dijous, 26 de febrer del 2015

CAMISETA Y BAMBORRAS

David Fernàndez es un tipo que me cae bien, escondido bajo su indumentaria de buen rollo, un hombre de calle, gente de la calle, palpita alguien que se entrega al noble y prostituido arte de la política, con desenfado, osadía y entusiasmo. Estamos todos muy necesitados de aire fresco y renovadas ideas que nos hagan volver a creer que la política no solo es buena sino necesaria. A mi entender es una persona con ciertos tics de timidez pero que cuando se lanza al ruedo se crece y se hace escuchar. Su exceso de sencillez, para mí, va en detrimento de sus nobles ideales. Quiero decir que si a él le complace vestir o pasearse como un leñador de Oregón  está en todo su derecho, como si quiere ir en pelotas a un concierto de reggae. Pero discrepo de su imagen pública que es lo que la mayoría conocemos. Seguramente en su decálogo de buenas maneras se contempla el uso de la informalidad para captar más acólitos. Creo que es un error, estoy seguro de que si luciese su palmito más acorde con lo tradicional, tendría mucha más acogida. De la misma manera que no estoy sugiriendo que vista de Armani ni con corbata, tampoco puedo admitir que deambule por el Parlament hecho un verdadero asco. Es del todo reprobable. No por mí, sino por la institución a la que pertenece y nos representa a todos, y a la que debe un respeto. Y ese respeto se refiere al uso de unas camisetas sudadas y raídas o unas zapatillas hartas de polvo, absolutamente inadecuadas a mi entender. Estoy de acuerdo con usted, Sr. Fernàndez, en que algunas declaraciones oídas en la comisión Pujol son un epitafio y provocan vergüenza ajena, pero no estoy menos de acuerdo en que dichas desde el estrado de una reputada institución como el Parlament con bamborras y camiseta de costellada son una bofetada al buen gusto. Ya sé que forman parte del guion y de la imagen popular, pero no es correcto, no es correcto.

Cuando no hace ni diez días Yanis Varufakis, el flamante ministro de finanzas griego, se presentó en Bruselas a negociar con el Eurogrupo las medidas económicas de Grécia, también llegó ataviado como para ir a tomar unas birras, eso sí, muy alejado de las sandalias de David Fernández, y además con cierto aire de matón de Chicago. Seguramente también creyó que el desparpajo de imagen y la socarronería le iban a facilitar el diálogo con sus colegas europeos, olvidando que el deudor era él y no sus adversarios negociantes. Hoy ya parece que se ha guardado sus chulerías en la americana de colores y presta más atención a las indicaciones que le susurran al oído, como…paga lo que debes. Y que conste que concedo de entrada más eficiencia y buen rollo a la imaginada visita del líder de la CUP por su educación y saber estar, que no al prepotente de Varufakis. Eso si, no se me presente en Europa con sus cutres camisetas y rancios vaqueros, representado al gobierno de Cataluña, por favor.


En el fondo todas estas estrafalarias conductas responden sin ninguna duda al ejercicio del manual del populismo. Todos sabemos que se trata de captar votos en los arrabales de los que no suelen votar. Y me parece bien el objetivo, pero no así las formas, que no solo de pan vive el hombre. En España también hay un molde en donde se cuece ese aire deshilachado, progre, popular. Y éste sí que pegará un varapalo más que merecido a los dos partidos mayoritarios que han batido el record de mantenerse treinta y cinco años en el poder para poder llegar exactamente hasta el mismo lugar de antes. La gente está más que cansada, está harta de tanta hipocresía, ineficacia y corrupción, y busca en esas nuevas formaciones la redención de sus males y el castigo de los actuales gobernantes. Pero es que cuando me imagino a Podemos, con sus progres trazas, yendo a negociar a Bruselas no puedo evitar un escalofrío. El problema es que los de ahora han resultado nefastos para la población con su sórdido quehacer, pero y los de las bamborras y camiseta? O es que estamos condenados a la mediocridad de por vida. Y pienso en Celia Villalobos y su monumental cagada presidiendo el debate más importante del año legislativo.