dimarts, 12 d’abril del 2016

BOHEMIA, AGUAS ABAJO

Hoy he sufrido un bien intencionado ataque de nostalgia, repasaba mis notas de los últimos diez años de viajes en tren, mi tren. He reparado en un destino de 2013 que, por aquel entonces, me hacía una gran ilusión y, para ser franco, sigo sintiendo un cosquilleo en el estómago al recordar la capital de la Bohemia: Praga. Es una ciudad fantástica, de obligada visita. En ella no solo conocerás una ciudad bellísima, de empedradas calles y plazas, monumentos incomparables, puentes de medio quilómetro de largo, tradiciones ancestrales y la mejor cerveza negra del mundo, sino que a través de sus huellas conocerás la historia de un enclave estratégico que deviene del Imperio Austro Húngaro, pasando por la antigua Checoeslovaquia, hasta la actual República Checa.

Praga como casi todas las ciudades provenientes de férreas dictaduras europeas, es una enamorada de la cultura en su sentido más literal y amplio. Son legión los niños que a los cuatro o cinco años ya atesoran unos conocimientos musicales que se hacen patentes en conciertos al aire libre de violín y piano. Disciplinas como el dibujo, la pintura o la música son impartidas en cualquier centro docente. Y los músicos urbanos, que los hay a cientos, se expanden en grupos por la parte antigua de la ciudad o del puente Carlos, con un denominador común: sus conciertos callejeros, al amparo de cualquier esquina, solo versan sobre Schubert, Mozart, Beethoven y los grandes compositores checos. Es un hecho insólito, su atuendo y figura es tan harapienta como en todas partes, estéticamente están en las antípodas de la belleza de sus interpretaciones. El área metropolitana de Praga es mucho menor que la de Barcelona, y tienen 13 teatros en los que se escenifica ópera con programación continua y a precios populares, no elitistas. Se entiende su sensibilidad y amor por la cultura en mayúsculas.

El impresionante paso del río Moldava por un extremo de la ciudad y la circulación de toscos tranvías marcan una característica imborrable de la ciudad. Las nuevas generaciones ya solo conocen de oídas La Primavera de Praga, período de liberalización política de Praga, que duró desde el 5 de enero de 1968 hasta el 20 de agosto del mismo año, en que las tropas rusas invadieron con sus tanques la ciudad aplastando cualquier intento de libertad. El Moldava es más caudaloso que el Elba, a quien entrega sus aguas en Melnik. "Ma vlast" –mi patria- es un bello poema sinfónico de Bedrich Smetana en el que brotan las aguas del Moldava por el pentagrama de la partitura, así como viejos soplos nacionalistas de Bohemia.



No detallaré el inacabable itinerario de lugares a visitar, ya lo dejé escrito en un anterior artículo del 2013. La describe con diáfana expresión su autor más conocido, Franz Kafka, cuando dice “es una madre posesiva”. Praga es una fusión de la naturaleza y arquitectura, de tradición y modernidad, y de océanos de cerveza también. En Stare Mesto se concentra el núcleo antiguo, zurcido de innumerables callejuelas que albergan la concentración de edificios históricos más fabulosos de Praga, además de tiendas, restaurantes y bares. En el extremo oriental del barrio la plaza de San Wenceslao, “solamente” un quilómetro de larga con una anchura de cincuenta metros.



La Plaza de la Ciudad, también de formidables proporciones, acoge edificios de una descomunal belleza entre los que se encuentran el Ayuntamiento y el siempre abarrotado de gente Reloj Astronómico. En las callejuelas aledañas pueden hacerse con un bonito recuerdo a base de Cristal de Bohemia, más falso que un duro de chocolate. A escasos pasos, un prodigio de la ingeniería medieval y punto de encuentro de millones de turistas: el Puente Carlos, irrenunciable su visita, quinientos metros por diez de ancho. No les hablaré de la cerveza negra, la descubrirán sin duda alguna, pero les haré una recomendación, vayan a casa de sus inventores. Desde 1499 en Ufleku, cerca del río, elaboran la mejor cerveza del mundo, y al atardecer pueden dar cuenta de unas jarras acompañadas de música tirolesa a base de acordeón. De retirada hacia el hotel, sería prudente que no se entretuvieran viendo el discurrir de las embravecidas aguas del Moldava, su vejiga podría traicionarles. Y quien avisa…