dimarts, 31 d’octubre del 2017

LA FONDA DE LA HERMÍNIA. LOS VERANEANTES DE TODA LA VIDA. (2)

Los veraneantes de toda la vida (2ª parte)

Pedazo IX

El matrimonio formado por Narciso y Julia eran los padres de Julia, Elisenda y Roser. Las tres mellizas. Venían de Girona, creo que de La Bisbal. Narcís Raventós era un hombre de negocios muy destacado en el sector de la madera, ignoro si de palillos o muebles. Los veraneantes les tenían un gran respeto y se sentían halagados cuando hablaban con ellos o participaban de alguna excursión por los alrededores. Decían de ellos que olían a tinta, a tinta de billetes, ya saben, de cartera inflamada. Las niñas eran las muñequitas de la fonda durante la primera quincena de agosto. Incluso el Niño, debe hacer unos tres años, les construyó una carretilla para cada una, eso sí, por orden de Herminia, Caguendiós! Cogían piedrecitas de entre la mierda del jardín y las llevaban dentro la fonda, haciendo las delicias de la gente y el encabronamiento de Rosendu que tenía que ir detrás barriendo. Después las chicas del comedor encontraban incluso en el armario de los platos y mantelerías, las ponían dentro una caja de cartón y Niñooo! Caguendiós! Pero, pobrecitas, se les tenía que consentir todo porque quien paga manda, el Sr. Narcís paga y Herminia no está por gilipolleces. Un día que Herminia había bajado muy contenta, chupito seguro, mandó que les prepararan un picnic y que el Niño los llevara hasta la Fuente del Hierro a pasar el día. No importa que no tuviera carné de conducir, sabía y mucho. Mantente alerta de que no se haga daño nadie, no refunfuñes por nada y haz lo que te manden. Tienes mi bendición, Caguendiós! Una tarde de rayos y truenos al atardecer, antes de cenar, Rosendu dormía, el hombre de negocios madereros y la dueña tenían un estira y afloja en relación al mantenimiento del negocio, los estudios de inversión en mejoras y, en eso insistió mucho el Sr. Narciso, las cuentas de resultados y los umbrales de rentabilidad. Hacía rato que Herminia cerraba el ojo y redondeaba la morrera, y he aquí que intervino la señora Julia: Narciso, que la Sra. Herminia ya tiene de sobra con la dirección y conducción del negocio, no le calientes la cabeza. Bueno, sí, yo de números sé muy poco, es Rosendu quien hace estas cosas, seguía durmiendo, los resultados y los estudios de inversión supongo que los tiene en ese libraco grande de las reservas, gentileza de Codorniu. Y los umbrales, mire, eso está muy claro, todo lo que hay desde las rejas hacia dentro, es nuestro. Mire, cuando Rosendu cierra cada noche, y después sube arriba, llama a mi cuarto y esté despierta o duermiendo, me deja la caja de puros Coiba con la recaudación del día dentro, sobre la mesita de noche. Usted ya me entiende, esto es lo único que yo tengo claro y lo único que me interesa. Hostia Julia, no me esperaba tanto, ¿quieres decir que esta mujer sabe leer? Venga, calla y duerme.



