dissabte, 31 de maig del 2014

PASEANDO POR LA TOSCANA

Después de emplear tiempo y mucha ilusión en recorrer la bella Toscana, no es difícil entender el por qué la magia del cine tampoco ha sido ajena a esta explosión de delicadeza y ternura de los paisajes. Alguna tarde de lentos y largos paseos, he podido apreciar la luz crepuscular bañando  los valles y colinas dando al paisaje el tono y la forma de las cálidas pinturas. Los bosques se funden con los cipreses y los sembrados, todavía con la caña verde,  contrastan con el rojo intenso de las amapolas que irrumpen en su espacio, se asemejan a inmensas alfombras que tapizan tus sentidos como un caluroso abrazo, como un tímido beso en la larga noche. Pongamos San Gimignano, por ejemplo.

Qué más puedo decir de este paradisíaco lugar que las palabras no empañen ni turben su suprema belleza, su delicado color, su frágil presencia. Anthony Hopkins da clases sobre Dante en el Palazzo Vecchio de Florencia para recobrar su personaje de Hannibal. Roberto Benigni rodó parte de su terrible tragedia en el encantador pueblo de Arezzo, el mismo desde el que escribo estas notas en este momento. En Montepulciano, de ricas y fértiles viñas, también se encendieron los focos para filmar Shakespeare  en su “Sueño de una noche de verano”. En esta misma localización se esforzaron mis muy deseadas Kristin Scott Thomas y Juliette Binoche para dejar constancia de su valía en “El paciente inglés”. No lejos de ahí, en los alrededores de Siena, Rusell Crowe dio vida a Máximo en Gladiator. Siena es una ciudad medieval como casi todas ellas. En la Piazza del Campo, de piso cóncavo y pendiente, se encuentra el Palazzo Pubblico y su famosa torre o campanile. Es en esa plaza donde dos veces al año se celebra El Palio, competición hípica de los distintos barrios  de Siena, muy vistosa por el colorido de los estandartes y las dificultades de la propia carrera en un eximio espacio atiborrado de público.

Volterra es una sorprendente población con más de dos mil años de historia. Se encuentra al sur de La Toscana, no lejos de su costa. Como casi todas las poblaciones se sitúa en lo alto de un monte. Además de su magnífica muralla hay que admirar la belleza de sus callejuelas y mágicos rincones atestados de palacios medievales y con unas vistas a vuelo de pájaro sobre la campiña toscana que hielan el aliento. A poca distancia del pueblo se encuentra un restaurante de carretera en donde degusté mi primer plato de pasta, no soy muy dado a este tipo de comida pero en esta región casi diría que es obligado. Una refrescante mega ensalada y una sabrosa lasaña recién horneada. Todo bien regado con un fino Chianti y rematado con una copita de grapa, como no podía ser de otra manera. Si hubiera que poner alguna objeción a este paraíso de verdor no sería a la naturaleza, que aquí derrochó generosidad, sino a las comunicaciones. Si ya de por si es complicado debido a la sinuosidad del trazado y los eternos desniveles, el piso de las carreteras es un verdadero desastre, una autentica competición de baches,  hoyos y obras, obras por todas partes con limitaciones del tránsito. Característica que igualmente hay que aplicar a autovías y alguna autostrada.


Si hubiera que decantarse por alguna de estas poblaciones en aras de su belleza, sin lugar a dudas escogería San Gimignano, es una delicia de pueblo, es de otro mundo. Sin menoscabar la belleza de las demás porque toda La Toscana es un dulce pastel pero, éste, es para paladares delicados, un verdadero capricho de la naturaleza y de la historia. Mañana partiremos hacia el norte de la región que aun siendo la misma ya es otra historia, pero me consta que también nos ha de sorprender por las incontables maravillas que esconde. Pero será mañana.

diumenge, 25 de maig del 2014

DE FLORENCIA A LA TOSCANA

No hay forma de acostumbrarme, ni de perderle el miedo tampoco, en el momento en que el avión comienza a rodar por la pista y alcanza la velocidad necesaria, la mole de hierro y plastico levanta la cabeza señalando las nubes. Esta maniobra corre pareja e inversamente proporcional a mi estado de ánimo, el avión ruge desafiante en su ascension y yo me derrumbo en un mar de gelatina. La gente charla, lee o duerme, excepto un bebé que ha puesto la directa y sacude nuestros oidos. El espacio escasea, justo el cuerpo, algo de la barriga y las piernas recogidas. Apenas se divisa un fondo azul alli bajo, hemos salido con tiempo nublado y seguimos entre nubes cruzando el Mediterraneo, Florencia espera. La conozco, he estado un par de veces pero siempre de forma superficial. El puente sobre el Arno, o de las joyerias, la Santa Croce, parte del centro y el mercado. En esta ocasión pienso invertir algo mas de tiempo, pero no será hasta el domingo.

