Quien no ha hecho una foto en su vida? Con más o
menos fortuna, con mejor o peor máquina, pero yo creo que casi todo el mundo en
un momento u otro de la vida ha pulsado el disparador. Poco podía imaginarse Joseph Nicéphore Niépce que el
1826 hizo la primera fotografía con una vetusta y rupestre caja de madera, que
aquel invento revolucionaria con el paso de los años todo el mundo. Hoy en día
las cámaras digitales casi rayan la perfección, si bien sigue siendo primordial
el ojo que se acopla tras el objetivo. La habilidad del fotógrafo. Para
entendernos, yo hago una foto con la mejor cámara del mundo y puede dar como
resultado un guiñapo impresentable.
Aunque hoy la técnica nos ofrece múltiples
posibilidades mediante programas informáticos para hacer cuantos retoques
consideremos oportunos, sigue predominando la foto familiar, las instantáneas
de celebraciones, viajes o las pseudo artísticas. Las fotos con encuadres
torcidos, quemadas por el sol, oscuras como el carbón o árboles ocres sobre fondo
de tierra verde. Las más comunes suelen ser las de grupos familiares o de
amigos, ciertamente horribles, en las que por mucho que se quiera unificar el
momento y el gesto con aquello de Lluisssssss o patataaaaa, no se acaba de
acertar en el momento del disparo. El resultado no es decepcionante, es cómico:
la abuela atusándose el moño, la soltera abriendo escote, el guaperas
acomodándose el paquete, el abuelo cabreado porque lo han recortado y solo se
ve el bastón y la sandalia, la mujer del fotógrafo con cara de.. me quieres
todavía y los niños con el dedo en la nariz. Sin olvidar al imbécil de turno
poniendo orejas de burro al de delante. En fin, un montón de rasgos familiares
muy entrañables, practicados con buena intención y mejores deseos. Pero, eso
si, cuando pretenden enseñarte las doscientas fotos de la última costillada o
el vídeo casero de la comunión de la niña, aquí la cosa deja de ser cómica para
convertirse en un suplicio de tres pares de huevos. Tu pones cara de megusta
mientras el padre de la niña sonríe en tu oreja suspirando de emoción ante
aquellos bodrios de recuerdos en imágenes. Tendría de estar penalizada la
visión de fotos y vídeos caseros fuera del ámbito familiar.
Hoy el cambio es realmente espectacular, un
acontecimiento sucedido en las antípodas puede estar en tu mesa de trabajo en
segundos. Esto es más que progreso, esto es la ostia. Si el bueno de Nicéphore
Niépce levantara la cabeza, seguramente volvería a palmarla ante tales proezas
técnicas y, de no ser así, agarraría su caja de madera tronada y forrada con
piel de testículo de jabalí y la pisotearía hasta su desintegración. Siempre
hay un antes y un después en casi todo. Hace pocos años se puede apreciar en
fotos de un servidor una incipiente barriguita, hoy asoma un agresivo panzón
que miedo da verlo. Bien, pues la fotografía ha hecho un después
estratosférico, mucho más que mi barriga.
Y qué me dicen de los teléfonos móviles con cámara,
o mejor dicho, las nuevas cámaras con teléfono incorporado. No me digan que no
es el colmo de la comodidad, el desiderátum de la imaginación, el summum de las
aspiraciones humanas, el alter ego de nosotros mismos. Supongamos que la esposa
va al corteingles a buscar una cajita de cebos de mosca que su marido le ha
encargado. En el estante ella ve mosca gigante, mosca pequeña. Fácil, foto a
las moscas y esperar que el marido responda, (solo en teoría, porque lo más
seguro es que ella no sepa enviar la foto y el marido esté roncando a pierna
suelta). También me informa mi amigo Ignacio, que de teléfonos sabe un óvulo,
que el intercambio de fotos también se usa para que los amantes se crucen
peticiones relacionadas mayormente con la fruta, ya saben: enséñame las peras
que hoy no he comido o cambio peras por banana. La ciencia avanza que es una
barbaridad!
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