Las dos primas, Alba y Antonieta no han faltado a la cita veraniega, y de eso ya hará unos diez años. Ahora deben estar en la raya de la cuarentena, más o menos. Cuando reservaron la primera vez, remarcaron muy ceremonialmente que no les pusieran dos camas, exigieron una cama de matrimonio. Y el año pasado, telefónicamente hablando, al confirmar las fechas, última semana de julio y primera de agosto, les preguntaron si podían cambiar la cama por una de las de hoy día, de dos metros casi. Herminia con mucho tacto y deshaciéndose en amabilidades y elogios les dijo que muy lamentablemente esto ya no era posible, porque su suministrador de camas está en Francia y ya no hay tiempo material para la gestión. Esto es lo que les dijo. ¡Que se vayan a follar al armario si no les basta con la cama que tienen, las primitas, anda ya! Y eso es lo que dijo cuando concluyó la conversación telefónica. No había duda de que tenían como clientes a un par de lesbianas, de primitas, nada. Ya noté algo extraño. Le comentó  a Rosendu el segundo año, porque él de por sí no se da cuenta de nada. Fíjate, Rosendu, aquel par son lesbianas. Qué quieres decir, ¿que son políticas? También una mañana, cuando bajó la niña quiso comentárselo. Sabes una cosa nena, Alba y Antonieta son tortilleras. Por el amor de Dios, mamá, querrás decir lesbianas, ¿no? Hoy ya no hay tabúes afortunadamente con estas cosas, son gente como nosotros, como todo el mundo. Es una opción personal y muy respetable. La gerente dio un portazo y bajando las escaleras, yo no entiendo esta criatura, que ya no hay tuboes dice y que son como nosotros, Virgen de las Nieves! Pero lo más gordo pasó otro día en que el Niño pasaba la escoba por la alfombra de recepción, Antonieta salía del comedor después de inyectarse un café con leche y los cuernos crujientes de un croissant. No se sabe cómo, el caso es que cuando se cruzaron alguien le tocó el culo a la veraneante y allí sólo había la escoba y el Niño. Se montó un cirio descontrolado porque Antonieta se sintió muy ofendida por el tocamiento. Yo creo que se debía a que la mano traviesa era la de un hombre. Acudió Herminia para interrogar el Niño, Caguendiós, muy exaltada y con el ojo cerrado. Yo pienso que exageraba porque el culo tocado era el de una mujer que no era ella. Las dos chicas eran muy correctas en los saludos y tenían palabras de cortesía con todos. Si bien trataban de esquivar las conversaciones o la participación en juegos de mesa o tertulias de media tarde. Tampoco les hacían ascos a las butifarras con judías ni a los plátanos de fácil pelado. Pero para miradas cómplices, las que dedicaban a las dos chicas del comedor. Desde aquel episodio tan aterrador y delicado de tratar, del culo y la escoba, las señoritas lesbianas exigieron amenazantes de que el Niño no fuese nunca más a llevarlas ni a buscarlas a la estación. Caguendiós. El tema es de aquellos que se han de coger con pinzas y mucho cuidado, pero, aun así, el personal de la cocina hacía unas coñas y unos hartones de risa que iban mucho más allá de lo permisible. El día que se restregaron dos manzanas por los bajos del delantal y les dijeron a las chicas, llevad las manzanas a ese par de croquetas, a ver si mañana nos saludan como Dios manda. No sé a dónde vamos a llegar! Siempre que ya marchan hacia Barcelona, ​​en Rosendu dice parsimonioso desde encima el taburete, joder tanto alboroto, más valen dos tortilleras que un par de maricones! Quién lo parió, será borde! Tosco, ignorante y burro ... además de vago.
Continuará.

dimarts, 24 d’octubre del 2017

LA FONDA DE LA HERMINIA. LOS VERANEANTES DE TODA LA VIDA (1ª PARTE)

Pedazo VIII

LOS VERANEANTES DE TODA LA VIDA (1ª parte)

