Fuera de Estados Unidos serían pocas las personas
que estarían de acuerdo con el desarrollo de las elecciones a la presidencia de
aquel país. Ha sido, y es, una campaña larga hasta el bostezo, como siempre,
propio de un estado democrático y de unas dimensiones gigantescas. Los dos
contendientes, Donald Trump y Hillary Clinton, se han batido el cobre como
corresponde en estos casos. Clinton, quizá por ser mujer, y aunque haya sufrido
altibajos en sus apariciones, incluidas las de salud, podríamos decir que ha
sido más comedida, más oradora y menos insultante. Su oponente, el archimillonario
Trump, ha hecho gala continua de su ordinariez, su carácter dominante clásico
de quien no acepta nunca un no por respuesta, ofensivo, insultante y con una
obsesión por denostar y humillar a todo el género femenino, con revelaciones de nombres y apellidos y con carácter general,
de un mal gusto irreconciliable. Un gañán con robusta cartera, vamos. Dada la
capital importancia de la nación americana en todo el mundo, sabemos que cuando
estornudan, los demás tenemos una pulmonía en puertas. Eso es así para bien o
para mal. El martes cinco de noviembre saldremos de dudas. De confirmarse la
elección del republicano sugeriría a Mariano Rajoy que se abstenga de solicitar
audiencia alguna a la Casa Blanca, podría ser tratado como a un indiano y
enviado el fin de semana a las montañas de Maryland, a la residencia de Camp
David, para servir los desayunos a los ilustres huéspedes y sus invitados, sin
olvidar el café de media tarde. Que se olvidara de su antecesor bigotudo al que
permitieron compartir reunión, fumarse un habano y poner los pies encima de la
mesa de centro. Todavía el personal de servicio del rancho, y el servicio
secreto, no se han repuesto de tanta osadía circense. España es una gran nación
y la más antigua de Europa, dice Rajoy, si, si, de acuerdo, ya lo hemos oído,
pero guárdesela a buen recaudo no vaya a ser que se le caiga de las manos y ya
la hemos jodido. Porque si se rompe en añicos no habrá Constitucional con
suficiente cola para pegarla. Sin obviar ni menospreciar que Rajoy es un gran
estadista así como su tribu de corruptos conspiradores.
El caso es que a pocos días del evento de
repercusión mundial, mucha gente con firma reconocida ha empezado a postularse
y declarar públicamente sus preferencias, o su preferido. Es este el caso de la
“diva” Madonna. Especie de cantante con desparpajo, aparato escénico y
sex-appeal de la que, por cierto, no me gusta nada, aunque reconozco que peco
de reprimido musical. La diva ha lanzado su grito y levantado las garras en
apoyo a la senadora Clinton. Nada menos que en el Madison Square Garden de
Nueva York lleno a reventar, se ha ofrecido al mundo para todo aquel que vote a
la senadora ofrecerle sexo oral. De esta manera lo han informado los medios de
todo el mundo. Pero exactamente lo que dijo la cantante fue “Si votan por Hillariy Clinton les haré una
mamada, ok?” Y añadió “Soy buena…me
tomo mi tiempo, miro a los ojos…y trago!” Pobre de mí, ya me perdonaran,
pero yo debo pertenecer al periodo Cuaternario. Esto es posible? Pues sí.
En fin, vamos a pensar que esto es real y que
seguramente complace a un montón de gente, pese a su cruel detalle
pornográfico, o gracias a él. Me pregunto si habrá límite para este tipo de
pronunciamientos y otros del mismo sello. Pongamos que surte efecto el invento
y que antes de jurar el cargo Hillary ya se han formado colas en todo el globo
terráqueo. Irán en taxi, en tren o en avión? Pero todo se colapsará, el
universo en cola. Madonna dejará de cantar o podrá compatibilizar ambas
gestiones. Dispondrá de aceite labial para evitar erupciones o sencillamente no
le quedarán labios, encías ni dientes y bailará de espaldas con uno de sus
antifaces. Me pregunto. Me declaro un rematado inculto que cada día le cuesta
más entender lo inentendible.
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