Al iniciar la maniobra de aterrizaje el comandante se ha encontrado con una corriente de aire de costado que le ha obligado a zarandearnos como el que acuna a un bebé, produciendo daños laterales en mi acojonamiento general. El aeropuerto de Florencia es pequeño y sin ninguna pretensión, las maletas han salido de su letargo viajero en pocos minutos. Ya en la calle un calor sofocante y el asfalto vestido de carne a la plancha. Del coche de alquiler ni rastro, un letrero poco vistoso nos anuncia en italiano que en breves momentos llegará un mini bus que nos trasladará a la zona de rent a car, como asi es. Un coche largo station wagon que va de perlas para depositar las maletas en la parte trasera. Nuevo, tan solo quinientos kmts., tras fallidos intentos descubro que no se pone en marcha si no piso el embrague. Hace años que no conduzco un coche con cambio manual y la verdad es que le encuentro el gustillo a acelerar o reducir con la palanca. San Gimignano solo a cincuenta kmts, fácil si no fuera por la caótica salida de la ciudad y las horribles carreteras más perforadas que un colador. La Toscana empieza a mostrar su eminente carácter verde, verdisima naturaleza, y los cientos de miles de cipreses se extienden a lo largo y ancho del panorama y formando bellísimas avenidas en la entrada de las múltiples villas que salpican las pequeñas colinas del paisaje. El ciprés era concebido como estigma de poder.


Y el hotel, elección mía, posee unas instalaciones dignas de un rey etrusco, glorioso antepasado de estas tierras. Se trata de un formidable edificio en planta baja formando un suave ángulo. Edificios contiguos, torre de vigilancia, suave y bella jardineria y una gran piscina que permite desde lo alto apreciar la magnifica silueta de San Gimignano al atardecer. Es de estos enclaves en donde la palabra se queda corta, cuesta describir la belleza de sus calles, el milenario adoquinado o las góticas esquinas de embozados y espadachines. Conserva casi intactas sus altas torres, otro símbolo de poder, de forma rectangular y muy altas, al contrario de Siena donde si les cortaron el cuello por la mitad. Carreteras extremadamente sinuosas y envueltas por una orgía sinfónica de tonos verdes, bosques y cipreses...eternos cipreses. No se aprecia aqui una relación o simbología directa con la muerte, como en tantos otros sitios. Altos, estrechos, firmes como un lápiz y apuntando al cielo con osadía. Al contrario de la tristeza que evocan en otras latitudes, aqui es un elemento de sinuosa y espectante belleza. La Toscana es una región pintada de absoluto y fértil verde en donde solo predominan los tonos pastel muy tenues que visten casas, muebles, elementos decorativos y yo creo que hasta la vida de las personas. Pero queda mucho por contar, el viaje sigue su curso y nosotros lo seguimos embobados.




divendres, 16 de maig del 2014

MAR O MONTAÑA, PERFUMES QUE EMBRIAGAN


A esta hora de la mañana el sol impacta en los muros del monasterio y produce el mismo efecto que al atardecer, las vetustas y venerables piedras  adquieren ese cálido color de las manzanas al horno. Desde la salida del astro rey se produce una sucesión de colores y sombras que salpican el entorno de tal manera que cada mirada a lo lejos es un nuevo escenario, una nueva pintura recién colgada. Siempre me debato en esa dicotomía de la que recibo tantos influjos: mar o montaña. A pesar de haber dedicado gran parte de mi vida a enaltecer mi amorosa relación con el mar, a bañarme en las espumosas aguas de la nostalgia y fundirme en sus mil y un tonos azules. A reflejarme en ese  horizonte líquido que el sol transforma en descomunal espejo o palidecer en la noche cuando un rayo de plata lo parte en dos mitades, a pesar de todo ello, digo, mi alma, tímida y vergonzosa ante una indisimulada duda, tuerce el gesto hacia donde los árboles y las verdes llanuras acunan las altas vertientes de bellos terciopelos de musgo y roca.

Desde mi privilegiada atalaya, taller de letras y libros de historias vividas o fantaseadas, los rayos de sol penetran agresivos y preñados de cegadora luz, cruzando los ventanales y ajenos a mi presencia. Que lejos han quedado ya aquellos días en los que en la carretera no había más que asfalto y prisa, cuando los pájaros no eran más que garabatos en el cielo, cuando los colores y las flores desfilaban a mi lado sin verlos. Tiempo en el que otoño no era otra cosa más que color y el invierno frío y barro. Pero ese tiempo ya oscureció tanto que huyó en una noche cualquiera, en algún recodo de una carretera que ya no recuerdo con certeza si más que carretera era un callejón sin salida. Pero las cosas han cambiado, ahora ya no veo asfalto, ni garabatos volando, ni mucho menos prisa para nada, prisa? Pero que digo, tan solo me estimulan las ganas de vivir, de hartarme de naturaleza, de empacharme de bosques y senderos, de hablar con las aves y las flores, de conocer a fondo la vida verdadera, la de las viñas y los olivos meciéndose con la brisa de los campos.

