dijous, 30 de setembre del 2021

DIVAGACIONES

 

DIVAGACIONES.

Desde que han levantado las barreras de las autopistas, la verdad es que han devenido en un berenjenal bastante peligroso. No daba con la emisora apropiada para oír buena música. Cerca ya de mi destino el navegador me ha susurrado “a doscientos metros gire a la izquierda”, me he fiado más del rótulo estático que señalaba a la derecha. Y así ha sido. Vas tragándote la cruda realidad del mundo rural, un pueblo tras otro compitiendo en sencillez y aburrimiento, casas medio derrumbadas y neones anunciando lo que casi nunca desearías. Por fin música idónea que te acompañe, de películas, la he pillado con el Último Mohicano.

En el no lejano horizonte intuía las cumbres y escarpados del Montsec, un espacio de ensueño que cobija el mudo esplendor de Mont-Rebei. Si algún día me pierdo, por aquellos recovecos podrán encontrarme. Detecto las primeras gotas en el cristal, pellizcos líquidos sin importancia. Anoche preparé la cámara, sin ella no podría robar momentos y lugares irrepetibles que después archivaré en mi casa, si encuentro los archivos. Los pensamientos y recuerdos se agolpan en mi cabeza, como siempre, sabiendo que distraen mi atención al asfalto. No tengo remedio. Ignoro si a los demás también les pasa, dormirse en la autopista o hervir el caletre con nombres, citas o lugares. Lo dicho, un desastre.



La radio anuncia la entrada del intermedio de Pagliacci y la carretera secundaria exhibe su rotunda soledad. Me detengo, enseño el morro en un camino a Dios sabe dónde. Cierro los ojos y sueño. ¡Es tan reconfortante soñar despierto! Ya he llegado, cámara en ristre y pertrechos en la espalda, buen invento eso de la mochila, eso sí, poca carga y ligerito que si no me crujen hasta las ideas. Un bar. Pues claro, ¿conocen algún lugar sin bar? Cuatrocientos habitantes y amabilidad a raudales, se agradece. Uno pequeño de jamón, copa de vino y café. 3’50€, me han sorprendido, poco más y le doy un beso a la moza. Ya tenía preparado el teléfono, yo soy de la legión de gilipuertas que paga con el teléfono o el reloj, si me acuerdo. Pero dado el caso he buscado monedas y le he pagado con cuatro de a un euro, guárdese el cambio o cómprese algo. Marcho a cumplir con el objetivo que me ha traído aquí. Intento cumplir siempre conmigo mismo.

Ya de vuelta, con el cielo encapotado, el asfalto algo mojado y bandadas de pájaros surcando el panorama en busca de un lugar donde aterrizar y ponerse las alas a buen recaudo porque si no, no vuelan. En el asiento del copiloto llevo la mochila y el periódico que no he abierto. En algún bache de mucho tono se dispara el avisador de cinturón, la mochila ha dado un bote y se activa el chivato.

Hablando de botes, hoy me he calzado unas bambas nuevas, son tan cómodas que parecen zapatillas. Son de importación. Me quejé por no tener noticia de ellas y llevaban quince días pagadas. Me escribió una mujer, no sé si guapa o no, unas parrafadas en inglés que puso a prueba mi buena disposición por los idiomas. O sea, transporté los correos al traductor. En fin, llegaron ayer y punto. Hoy ya no lloverá.