Como todas las fondas, en Ca l’Herminia tenían una clientela muy fidelizada, hasta el punto de que algunas familias ya eran la tercera generación en pasar el verano allí. Cierto que en los últimos veinte años la clientela ha envejecido mucho y tampoco se ha ido renovando como pasaba en años anteriores. En ocasiones el comedor parecía la antesala del más allá. Por no mencionar los avances de todo tipo, las ofertas de hoy y el talante de la gente que es muy diferente. Ahora viene gente joven que al día siguiente han de hacer una travesía de montañas, y se limitan a cenar y dormir. Sí que hay veraneantes, pero menos. Y grupos, muchos grupos de chicos y chicas que cenan y beben como condenados a muerte y luego salen al jardín a tocar la guitarra y cantar, y esto a Caguendiós no le gusta nada. O poner de vuelta y media la fonda y al recepcionista perrazo con la raya sobre la oreja. Y claro, por si fuera poco se mean por los cuatro puntos cardinales de lo que queda  de la mierda de jardín.
Los veraneantes daban vida a la fonda y al pueblo entero. La propietaria, de buena mañana ya llevaba impecablemente pintada la morrera y ladeaba las ancas con soltura por en medio de las mesas ¿ya le han servido la crema catalana estas chicas? Durante estos dos meses el Niño iba como loco arriba y abajo, cada día al menos una avería de mayor o menor importancia, Caguendiós! Destornillador, alicates, roscas del cuatro y alambre, arriba y abajo! Si no me compráis guantes no saco la mierda, eh! Eso sí, por la noche premio, lametazo y chupetón! ¡Glups! Y eso se notaba, se nota. El día que Herminia ha mojado por la noche, va más arregladita, bien pintada, bien peinada, a veces con delantal azul cielo y unas puntillas blancas que la hacen un verdadero amor de mujer, se nota que es una recalentada satisfecha, incluso las ollas a presión las lleva, como lo diría, más apretaditas, más en su sitio y el canalillo ni que decirlo, comestible del todo. Bien que lo saben los que antes llamaban viajantes, estos siempre saben de todo. Después de cenar echaban unas partiditas de cartas y Herminia no se estaba de pasar a menudo, todo bien, que falta algo? De lo que después ellos comentaban me abstengo, no estamos para indecencias ni flatulencias. Este oficio casi ha desaparecido con internet y las nuevas maneras de comunicarse. Y si circula alguno ya no es un viajante o representante, no, han mejorado el estatus, ahora es un técnico / corporativo / de aprovisionamiento, medalla al mérito de ventas que no les obsta para mirarse igualmente el culo de Herminia. ¿Y el bueno de Rosendu? Pues holgazaneando, como siempre. Sentado en el taburete de recepción hojeando los santos del Lecturas. Se enfada como un mono cuando Herminia le escupe un grito ¡Rosendu! Por favor! Levanta el culo y lleva una baraja de cartas y el tapete verde a los Sres. Guilleumes! Familia de latón sin pulir que se han destacado desde siempre por tocar los cojones cada dos por tres, con demandas ilógicas, alabanzas fuera de contexto o ficticios refinamientos del pixapins no viajado. No tengo la menor duda de que todo se debe al detallista comportamiento de Herminia, porque cuando terminan su estancia hacia finales de agosto, en el momento de la partida, les endosa un jamón dentro del maletero del coche. Jamón que ni el Dr. Ulldemolins sería capaz de recomendar a Amelia, maloliente y seco, el gozo de Teruel ¡toma ya! Solían pasar todo el agosto.



Por cierto, hablando de los Guilleumes, me viene a la memoria aquella famosa cena de fin de año del 97 en que por un desgraciado incidente doméstico, podríamos decir, el reloj de pesas dejó de funcionar, muerto, sin dar la hora, tumbado en el suelo como un ataúd cualquiera. Bailaban la conga alrededor de las mesas unas veinte personas, la última el Sr. Guilleumes, y ya se sabe que el último es el que se zarandea más, de un lado al otro. Resulta que con un latigazo de la conga, Guilleumes salió disparado yendo a dar de frente contra el reloj,  donde dejó incrustada una buena porción de su epidermis facial. Tendido en el suelo como una lubina al horno, las señoras chillando, los señores intentando escenificar preocupación, y la dueña de la fonda llamando a Rosendu y el Niño a gritos. El Niño juntó tres tablas y de un manotazo barrió uvas, turrones y barquillos a la mierda. Lo tendieron allí y el Dr. Ulldemolins se hizo con  la situación bajo un silencio impuesto y ciertamente sepulcral. Las chicas de servicio enmudecieron el tocadiscos. Aunque el accidentado hiciera una cara de susto que daba miedo, no fue inconveniente para que el doctor lo sometiera a un riguroso examen de constantes vitales. Afortunadamente, al cabo de un rato se reincorporó y con el rostro sonriente se dirigió a los componentes de la conga y clientes en general para notificarles: el año nuevo nos trae una buena nueva, este señor se ha hecho una pequeña herida en la frente, motivada por el impacto de su cuerpo contra la madera del reloj. Penosa consecuencia de la melopea que lleva, que no es poca, y que yo diagnostico como desvanecimiento agudo de ignorada procedencia. Cama, larga sueño, y apósitos de agua caliente en la cabeza hasta mañana por la tarde. Naturalmente del diagnóstico del Dr. Ulldemolins no hizo caso nadie, más que nada porque la merluza que calzaba el doctor era de cátedra, y el resto de comensales, aparte de exhibir cara de cadáveres todos, ya ni se aguantaban los pedos. Feliz año nuevo a todos! Amelia estalló con aplausos y las chicas se arrancaron con el carro de Manolo Escobar, qué se lo habian robado. Rosendu y Niño! Subid al Sr. Guilleumes a su habitación y vigilad que va meado hasta los calcetines. Caguendiós! Recoged la colcha! Pero si la colcha es un trapo deshilachado y tiñoso, Caguendiós, la madre que la parió, morros de coño, decía el bueno de Rosendu, para sus adentros.