Por un momento he detenido las teclas, me he acercado lentamente al ventanal para abrirlo y sentir como el aire de la mañana trepa por la enredadera y me invade con sus suspiros de vida. Qué placer contemplar la grandiosidad que me rodea presa de un silencio ensordecedor. Los pájaros planean en perfecta formación a escasos metros de mí, parlotean y sueltan lastre en su vuelo hacia alguna torre del monasterio o acaso en alguna ventana de marco centenario. Me viene el recuerdo de un artículo firmado por mi amigo Agustí que con su vieja Olivetti escribió uno de sus más bellos y enternecedores relatos. El núcleo de su historia son un pájaro, una rama de ciprés y el alféizar de su celda. Se imaginan hurgar la mente hasta poder describir con quinientas palabras una historia  de amor, de amor fraternal, de amor por la vida? Escribir es fácil siempre me decía, con qué sencillez y generosidad escondía su maestría. Allá donde esté estoy seguro que seguirá aporreando su vieja máquina llenando el infinito de bellos paisajes pintados con letras.

Se acerca mediodía y los cuadros se han cambiado, la luz es otra y los ocres y verdes adoptan un tono distinto, más suave, más pastel, con menos intensidad. Unos almendros llaman mi atención por su firmeza, quietos, inmóviles, solo balanceando su verde cresta y mirando de reojo media docena de pinos vecinos que sí alardean de su contorno, bailan lentamente pero sin descanso. Los aromas que me llegan embriagan y perfuman mi taller, pasto maldito de nicotina. Debo volver a mi banco de pruebas y concluir este paseo matinal. Después pondremos el tren a punto, el tiempo apremia y la tierra de los mil colores aguarda nuestra llegada.

divendres, 9 de maig del 2014

PATATAAAA


Quien no ha hecho una foto en su vida? Con más o menos fortuna, con mejor o peor máquina, pero yo creo que casi todo el mundo en un momento u otro de la vida ha pulsado el disparador. Poco podía imaginarse  Joseph Nicéphore Niépce   que el 1826 hizo la primera fotografía con una vetusta y rupestre caja de madera, que aquel invento revolucionaria con el paso de los años todo el mundo. Hoy en día las cámaras digitales casi rayan la perfección, si bien sigue siendo primordial el ojo que se acopla tras el objetivo. La habilidad del fotógrafo. Para entendernos, yo hago una foto con la mejor cámara del mundo y puede dar como resultado un guiñapo impresentable.

Aunque hoy la técnica nos ofrece múltiples posibilidades mediante programas informáticos para hacer cuantos retoques consideremos oportunos, sigue predominando la foto familiar, las instantáneas de celebraciones, viajes o las pseudo artísticas. Las fotos con encuadres torcidos, quemadas por el sol, oscuras como el carbón o árboles ocres sobre fondo de tierra verde. Las más comunes suelen ser las de grupos familiares o de amigos, ciertamente horribles, en las que por mucho que se quiera unificar el momento y el gesto con aquello de Lluisssssss o patataaaaa, no se acaba de acertar en el momento del disparo. El resultado no es decepcionante, es cómico: la abuela atusándose el moño, la soltera abriendo escote, el guaperas acomodándose el paquete, el abuelo cabreado porque lo han recortado y solo se ve el bastón y la sandalia, la mujer del fotógrafo con cara de.. me quieres todavía y los niños con el dedo en la nariz. Sin olvidar al imbécil de turno poniendo orejas de burro al de delante. En fin, un montón de rasgos familiares muy entrañables, practicados con buena intención y mejores deseos. Pero, eso si, cuando pretenden enseñarte las doscientas fotos de la última costillada o el vídeo casero de la comunión de la niña, aquí la cosa deja de ser cómica para convertirse en un suplicio de tres pares de huevos. Tu pones cara de megusta mientras el padre de la niña sonríe en tu oreja suspirando de emoción ante aquellos bodrios de recuerdos en imágenes. Tendría de estar penalizada la visión de fotos y vídeos caseros fuera del ámbito familiar.

Hoy el cambio es realmente espectacular, un acontecimiento sucedido en las antípodas puede estar en tu mesa de trabajo en segundos. Esto es más que progreso, esto es la ostia. Si el bueno de Nicéphore Niépce levantara la cabeza, seguramente volvería a palmarla ante tales proezas técnicas y, de no ser así, agarraría su caja de madera tronada y forrada con piel de testículo de jabalí y la pisotearía hasta su desintegración. Siempre hay un antes y un después en casi todo. Hace pocos años se puede apreciar en fotos de un servidor una incipiente barriguita, hoy asoma un agresivo panzón que miedo da verlo. Bien, pues la fotografía ha hecho un después estratosférico, mucho más que mi barriga.

