divendres, 9 de juny del 2017

SEA USTED FELIZ, COÑO


Da igual si usted vive en California, Yorkshire, Baix Empordà o navegando por el midi francés. Si no es del todo feliz, si se siente contrariado, vulnerado en sus ansias o creencias, si la sexualidad no es más que un viejo recuerdo de un tiempo lejano, por favor, no le dé más vueltas, no se atormente, abra las puertas de su corazón y, créame, ponga un tribunal constitucional en su vida. Piense usted que aquellas dudas, aquellas indecisiones que tanto insomnio le proporcionaron, los malditos recibos de la hipoteca que fulminaron con amargura tantos años de su penosa vida, nada de todo esto le hubiera sucedido. Con paciencia y constancia, dejando transcurrir el paso de los meses, no precipitando más de la cuenta sus aspiraciones, un buen día hubiera llegado a su buzón, mezclado con tota la porquería que suelen almacenar los buzones, un oficio notificándole el inicio de un rápido proceso en calidad de investigado, mediante el cual y con algo de suerte, sería declarado culpable y condenado a inhabilitación de por vida. Si amigo lector, ha oído bien, ¡de por vida! Pero si esta suerte de mecanismo regulador de su cutre cotidianidad, lo hubiese aplicado a la totalidad de sus iniciativas, aspiraciones, proyectos, endeudamientos, importaciones, exportaciones, dieta contra el barrigón o escapadas nocturnas al tercero segunda, donde reside la maciza de la escalera, hubiera sido considerado un sujeto en rebeldía, ejecutor de futuros planes que cabría considerar como un desafío al estado de derecho, y acostado, siendo por ello condenado con un pedazo de inhabilitación eternum per secula seculorum de su persona ¡no existiría oficialmente! Se dan cuenta, perciben ahora la acuciante necesidad de poner un tribunal constitucional en su vida. Pues ya era hora. No malgasten un minuto más de su casposa vida y háganse con un TC, de venta en todas las delegaciones del partido de la gaviota, o quizá albatros, no recuerdo.

Fíjense en mí, por ejemplo, y disculpen que personalice, escribo varios artículos a la semana y se alternan metódica y puntualmente: Esta semana no los lee ni Dios y la siguiente son una porquería ilegible. ¡Y así sucesivamente, con cadencia, con gracia, con Ole tú! ¿Por qué extraño motivo no me he comprado todavía un TC? Eso es lo que yo quisiera saber, razonando un poco llego a la conclusión sin posibilidad de equívoco de que soy un inútil. Cómo es posible que lleve decenas de años reptando por este mundo y no apercibirme de que necesito, como el agua que no bebo, una inhabilitación de tres pares de globos.


Haciendo honor a la verdad, sí que un día me atreví a entrar en una franquicia de esas de la gaviota. “Buenos días, quisiera un TC que no fuera muy caro”. “Qué necesidades tiene el señor?” “Bueno verá, busco una inhabilitación total”, “Pero hombre de Dios, que motivos tiene usted para semejante petición, con esa buena cara que luce” “Verá, es que algunas carreteras de mi país son peligrosas porque están hechas una mierda, ya me entiende” “Joer, que gracioso, ahora me dirá que no tienen trenes”. “Si, tener, tenemos, pero todavía son más mierda que las carreteras”. Qué gracioso el señor, eso no son motivos para tener un TC” “No, ya, pero es que si escribo o hablo en catalán, me llaman nazi, y si digo de marcharme a casa de mi tía de París, entonces dicen que desafío al estado” “Vamos hombre, son simplezas” “Bueno, en realidad lo que me saca de quicio es que me maten a impuestos para llevárselos a los que están todo el día de cañas” “Santo cielo, buen hombre, con lo buenas que están las cañillas en verano” “Ah, la semana pasada estaba en Ámsterdam para presentar un libro mío, pero vino el embajador de aquí y se suspendió la presentación”. “A ver señor, no puedo venderle el TC, de la forma que habla he deducido que es catalán con todo lo que ello significa y conlleva. Hágame caso, proteste en silencio, pague gustosamente las cañas y, sobre todo, trabaje, trabaje mucho. Y para agradecerle su simpatía y saber estar le voy a regalar un castizo y bonito mantón de Manila que lleva grabado el perpetuo logo SEPYC. Así no olvidará nunca SIEMPRE ESTARÉ PAGANDO Y CALLANDO”.


Total, me han habilitado a no ser inhabilitado nunca jamás.