Continuará.

diumenge, 15 d’octubre del 2017

LA FONDA DE LA HERMINIA (CAGUENDIÓS)

Pedazo VII

CAGUENDIÓS (EL NIÑO)

En este caso Caguendiós no es un exabrupto, es el Niño. Algo siniestro el personaje sí que lo es, tiene 46 años y hace veinte y cuatro que fue bautizado como el Niño y entró a formar parte de la saga de Ca l’Herminia. Se destaca por no abrir casi nunca la boca, habla muy poco. Entiende perfectamente el catalán, pero lo poco que habla siempre lo hace en castellano. Tan sólo utiliza una palabra, un mote, con el semblante ausente: Caguendiós! No da para más. Seguramente en otra casa podría pasar perfectamente como el niño de los recados o niño para todo, pero no es el caso, esta descripción escondería unas connotaciones burlescas y el Niño es algo más serio. Él se ocupa en exclusiva de todas aquellas tareas de conservación y mantenimiento que afecten a la fonda. Lleva un lápiz siempre en la oreja sólo para marcar puntos o hacer señales. Es hombre de soluciones drásticas y normalmente sale airoso. Es cierto que, si no le mandan, él no mueve un dedo. Y como quien debe mandar, no manda por incompetencia manifiesta, vive con holgada comodidad y una inactividad igualmente manifiesta y placentera. Por norma no se levanta nunca antes de las nueve, ni después. Un día a la semana toda su atención la invierte en los grifos de los lavabos y boyas de las cisternas, en verano. A pesar de las reformas, siguen siendo las de origen y se estropean un día sí y otro, también. Igualmente son frecuentes los atascos de aguas fecales, tuberías y los canalones de bajada que están en muy mal estado, por suerte esto no lo revisan los de Hasienda. Es trabajo del Niño. En ocasiones se cruza con algún cliente de los de toda la vida, y el conocimiento y confianza les permite alguna sugerencia, Niño, cuando puedas mírate el inodoro de la 12 por favor. Y mientras siguen su camino ... es muy buen chico el Niño, alabanza que se cruza con un rumor que se va alejando, Caguendiós! El día que está por arriba con la caja de herramientas en una mano y en la otra una mala leche de aquí te espero, se oye como un hilo musical continuo donde insistente y repetidamente sólo se oye la canción del Caguendiós por todas partes. Nadie sabe de dónde ha salido, ni quiénes son sus padres, ni tiene carné de identidad, ni seguros, ni ha salido del pueblo. Si alguna vez se ha sentido indispuesto, Herminia lo ha enviado al Dr. Ulldemolins para que le echara un vistazo. No es nada Niño, tan solo cansancio, o, bájate los pantalones que comprobaremos los reflejos. ¡Tú lo que necesitas es penicilina y cama, dale este sobre a la Sra. Herminia y que te lo compre todo! Caguendiós! La gripe!
Coincidiendo con lo de los veintiocho años, este es el tiempo que hace que Rosendu hizo un viaje de una semana entera a Madrid. Nadie ha sabido nunca la razón de este viaje, que compartía con otros colegas fondistas de la demarcación. Porque no es que sea burro, es que nació asno y con una pereza imbatible. ¿Qué podía hacer él en un congreso, si apenas sabe escribir su nombre con mayúsculas? Pues fue. Mientras tanto, la Herminia se fue a Barcelona a pasar un par de días en casa de una amiga. Por aquel entonces Herminia se sentía valiente y nada le daba miedo. Desmontando la cosa, ni amiga ni casa, ni hostias. Andaba quemada y caliente como un hierro en el yunque, ¡maldito Rosendu!, y se pasó dos días enteros, con sus noches, dándole a la manivela de una manera diabólica, que no detuvo hasta que el pito de las actuales ollas a presión no la alertaron de que el pato