divendres, 22 d’abril del 2016

PERFUMEN CON ROSAS SU VIDA

La semana ya está muy avanzada, posiblemente ya haya dado lo mejor que de ella se podía esperar, al fin y al cabo se trata de una sesión continua en dónde priman mayoritariamente las malas noticias, o las novedades que deprimen, que viene a ser lo mismo. Lo que un buen amigo mío suele detallar siempre que se le pregunta o se le explica cualquier avatar de este nuestro mundo; esto es una mierda, siempre dice. He acabado por darle la razón, esto es una mierda integral, sin que por ello haya que ser necesariamente un derrotista pero, efectivamente, todo huele a cuerno quemado. Ayer lavé el coche como es habitual cada jueves, razón más que justificada para que hoy lluevan finas gotas preñadas de barro y dejen la carrocería hecha unos zorros. La primavera sigue con su ambivalencia y hoy nos hemos despertado con una niebla baja y espesa. La niebla siempre va asociada al enigma, al misterio, la reflexión…y a los accidentes, claro. Conduzco sin prisa, la radio enmudece, la efigie de los árboles podados desfila por la ventanilla inerte, inmóvil, ramas entre humos evanescentes que no dicen buen viaje, ni ten cuidado. Aparecen y se esfuman por el retrovisor, ni tiempo dan para advertir que aparece otra que la sustituye, igual de silenciosa, rígida, muerta de tímida madera deshojada.

Presiono un recodo del volante para que regale música a mis oídos, las turbulencias del exterior hacen enloquecer el dial y el ambiente se preña de extraños ruidos y de interferencias que ponen a los pies de los caballos las emisoras que, pisoteadas y venteadas, revolotean perdidas e ilocalizables, intentando inútilmente sortear la furia de los vientos y la puesta en escena de la blanca y espesa bruma que todo lo cubre, la maldita niebla. El teléfono esconde su pequeña voz metálica sujeto a un cable que a su vez  esconde su cabecita en un oscuro agujero. Finge cargar la batería o su incapacidad para ayudarme? No hay cobertura, qué fatal momento vive el pequeño ingenio, que de ser mi alter ego, mi socorro en la encrucijada, mi voz en el desierto, deviene en un pequeño estuche de música donde la música brilla por su ausencia, y tan solo queda el brillo de un plástico anodino enmarcado por tenues lucecitas mudas.

La niebla, cosida por bancos emergentes, levita como una escalera de colores que cimbrea montaña arriba en un esfuerzo titánico por desaparecer de esta mañana huérfana de sol. La lluvia arrecia y toma posiciones. La carretera deja de ser un surco oscuro y opaco, poco a poco se extiende ante tus ojos como una lengua plateada por el acero líquido que todo lo humedece, todo lo moja. Los insectos maldicen la primavera, creyéndose inmortales, y desfilan inertes en una corriente de la pequeña muerte, cuneta abajo. Siento un sudor extraño y a destiempo, la lluvia golpea la carrocería y salpica de chispas azuladas tus ojos. Los neumáticos en contacto con el agua juguetean a vida o muerte. Ven a lo lejos y tú no, saben que en la próxima curva o quizás en la otra, bailarán al compás de un diabólico vals en donde los pies se contraponen y estalla la apoteosis, el delirio, el fin de toda melodía. No corras, no desafíes los elementos, teme del agua y sus piruetas. Piensa en los que te esperan.


Llegado a mi destino en una mañana con niebla ya evaporada, el cielo se ha resquebrajado dando lugar a que el sol, todavía vergonzoso, se cuele por las azules fisuras del vaporoso techo. Si hay sol hay vida, si hay vida late el corazón, si el corazón les sugiere una rociada y perfumada rosa, no lo duden ni un instante, regalen rosas i, créanme, lean, lean siempre un libro.