El primer beso lo recibí allá por dónde más o
menos se hace de noche en la memoria. Creo que tendría entre 14 y 15 años. La
maestra de ceremonias fue una mujer unos cinco años mayor que yo, un rostro
achinado y delicado que hacía titubear mis supuestas convicciones. El lugar
confieso que, casualmente, se trató de un escenario un tanto surrealista:
dentro del confesionario de una iglesia. Allí fui citado por quien, sin duda
alguna, llevaba la iniciativa y, de paso, un cuerpo para electrizar las neuronas
de cualquier adolescente. Estaba avisado, “esta
noche te enseñaré a besar”, Una vez reunidos y amontonados en el oráculo
del pecado, le proporcioné un beso contundente, pegadizo y prolongado en toda
la mejilla. Acto seguido, en vez de llamarme tonto del culo, me agarró por el
cogote y fundió sus labios con los míos atornillando sin piedad y taladrándome
con su lengua. En aquel preciso instante descubrí que, aun siendo atrevidillo, no
era más que un inexperto imbécil en brazos de una mujer. La clase se prolongó unos
veinte minutos más. De regreso a casa me aturdía una duda, una incógnita,
aquellos besos me habían sabido a berberechos de lata. Sería su boca la que
desprendía aquel sabor marítimo, o quizá era el resultado de una reacción
química al juntar los cuatro labios? O tan solo se trataba de mi sensación de
ridículo? Aquel fue mi bautismo de lengua.
Este sofocante episodio, desenterrado después
de medio siglo, me lo ha sugerido la lectura de un serio y documentado artículo
a modo de informe, en el que se pormenoriza acerca de la tormenta de
sensaciones: el beso. Para empezar pone de manifiesto que actualmente el beso
está perdiendo importancia en las relaciones, obviando un trámite esencial para
unas buenas relaciones sexuales. Al besar se contraen 30 músculos de la boca y
la cara, siendo los más activos el Cigomático, Obicular y Buccinador, este
último regula el movimiento de succión. La lengua estimula la secreción de
saliva mediante las glándulas submaxilar y sublinguar. Con la saliva, las
personas intercambian 278 colonias de bacterias, 0’7 miligramos de albúmina,
0’71 mg de grasa, 0’45 mg de sales minerales y 9 mg de agua. Las Feromonas son
sustancias químicas liberadas que transmiten atracción,
excitación y rechazo. Mientras tanto el beso estimula la liberación de neurotransmisores
que pasan de una neurona a otra en forma de descarga eléctrica sustancias como
lo dopamina, la endorfina y la noradrenalina. Parece complicado, pero la cosa
no acaba aquí. El ritmo cardíaco se acelera de 70 a 130 latidos por minuto.
Aumenta o disminuye la liberación de insulina. Los ovarios en la mujer segregan
mayor cantidad de progesterona y los estrógenos, mayor lubricación. En el
hombre, los testículos liberan una cantidad mayor de testosterona. La hipófisis
libera hormonas que estimulan glándulas como la tiroides, el páncreas, las
suprarrenales y las sexuales.
Bien, muy seguramente algunos de ustedes me
dirán, y qué? Pues, a ver como
decirlo, qué si en aquella aciaga noche de ósculos y abrazos en el pequeño
espacio que ocupa el recinto de las confesiones y absoluciones, alguien me
hubiera advertido de las consecuencias
del morreo noble, entregado, apasionado y tal vez furtivo, como aquel,
tal vez habría rehusado el ofrecimiento de la bella y servicial dama.
Demasiados elementos a considerar por una mente adolescente, que más qué una
instrucción, lo habría tomado como un peligro, como un infernal castigo. Para
ser sincero, tampoco ahora prefiero saberlo, y no por lo del castigo infernal,
sino porque mientras repaso el listado de elementos que entran en juego en un
beso, estaría perdiendo el tiempo de cara a lo que si me interesa en aquel
momento. Cualquier día me acerco dando un paseo a la iglesia aquella para
comprobar si el confesionario sigue en su sitio, no lo creo.
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