con la obligación de cada día: empezar y terminar el crucigrama de La Vanguardia. Eso es todo.


He rescatado de un estante al viejo John Barry y su “Somewhere in time”, una manera como otra de burlar el estado de ánimo. También podrían probar, si les apetece,  con la 5ª de mi íntimo amigo Mahler, pero no se lo aconsejo, lo mismo dejaban lo que hacían y se dedicaban a las ensoñaciones inalcanzables a bordo de una buena hamaca. De todos modos, y aprovechando que ayer el Liceu programó Nabucco, les animo a que contemplen este formidable vídeo del Va Pensiero y su coro de esclavos www.youtube.com/watch?v=oPy_HwOtumU , no se pierdan el final. Entenderán el porqué a veces nos preocupamos por banalidades y estupideces, cuando hay muchos que claman por su libertad. Es increíble, no sé de qué escribir hoy. 

dimarts, 6 d’octubre del 2015

SENSIBILIDAD Y SENTIMIENTOS

Alguna vez han sentido la voluntad o el deseo de buscar o encontrar respuesta a sus inquietudes mediante la música? Para mí diría que casi es congénito, yo creo que desde aquel tiempo en que arrastraba mi culo por tierra, siempre he tenido a la música por compañera, consejera, amante, evocadora y liberadora de todas mis pasiones. Por suerte nuestra desde que el mundo gira en medio de la inmensidad del universo, el único lenguaje que ha unido a la humanidad ha sido la música. No hay que estudiar, ni vocalizar, ni traducir, todo el mundo lo entiende. Tan sólo hay que tener un corazón normalito y un mucho de sensibilidad para apreciar lo inmaterial. La música es un arte supremo, y el arte se siente, se admira, se sufre incluso. "La música es la palabra del alma sensible como la palabra es el lenguaje del alma intelectuall".

En un pasado no muy lejano, seguramente por escasez de medios materiales, se consideraba la ópera o la música clásica como géneros elitistas y clasistas, pero esto, como tantas otras cosas, hoy ya es sólo una utopía, afortunadamente. Hoy está prácticamente al alcance de todos, y la cantidad de medios para su audición es casi inalcanzable. Hay escritas en el pentagrama de la historia tan bellas páginas que se hace imposible no caer rendido, fulminado, tocado, ante determinadas partituras. La ópera gusta o no, no hay término medio. Pero me atrevo a decir que en muchos casos, si no gusta, es sencillamente por falta de atención, por esta falta de perseverancia que nos aleja de sensaciones insospechadas. Se podría establecer un símil con la contemplación apresurada de una bella obra pictórica. Si en vez de desfilar ante ella como el que mira el campanario del pueblo vecino, no apreciamos nada en absoluto. Pero si nos paramos delante de ella descubriremos colores inauditos, expresiones humanas, como un mensaje implícito del maestro que en su día nos quiso explicar algo a través de un lienzo. Todas las expresiones del arte son un puro mensaje.


Cuando Gustav Mahler compuso su 5ª sinfonía, no solamente creó una descomunal obra sinfónica de altísimo nivel, sino que a través de ella nos habla de la muerte, el sufrimiento y las nubes negras que se ciernen sobre la Europa de principios del 1900. Los grandes artistas casi siempre crean sus obras bajo la influencia de su estado de ánimo, sean tristes o alegres y, de este modo, nos permiten ver más allá de unos movimientos musicales o de un óleo indescifrable. Mozart, Giordano, Puccini, Verdi, Rossini, Wagner, Donizzetti o Bizet, no son sólo genios de la música, son grandes arquitectos de la vida que con sus obras edifican nuestra sensibilidad y modelan nuestros sentimientos.

divendres, 2 d’octubre del 2015

LA PÉRGOLA DEL RESTAURANTE

Nueve de la noche, cielo cubierto de espesas nubes que incrementan la precipitada oscuridad. Una terraza en la calle con el techo cerrado por grandes toldos negros y ocho o diez mesas dispuestas sin orden ni preferencias. Las camareras no cesan de cruzar la acera entre la pérgola y el restaurante. Escasos metros de recorrido pero constantes. Son chicas de rasgos asiáticos que trabajan con gran diligencia y pegadas a una sonrisa inamovible. Se cubren con un gorro de chef y visten camiseta y pantalón negro. Se encuentra en lo que llaman la parte alta de la ciudad, que algunos consideran sinónimo propio de gente bien estante o acomodada. No tengo apetito pero agradezco poder estirar las piernas e intentar olvidar la presión de los zapatos en unos pies más que comprimidos. Caen gotas, sin llegar a llover pero insistentes, algunos peatones pasan bajo un paraguas, pero la mayoría caminan despreocupados sin tan siquiera apretar el paso. Predomina la gente joven, muchas mujeres con atuendos informales pero sobrias, se podría de decir que incluso elegantes. La percha ayuda. Debe de ser un lugar conocido y concurrido porque algunos vienen directos y otros se paran al pasar. Vanos intentos, las mesas están todas ocupadas. La única mesa con un solo comensal es la mía. Simulo leer el periódico mientras apuro una helada copa de cerveza.

Nueve y treinta minutos. Una fuente encima de mi mesa alberga una gran flor de alargadas  hojas a base de jamón ibérico y graciosos pétalos de Camembert, Gouda, Brie y Cabrales. Una cestita de mimbre con triángulos de pan de semillas, la mitad untados con tomate. Nada mejor que una copa con recias lágrimas del Priorato para acompañar tan noble compañía. El huidizo apetito da señales de querer reincorporarse a la reunión. En la mesa más cercana hay dos jóvenes conversando mientras sostienen la carta sin apenas mirarla. Los dos lucen barba, el de frente la tiene más poblada y desordenada, su oponente la lleva muy cortita i perfilada por manos diestras. Fuma con el codo alzado y la mano colgando como un higo maduro. A mi me da que debe tener alguna que otra pérdida de aceite. Bajo dos globos de luz blancos comparten mesa dos señoras que ya dijeron adiós muy buenas a la juventud, pero mantienen ese porte audaz y malicioso que la experiencia dota. No alcanzo a ver que comen, pero la botella de vino, que ya es la segunda, emerge y desaparece con rauda habilidad. Fuman por los descosidos, enlazan un cigarrillo con otro, rubio extra largo y mini puritos holandeses, como yo. Por lo menos hace cinco años ya que dejé el tabaco rubio, fumo menos unidades diarias y no perjudica tanto, pero al final jode igual. No tengo remedio.

La evidencia dice que no soy un gran observador, pero si observador nato. Que nada tiene que ver con el  chafarderío, la intromisión o la impertinencia. Callo, veo, anoto y lo cuento. Fuerza mayor me tiene retenido en un centro hospitalario. Una vez pasada la congoja y los nervios presos en la incertidumbre, el tiempo se aletarga y las horas se preñan de minutos. Los días se prolongan y la paciencia se rinde ante la inactividad, el tedio y las subidas y bajadas en ascensor a la búsqueda de un cigarrillo amigo y consolador. Al mediodía he vuelto a la pérgola de cada día. Hoy compartía el espacio un miembro de Ciudadanos. No es momento para la política pero ahí estaba. He omitido su presencia para dedicar las miradas bajo los toldos negros a cualquier impulso humano, en donde radica la puñetera verdad de cualquier historia. Unas judías tiernas con almejas y un entrecot al punto han dado sentido al momento. Un blanco vilafranqués bien frío se ha impuesto a las veleidades del ambiente. Con el café abrigo la esperanza de no volver más por aquí ni, si puede ser, al edificio que corona la esquina.