ya estaba cocido. Flamenca y dominante exprimió aquel niño, abatido, inerte, afligido y debilitado. Con el manubrio retorcido, vamos. Estoy solo señora, no tengo donde ir. Caguendiós, pensó ella. Dicho y hecho, hacia Rocanúa. A ver si te aprendes esto, niño. Tú has venido aquí pidiendo trabajo. Es todo lo que tienes que decir. Aquí en casa no te faltará de nada. Rosendu toleró porque no quería gritos ni escándalos, pero mosca en la oreja, la tenía, sí. Pero hombre, no ves que es un buen muchacho, llegó famélico y atemorizado, tan sólo quería trabajo y tiene muy buenas manos (Y lo otro, no veas) Dormirá en la caseta de atrás, en el jardín, y ya verás como no molestará para nada, es muy prudente. Santo cielo! La caseta era una mierda integral, llena de grietas y ratones, se guardaba la leña y los útiles de jardinería, que nadie usaba, claro. ¿Y cuando lleguen las heladas de invierno? Que la limpie Rosendu. No le dijo que el niño era un cagüendiosero de alquiler, claro. Desde que tuvo este cambio de impresiones con su marido durante la presentación del Niño, Herminia empezó a sentirse desazonada, a tener escalofríos, asustada incluso podía describir su estado. Hola Ulldemolins, estarás en casa esta tarde o subirás arriba? A las seis, gracias. El doctor le hizo lo que se hace en estos casos y desapareció un rato en su laboratorio. Enhorabuena Herminia, estás preñada. Con la mirada clavada en las asquerosas baldosas y los ojos humedecidos, pensó, Caguendiós! Sin perder el aliento ni un minuto, durante la cena, le dijo a Rosendu: Rosendu, esta noche me has de hacer el amor. ¿Qué te has vuelto loca? Pero ella estaba ausente, encantada, ya se lo había dicho, y ahora pensaba como haría el amor con aquel pedazo de asno que sólo de verlo le venían arcadas. Pero no había alternativa, todo o nada. La verdad es que necesitó dos horas y media para poner aquel hombre en condiciones de aprovecharlo, pero cuando vino el momento clave el Rosendu hizo un intento de levantarse, pero ¡coño! Herminia se lo apretujó tan fuerte contra sus tetas que el tipo no tuvo opción, voy pallá! ¿Pero qué has hecho, Hermínia? Enhorabuena Herminia, ahora sí, te acabas de comprar un papá.
El Niño comía aparte, nunca mejor dicho. No participaba en casi nada y comía en un rincón de la cocina, bajo la escalera. Las mujeres de la cocina, como que nunca les decía nada, le colgaron el muerto de que quizás era un rasca sotanas. Y obviamente que no lo era. Un atontado dijeron una vez, habladurías sin ton ni son. Si hubieran conocido que la mejor defensa que tenía el Niño era un arma de un solo cañón entre las piernas, fuertemente agresiva, puede que no le hubieran dicho tantas tonterías. Comía, callaba y se iba, sin mirarlas, y eso las sacaba de quicio, picha corta, coño! Pobres ilusas. Pero él las ignoraba, tenía su abrevadero arriba, en el primer piso, detrás de las cortinas que tapaban la puerta que ni los bomberos la podrían abrir, sólo él, Caguendiós! Herminia se hizo un juramento recién nacida la niña, un día de otoño, con las calles vacías y las cuatro tiendas aún más vacías, se puso un pañuelo en la cabeza y casi de noche se fue a ver Nuestra Señora de las Nieves. Hola Nieves. No es necesario que me regañes, bien lo sé que no vengo nunca a verte, quiero que me ayudes. Dame fuerzas para que nunca se me escape, que no tenga ningún momento de debilidad, guárdame de las tentaciones del demonio porque nunca nadie llegue a enterarse de que el Niño es el padre de Dolores. No lo debe saber nunca nadie, ni el tarugo de Rosendu. El Niño, tampoco.


