dijous, 21 de gener del 2016

ADIÓS AMIGO FIEL, HOLA COMPAÑERO.

No tenía muy claro de         que escribiría hoy, vagas ideas transitaban por mi mente hace días. La elección no es fácil, si hablas de política deviene en una disminución de lectores, si te inclinas por un tema libre el riesgo siempre discurre entre el acierto y la crítica. Muy pronto se cumplirán siete años desde aquel día en que decidí abrir las puertas de mi vida de par en par. Además de los mensajes privados y ecos silenciosos del boca a boca, hoy la avanzada técnica te permite conocer cuanta gente se pasea por estos artículos, quien es ocasional y quien es fiel a la cita semanal, tan solo en números. Pero no puedes conocerlos, ignoras su estampa, no ves ninguna cara asomada a estas letras, nadie a quien agradecerle estos cinco minutos de lectura. Pero aun así me siento rico, son muchas las personas que eligen esos cinco minutos una vez por semana. La razón? Es arriesgado hacer conjeturas del porqué no hay comentarios, porqué semana tras semana no hay un solo comentario, una crítica, una discrepancia. Según palabras de los que entienden de estas cuestiones, se debe a una especie de simbiosis entre el escritor y el lector. En general está de acuerdo con el contenido, lee, comparte o discrepa, invierte unos pocos minutos y hasta la próxima semana. Y solo puedo agradecerlo escribiendo una vez más, y otra, y otra, es mi manera de decir gracias. Recientemente he incorporado música para hacer más placentera la lectura, espero que sea así, y si no fuera de esta manera, se suprime.

Escribo estas líneas con un portátil nuevo, el anterior se rindió exhausto y dolorido. Ese cansancio no fue fruto de su trabajo diario, sino de acompañarme, leal y respetuoso, en todos mis viajes de los últimos cinco años. Le temía al avión más que yo, odiaba la soledad y frialdad de una habitación de hotel, se compungía en medio de las aglomeraciones o las multitudes, cerró sus destellantes ojos y se durmió para siempre, sin reproches, sin queja alguna.

No recuerdo cuando fue que suprimí la música en mis horas de tecleo, me distraía sin darme cuenta, no me concentraba. Hoy he roto la norma, he comenzado buscando acordes de música siciliana, aires de Palermo, Mesina, Siracusa o Lampedusa. Y Corleone, claro. Un inciso, quien pretenda viajar a Corleone para escudriñar sus callejuelas en busca del pasado de Michael CorleoneAl Pacino-, sentirá una gran decepción. Al igual que Fredo, Clemenza, Tessio, Sollotzzo o Tattaglia, ninguno, nadie. Tan solo son fruto de la imaginación de Mario Puzo y Ford Coppola. Perseguida por la recurrente asociación con la mafia, Corleone intenta sacudirse el estigma. A lo sumo pueden lograr una pobre foto junto a la señal de tráfico con el nombre de la población. Pero si gustan de las fantasías como yo, viven el cine como yo, adoran las obras de arte, el trabajo bien hecho, la música de Nino Rota, como yo, entonces considerarán que la trilogía de El Padrino es la mejor película de la mitad del siglo XX y no podrán resistirse. Entonces vayan, sí.


Y ya de regreso a Palermo, bella ciudad, joya cubierta con el polvo de la historia, no dejen de visitar el Teatro Massimo, templo de la ópera siciliana. Y si coincide con la representación en cartel de Cavallería Rusticana, disfruten de esta fabulosa y corta ópera con el drama siciliano a cargo de Turiddu y Santuzza, la partitura de Mascagni y el entorno siciliano les van a helar el corazón. Y no teman, a la salida desciendan la majestuosa escalinata sin un ápice de angustia, no habrá tiros ni Michael Corleone abatido sobre el cadáver de su amada hija. Ni tan solo Andy García estará para protegerlos.