Ahora me doy cuenta de lo equivocado que estaba. Todavía recuerdo las
palabras de mi suegro que siempre me decía “hazte
diputado Pepe o al menos alcalde”. He estado paseándome por los entresijos
del Congreso de los Diputados español, y las conclusiones son muy
reconfortantes y alientan mi arrepentimiento por no haber seguido la carrera
política. Si bien es verdad que nunca me he visto capacitado para participar en
mítines más allá de ejercer de figurante o de sujetar una bandera con los
dientes. Mal hecho, si partimos de la base que la vida ya es un mitin continuo.
En las pasadas elecciones del 20/D el tranquilo hemiciclo sufrió una movida
que sacudió los culos de 64 Señorías que fueron “cesados” por la fuerza de las
urnas, pasando a engrosar las filas de “parados” españoles. Para tal
circunstancia el reglamento del Congreso ya tiene previsto un régimen de
indemnizaciones compensatorias de 2813 euros al mes por cada año “trabajado”
con un máximo de 24 mensualidades. Así por ejemplo la Sra. Ana Mato se llevará
a su hucha nada menos que 53.400€, lo mismo que un buen puñado de diputados que
ya ni se acuerdan del día que fueron acreditados. Lo otorga el Congreso “a todos aquellos que, al término
del mandato, no consiguen otro puesto de trabajo”. Se me rompe el corazón.
Cuando uno se presenta de novato y dice aquello de “Hola muy buenas, soy diputado electo”, todo son efusiones, abrazos
y alguna que otra puñalada trapera. El caso es que una vez incorporado a la
fila se le enumeran todos sus derechos, dejando para mejor ocasión las
obligaciones, siendo esta relación el menú de obligado cumplimiento e irrenunciable:
Un iPhone, un iPad, tarjeta anual de 3000€ para taxis, Instalación ADSL en su
domicilio residencial, Póliza seguro de accidentes, coche oficial portavoz
grupo, dietas 870€ mensuales para residentes en Madrid y de 1823€ todos los
demás, 2814€ de sueldo base y lo que caiga, viajar a cualquier destino de la
península en Bussines, sin
justificar. No me dirán ustedes que no es cosa menuda ser legislador patrio.
Lo de la cafetería ya es otro cantar, teniendo en cuenta que es uno de los
ámbitos más visitados, junto con el gimnasio. Menú de dos platos, postre,
bebida y café 3’55€, Gin tónic 3’45€, café 0’85€, desayuno completo 2’45€. Hay
que tener en cuenta que todas estas importantes partidas están subvencionadas
por la Mesa del Congreso. Pero al final, a ver si adivinan ustedes quien paga
de verdad? No es difícil la respuesta,
piensen, piensen.
Sus Señorías se dividen en seis grupos, independientemente de los escaños
que ocupen, a saber: Oradores, Telefonistas, Literatos, Ligones, Ensoñadores y
Baloneros. Los Oradores suelen ser los secretarios generales de cada partido o
sus portavoces. Normalmente hablan mal, muy mal, tienen de oradores lo que yo
de Guerrero del Antifaz. Los Telefonistas son un nutrido grupo que se pasan las
horas mirando el teléfono, no se sabe a ciencia cierta que miran, si bien
algunos infiltrados hablan de chistes graciosos y fotos de tías buenas. Los
Literatos, como su nombre indica, son diputados a los que no se les escapa
ningún periódico deportivo ni opúsculo con gancho. Los Ligones tienden a salir
del hemiciclo con frecuencia, con la excusa de flojera de próstata, a fin de que
al regreso a su escaño puedan pasar revista a los cruces de piernas de las
Señorías señoras. Los Ensoñadores practican full
time el arte del ronquido, son tantos que no está mal visto, como mucho “Manolo que te oyen” Y por fin, los
Baloneros, también la etiqueta los delata, son los pelotillas de turno que
abundan como las setas, y su labor consiste en aplaudir a rabiar o, si es el caso,
patear escaños, en defensa del jefe de filas de su partido. Destacan por no
saber o no tener ni puta idea de que trata lo que aplauden o vituperan.
No es
preciso decir que el común denominador que los hermana a todos, sean del color
que sean, es permanecer en la poltrona in sécula seculórum, por los siglos de
los siglos. Amén. Por qué no haría yo caso a mi suegro!