Continuará.


dimecres, 11 d’octubre del 2017

LA FONDA DE HERMÍNIA. PEDAZO VI

“ROSENDU Y DOLORES”

El Rosendu es un hombre que no sirve para el negocio, o mejor dicho, no sirve para nada. Tiene tres años más que ella y le preocupa irse quedando sin pelo, que la bebida ya no le caiga muy bien y, principalmente dos cosas, a saber: que no quiere servir mesas el domingo y averiguar de una vez por todas quien cojones es el Niño. Aunque todo hay que decirlo, él le habla al Niño como si fuera su hijo. Más allá de este perfil es difícil de encontrar algún aspecto que resulte interesante o atractivo en la vida de este señor. Casi siempre está sentado en el taburete de recepción mirando las ilustraciones de los Lecturas viejos, y haciendo los ocho errores del diario. El libro de reservas lo tiene totalmente prohibido tocar, lo mismo que la caja, ni cinco. Hace tres años anotó cuatro reservas, con 13 personas, para comer el 17 de julio. Así lo hizo, pero del año anterior. El cristo que le montó la Sra. Herminia ha quedado como uno de los días más violentos en la historia de la fonda. Hace 25 años que duerme en otra habitación en el extremo opuesto del pasillo. No le gusta el fútbol, ​​los toros, el cine, ni leer, ni la televisión ni la música. Y dicen que las mujeres tampoco, pero si ve una de esas regateras que dicen "tócame", no le hace ascos, ep, pero no toca. Ni por supuesto doblar el lomo. Fuma. Si es que Herminia le da dinero. El par de docenas de cabellos que le quedan se los peina de lado y eso, aparte de que parece un buñuelo, lo hace más mayor. Incluso, todo él hace como un poco de contrapelo, de tufillo, ya me entienden. Con su mujer hacen una pareja, un matrimonio ciertamente extraño, difícil de comprender. De hecho, Rosendu no es que sea un infeliz, un cabestro. Es más que eso, anda por la vida como un autómata, como si estuviera solo, para él no existen las motivaciones, las alegrías o las emociones y se muestra totalmente indiferente ante los sucesos diarios, como el fútbol, ​​la política, los viajes o el aburrimiento. Bien, el aburrimiento puede que no venga al caso porque en definitiva vive como dentro de una burbuja llena de silencio y aburrimiento. Es su mundo. Cualquier chica de hoy en día diría que este tío está clasificado en la categoría de los intirables.




