dijous, 15 de desembre del 2016

REGALOS NAVIDEÑOS

Estos días es corriente que las revistas y suplementos de los periódicos se acompañen con páginas de regalos navideños. Hay de todo, o casi, mayormente piezas o detalles de alta gama, caros y glamurosos. Los relojes predominan en el escenario, desde piltrafas de 70 euros hasta piezas de orfebrería de miles de euros. Me ha llamado la atención una artística botella de coñac Hennessy por un módico quítame de ahí esas pajas de 35000 euros. Quiero pensar que se trata de un error porque gastarse al hilo de seis millones de pesetas por unas copichuelas parece como algo surrealista. No dudo de que hayan descerebrados dispuestos a regalar la botella en nombre de un elitismo  y arrogancia a prueba de bomba. Pero considero que es como un insulto promocionar regalos que solo están al alcance de un uno por ciento de la sociedad. Por no hablar de un jarrón de cristal de murano a 2400 euros la pieza, o un vistoso cojín de colores a 672 euros la cabezada. Hay que joderse. Parecen reportajes hechos a imagen y semejanza del Sr. Donald Trump, pero la inmensidad de mortales no está en esa onda.

Y hablando de regalos navideños, el Tribunal Constitucional, siempre atento y preocupado por nuestras inquietudes, acaba de mandarnos debidamente envuelta y lazada, una monumental y preciosa cesta navideña en la que además de felicitarnos efusivamente las fiestas, nos adjunta un recadito primorosamente empaquetado en el que nos viene a decir que a partir de ya se nos prohíbe casi todo. Dicho así puede parecer un pelín exagerado, como si fuera una condena a muerte, y no es así, no es así. Unido a otros recaditos anteriores tan solo se trata de menudencias de escasa importancia que, al parecer, molestan en cierta medida a la mayoría de españoles, al gobierno y a una buena parte del propio tribunal. Tan solo se trata, por ejemplo, de nuestra lengua, sí, hablar catalán es algo trasnochado, incluso en algunos ámbitos es una falta de respeto, un atisbo de mala educación. Circunstancia que me choca dado que a la hora de  la verdad los catalano parlantes ya solo somos cuatro, el cabo, y el tío Perico. Pero claro, como lo que priva en la España intolerante es el castellano, pues ya se sabe. Ellos aceptan cuatro palabras en eusquera y dos en galego porque son curiosas, y ni decir tiene que si te expresas en andaluz, o sea, destrozando el castellano, es considerado de una gracia que no se puede aguantar. Pero en catalán no, como que no. En parte tienen su razón porque hace trescientos años que lo intentan liquidarla, franquismo incluido, y no lo han conseguido del todo. 



Tampoco el alto Tribunal considera oportuno que hablemos de independentismo que, como todo el mundo sabe, no es el tifus, ni el sida, ni tan solo el nazismo que ellos, el gobierno, parecen confundir. No, tan solo se trata de una opción política como otra. Para ellos todo vale, incluida la extrema derecha, tan vistosa y campante en las Españas, pero de independencia, ni hablar. Y aunque les lloremos nuestra tristeza de estar exhaustos a su lado, sometidos a su prepotencia de escasa raíz democrática, expoliados sine die por regiones que jamás en los próximos milenios habrán renunciado a vivir del momio, a que afronten los planteamientos políticos, no desafíos, al estilo Maduro, que hablen de diálogo con la boca de los domingos pero practiquen la amenaza y el desprecio con la misma boquita pero la del lunes, que no reconozcan su estirpe dominante, intolerante, primitiva y prepotente. Se trata de que los indios catalanes permanezcan en la reserva calladitos y obedientes.

Y ya para finalizar como podríamos  omitir el último regalito. Para que sirven los parlamentos? Tengo entendido que sirven, primordialmente, para hablar. Y en los argumentos no hay límite de temario, no hay restricciones, a menos que hables de putas, pero creo que ni eso. Bien, pues tampoco, prohibido hablar de aquello que no les gusta que se hable. ¡Felices Navidades! (Democráticas de verdad).


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