dimecres, 3 de febrer del 2021

JEP (2)

 

Dicen los más agoreros que veremos la luz al final del túnel. En lo que no se ponen de acuerdo es en la longitud del túnel. Las tinieblas de lo desconocido han barrido este mundo traidor. Primero el 2021, después el 2023, más tarde el 2025. Ahora ya voces autorizadas hablan del 2050. No pueden imaginar el disgusto que me causa pensar que difícilmente voy a poder recibir el inicio de la recuperación sanitaria y económica como se merece. Según mis modestos cálculos, un servidor cree que en 2050 estaré dando vueltas a la tierra montado a lomos de Jep que, en orden natural, ya hará tiempo que se encuentre rodeado de satélites cabalgando en el más allá de lo sideral.

“Todos los que tenéis a semejantes míos, os aprovecháis cobardemente para ligar”. Me quedé fundido por el misil de Jet, no entendía sus palabras. “Si hombre sí, no disimules. Cuando salimos a pasear te falta tiempo para echar florecitas a cualquier mindundi atado a una señora. Que perrito más bonito, ¿también vive por aquí usted? ¿Siempre sale a esta hora? Sí, mi perro es muy grandote. Además, yo no soy un perro, soy Jep”. Pobrecito, estaba celoso, hoy veía visiones. No sé, anoche le puse en su mesita de noche una cajita de música, que se activa cada hora y suena la bonita música de Cara al Sol. Un viejo éxito de los años treinta encumbrado por los Tiñosos Ávidos de Sangre. Distinguido conjunto. Aun hoy parecen emerger entusiastas ufanos, rancios y casposos. Ay Jep, Jep, ¡alegra esta cara!

Si como pregonan algunos predicadores con tintes religiosos, después de la muerte, pero no se sabe cuándo, nos hemos de reencarnar en otra cosa, el asunto es para pensárselo, aunque no puedas remediarlo. Pongamos por caso que Jep se presenta de nuevo en este valle de lágrimas, vistiendo traje de alpaca, gafas fashion y camisa de marca. Y que a la postre resulta ser el presidente del gobierno, ¿Qué diría el propio Jep? Yo creo que no ladraría nada de nada, por eso es una reencarnación, y de pasada, como quien no quiere la cosa, viviría de puta madre. Dicho sin rencor alguno. Pero vayamos más allá. Ignoro si uno podrá escoger su rol en el nuevo mundo. Supongamos, puestos ya, que a mí me gustaría aparecer en cualquier rincón de Menorca. Tener una modesta casa con piscina cubierta, siete habitaciones, cinco baños, piano con pianista incluido, pista de tenis para hacer footing y embarcadero propio, claro. Ah, perdón, y tres asistentas, rubia, morena y ébano. Más que nada para tener con quien jugar al parchís. Y ahora viene lo bueno, soy un enamorado de Menorca, su luz diáfana y sus puestas de sol, son únicas en el mundo, si es que queda mundo. Sí señor, reencarnarme como un modesto isleño, y verlas pasar. Pero... y si me reencarnan en una ¡cabra! una cabra bigotuda, coja y pestilente. Dios mío, qué horror, triscando por los riscos todo el puto día y sin un aguilucho que zamparme ni hierba que tragar. ¡Qué fuerte!  

Esta noche me acostaré con Jep en el puto almacén, y a cada hora, cuando suene el Cara al Sol, nos levantaremos los dos y cantaremos aquello de Mami que me quede como estoy. Sin maracas.