La hija, Dolores, la niña, actualmente tiene 24 años, a diferencia de su progenitor, tiene una muy bonita presencia. Oportunidades para estudiar no le han faltado, y ha sabido aprovecharlas. Su preparación académica dista de sus padres la lejanía que puede haber entre Rocanúa y Sidney. Los padres, ambos, son burros de solemnidad. Cursó la primaria en el mismo pueblo y el bachillerato en Barcelona. Los estudios universitarios también los inició en Can pixapins hasta el tercer año de carrera. El resto y un máster los cursó en Londres. Hoy es toda una ingeniera de telecomunicaciones, lo que su madre califica de ... no sé, todo esto de teléfonos y teles. Es alegre como todos los jóvenes pero tiene muy claro dónde están los límites personales. Algo retraída de carácter, una pizca de timidez, pero muy agradable en el trato, y la conversación la cultiva de la manera más agradable. Menos de política se le puede hablar de todo y, muy posiblemente, le dará sopas con honda a su contertulio. Seguramente es la única persona, no de la fonda, de todo el pueblo, que el erotismo, el sexo y todas las inmundicias que casi arrastran a todo el mundo, para ella son temas ausentes, de momento. Ella en la fonda no tiene ninguna responsabilidad, pero ha convivido desde que nació y, por tanto, no sólo es su casa, sino que le guarda un gran aprecio. Como toda persona bien nacida. En la temporada de verano, sin que nadie le mande, muchos días se pone el delantal y ayuda a servir las mesas. A su madre no le gusta, a su padre tanto le da con tal de que a él no le toquen los cojones, dice. Herminia cada verano le dice lo mismo, ya lo hacen las chicas, niña. Es igual así van más tranquilas, la niña. La madre quiere que pase por las mesas de los veraneantes preferentes y los enjabone con lo de los teléfonos y las teles y así verán que aquí hay nivel, que no todos son como su padre. Ahora hay un poco de mal ambiente puesto que la niña dice que posiblemente a finales del verano se irá a Helsinki, le han hecho una oferta de trabajo en una multinacional de casas prefabricadas de madera. El Niño le decía el otro día a un vecino que no había oído nunca un trabajo que se llame el Sinki. Cosas de hoy en día. Dolores duerme en la habitación contigua a la de su madre, la opuesta a la del Niño. Se entiende perfectamente que en el estante que tiene sólo guarde un cine NIC de lata, con todo este grupo de fariseos, nunca se sabe. Si pusiera libros de materia de telecomunicaciones todo lo que podrían imaginar es que quizá planeaba abrir una tienda de teléfonos y arradios en Rocanúa. Paletos lanudos.

Continuará.

dijous, 5 d’octubre del 2017

LA FONDA DE LA HERMINIA (PEDAZO V)

Pedazo V

La saga familiar

Como no puede ser de otro modo, cortaremos el melón por la banda de la Sra. Herminia. Vio la luz en su pueblo, Rocanúa, 1961, de manera que soporta 56 años en sus enlomadas espaldas. De bien joven ya destacó por una incipiente mala leche, no olvidada por sus compañeros de clase. Su madre, Herminia, era la cocinera, y muy celebrada en la comarca. El padre, Josep Petranques, Josepet, además de su pasión por la poesía, tenía una especie de diligencia con motor y ruedas que usaba para ir a recibir y transportar los clientes que llegaban por ferrocarril hasta la fonda. Al concluir la estancia hacía el recorrido inverso. Era un automóvil abierto sin puertas ni ventanas, y bajo el trasero del conductor se apilaban las mantas malolientes y deshilachadas que se proporcionaban a los señores viajeros. Los forasteros, diríamos. Como anécdota cabe decir que además de estas ocupaciones dormía todo el día. La Sra. Herminia, la actual, es justo reconocerle que era una mujer muy guapa, muy bonita, guapetona para entendernos. Tenía un cuerpo bien torneado, las piernas perfiladas y un par de tetas que eran la admiración de todos los moscones y boinas de la comarca. A los diecisiete años ya empezó a tensar las riendas del negocio simultaneando el hecho de que la abuela Herminia ya perdía aceite. Del padre no había que esperar nada porque seguía durmiendo como siempre hasta un buen día en que ya no le apeteció despertarse. En estos años la Sra. Herminia ha endurecido el carácter, se ha creado una rutina intocable y, desgraciadamente, su cuerpo se ha transformado. Para más inri ha sufrido un pequeño colapso facial que le ocasiona un tic que le hace cerrar el ojo izquierdo y al mismo tiempo los labios se le hinchan un poco dejando ver los dientes. Mucho más acusado cuando se enfada o discute. Es muy desagradable porque hay veces que al producirse este episodio facial se le observa algún residuo alimentario en algún diente o, incluso, el resto de un palillo insertado en algún rinconcito bucal. Y al mismo tiempo emite un ruido como de inspiración salivera. Un asco, vaya.