Y qué me dicen de los teléfonos móviles con cámara, o mejor dicho, las nuevas cámaras con teléfono incorporado. No me digan que no es el colmo de la comodidad, el desiderátum de la imaginación, el summum de las aspiraciones humanas, el alter ego de nosotros mismos. Supongamos que la esposa va al corteingles a buscar una cajita de cebos de mosca que su marido le ha encargado. En el estante ella ve mosca gigante, mosca pequeña. Fácil, foto a las moscas y esperar que el marido responda, (solo en teoría, porque lo más seguro es que ella no sepa enviar la foto y el marido esté roncando a pierna suelta). También me informa mi amigo Ignacio, que de teléfonos sabe un óvulo, que el intercambio de fotos también se usa para que los amantes se crucen peticiones relacionadas mayormente con la fruta, ya saben: enséñame las peras que hoy no he comido o cambio peras por banana. La ciencia avanza que es una barbaridad!

diumenge, 4 de maig del 2014

LAS PALABRAS DEL SILENCIO

Muchas veces confundimos la palabra silencio con la inhóspita soledad de la noche. Parece que silencio y noche vayan unidos en la imaginación, quien eres tú que entre nocturnas sombras sorprendes de este modo mis secretos y te escondes en la oscuridad de mis pensamientos. Para algunos silencio es timidez o aburrimiento, otros porque sufren penalidad o frustración, y son legión los que creen que la noche es fuente inagotable de creación, de recrear los afilados destellos del alma, de ordenar las palabras según el dictado del corazón, aprovechando la pasiva elocuencia del silencio y el tránsito mudo de las horas. La noche oscura y escurridiza esconde muchas verdades que el día deslumbra y ciega con su luz, dicen.
Alguien dijo que el sentimiento más profundo se revela siempre en el silencio, tal vez no sepamos entender que lo que a veces callamos tenía de haber sido proclamado en voz alta, o antes de enfurecernos meditar si cuando obtenemos una callada por respuesta no nos están sintetizando la razón. Deambulamos por un jardín repleto de vegetación, de sutiles colores y estrechos senderos en los que con insistencia buscamos respuestas y salidasa nuestras trifulcas existenciales, sin apercibirnos de que una y otra vez volvemos a topar con las mismas flores y piedras, iguales enigmas sin resolver, puertas entreabiertas. Encerrados en un laberinto vital.
Hay quien cree que esconderse tras unas gafas negras le aísla del entorno, piensa que la coraza de cristal oscuro le faculta paraescudriñar esquinas y rostros manteniéndose en la impunidad, en la transparencia. Pero no somos transparentes, no tenemos el don de pasar inadvertidos ni de ser opacos para los demás. Nos delata nuestro propio yo, los gestos, las miradas, las muecas, las ausencias y las presencias. Solo cabe armarse hasta los dientes con la palabra, salir a pecho descubierto y sonreír ante el balanceo de las amapolas en los trigales, el calor  de una mano abierta, los labios en una mejilla o el te prometo que nunca más. Si pudiera sellar mi arrepentimiento y cumplir la penitencia, lo haría, una y cien veces, pero no hay oraciones para la cobardía. 
Cuan profunda es la herida que ciega toda ilusión, si no fuera porque donde muere una ilusión siempre nace una esperanza. El que calla otorga, no es cierto, al menos no es cierto del todo. Paseando por la ribera del río, entre guijarros y cañaverales, por donde el silencio se disfraza de murmullo líquido, donde las aves en vuelo rasante sacian su diminuta sed y los juncos se proyectan erectos, me pregunto si el silencio es cosa solo de madrugadas, de oscuros espacios de tiempo en donde las horas son algo más que sesenta minutos. Pero no, la palabra es intemporal, tanto como el pensamiento que la sugiere, no hay día o noche para los silencios, solo hay silencios. Compré un caro reloj pensando que con ello podría comprar el tiempo, qué vana y estúpida decisión.
No hay que disfrazar ni esconder las palabras, ni buscar un tiempo para emitirlas, no busques lo que no existe. Tan solo me arrepiento de lo que no he hecho, de lo que pudo haber sido y no fue. No guardes tus sentimientos para la noche que fue creada para el descanso, o para el día que es para vivirlo, manifiesta tus sentimientos como un río que discurre lenta pero inexorablemente, no hay río de día o río de noche. No hay silencios dosificados, tan solo la palabra que fluye escandalosa, o calladaPor todo lo que pudimos pensar, y no pensamos, por todo lo que pudimos hacer, y no hicimos, por todo lo que pudimos decir, y no dijimos.