 Se le nota mucho, pobrecita, porque cuando se pinta aquel trozo de morro, y tiene un susto o se enfada, se le empiezan a hinchar los labios y, antes del chupetón salivero, le adquieren una maldita forma de herradura. La madre que la parió, ¡qué trueno de mujer! Por desgracia se ha engordado más de lo que fuera de desear. Yo creo qué si un día le estallase la faja de forma sobrevenida, arrearía un latigazo que Dios nos guarde de que alcanzara alguien. Aquellas hermosas y redondeadas tetas han mutado por dos ollas a presión y dos pezones como dos brocas del ocho. Agresivos diría yo. El personal le guarda un respeto cáustico y sarcástico que me parece esconder un temor palpitante. No grita nunca, excepto a su marido, y cuando entra en la cocina fulminando aquellas miradas como cuchilladas y rebobinando los ruidos salivares mientras cierra el ojo, las mujeres baten los huevos y cortan la morcilla como perseguidas por el demonio. Fue aquí precisamente, en la cocina, cuando se le ocurrió de que quería un montacargas para subirle el desayuno cada día a la cama, su habitación se encuentra justo encima de la cocina. Cuando le remitieron el presupuesto cerró el ojo y dijo que con un agujero en el techo y una polea con dos bandejas ya era suficiente. Para no desentonar arriba, cuando ya ha desayunado pone el orinal encima del orificio. Y el personal desde abajo lo mira como diciendo, mira, la mierda de Herminia. Después de comer sube a su estancia, pero en realidad se va a la salita secreta donde mira la Belén Esteban y otros programas de corte cultural y enriquecedor. La salita se usa también para conversaciones con proveedores relevantes o visitas familiares. Dicen las chicas, las criadas, que todo lo saben, que en cierta ocasión subió el Sr., Llorens, proveedor de carnes, hombre muy sensato y reconocido. Estaban sentados frente a frente y el Sr. Llorens le decía: Mira Herminia hace muchos años que nos conocemos y mutuamente nos hemos favorecido con nuestros negocios, ya sabes que para mí eres la mejor cliente y que te aprecio sobremanera. Si por mí fuera ... Por temor a ser vistas y los nervios, las chicas iban y venían ... El Sr. Llorens se había levantado de espaldas a la puerta, tapando a la señora. Estaba él con el torso un poco inclinado y con las manos aferradas a las ollas a presión de la propietaria, dicen las chicas que se oía un ruidito que no era exactamente el del tic de la señora, digamos, como si sorbiera el porrón, beber de canto, chorrito  de refilón. Pero claro, como no se le veía la cabeza no llegaron a saber que le podía pasar a la señora. En fin, ya se ha sabe, la gente joven ve pelo por todas partes. Rosendo Tió, Rosendu, pudiendo haber elegido el mejor mozo del Valle, fue el elegido para compartir su vida. Feo, vago, bebedor, con una alopecia cabalgante y una halitosis que tumba un muerto. No ha funcionado nunca, para ella viene a ser como el perro sin oreja ni ojo. Dicen que intentaron hacer el amor la víspera de la boda por aquello de entrenarse, dicen. Y otra vez tres años más tarde para engendrar a su hijita. Y no lo consiguieron. Lo que nos hace deducir que la señora hace al menos unos treinta años que no ha remachado ningún clavo. Pobre, los mejores años de su vida. Cuando Herminia no se encuentra suficientemente católica, les dice a las chicas, ¡que vengan los del asaguru! lo que significa que ya hace años que no viene el Dr. Ulldemolins, que la visitaba frecuentemente y con notoria diligencia en la salita secreta.

Continuará.