CRÓNICAS EN TINTA AZUL (VII)
Como la proa de un barco avanzamos cortando
el agua y sin perder un minuto. Las hojas del calendario desvanecen como a no
tardar lo harán las de los árboles. La historia se repetirá y el otoño inundará
nuestros mejores momentos con los colores más seductores de la naturaleza. Ya
no sé si es bueno o no, los días transcurren sin altibajos, casi todos son
iguales. Es como una gran diversidad enmarcada en una pintura de sol y playa.
No me disgusta, pero echo de menos las pequeñas cosas del día a día en mi hábitat
natural: las montañas, el silencio, la lluvia tras los ventanales, las noches
claras de cielo diáfano, las tardes en el escritorio, el hogar de fuego. Las
lejanas campanadas del viejo monasterio recordando la inmortalidad de sus
oxidadas piedras. El mundo real, para mí.
Al Martini seco le han puesto poco hielo y he
tenido que hacer notar mi desacuerdo a los responsables de este pequeño
desbarajuste. El sol vuelve a mirar con cara de pocos amigos para gozo y
satisfacción de los ríos de gente que se tuestan en la arena. Para muchos, nada
como asarse la barrigota birrera o las decadentes tetas bajo un tronado parasol
de Quesos Manchegos la Leche. Otros,
los más conspicuos e inefables, practicando el odioso deporte de la pelota o
las raquetas, pisando toallas y tocando las pelotas. Este año me he librado del
vergonzoso espectáculo de las avionetas atadas a una pancarta que dicen cosas
como Bar de copas Cecilia, que viene
a ser lo mismo que Casita rosa Cecilia,
mientras las criaturas embelesadas les dicen adiós con sus manitas. Ignoro si
esta carencia de publicidad elevada se debe a la crisis o algún tipo de
prohibición administrativa. En todo caso para celebrar todos estos eventos y
que el aire acondicionado funciona de primera, me he pedido otro Martini bien
frío.
No soporto el calor, es superior a mí. Hace
dos días que no cojo la bicicleta, me falta algo y me niego a tolerar que las
piernas se me conviertan en dos patas de silla. Excepto el pescado y la carne
soy el encargado de proveer en casa de todo lo necesario para vivir dignamente.
Cuestión que en la vida normal no es tan acusada. No quiero decir que cuando
estamos en la casa oficial no compre nada, sino que no lo hago con la misma
intensidad que ahora. Incluso tengo la osadía muchos días de hacer algún malabarismo
en la cocina, lo que algunos esmirriados tildarían de mariconadas, se trata de
los primeros o entrantes, unas ensaladas de diseño absolutamente
espectaculares. Hoy he comprado hojas de albahaca para mejorarlas y sorprender
al personal. Unas palabras para alabar y rendir un homenaje de agradecimiento a
los tomates de este año, francamente espléndidos.
Esta mañana mientras desayunaba he visto
pasar el tren turístico que hay en muchas poblaciones. Me han venido ganas de
subir, pero no para ver lugares emblemáticos, que ya los conozco todos, sino
para ponerme detrás del último vagón a leer el periódico y consumir el purito.
No se han sentido nunca como niños? El caso es que una vez ha desaparecido el
tren y mis infantiles deseos, he seguido leyendo atentamente las tonterías
diarias del Sr.Rajoy, aunque que sin perder de vista las hermosas flores que
desfilaban ante mí medio vestidas, medio desnudas. La belleza es para
admirarla. Por cierto, el diario me ha puesto al corriente de que en Barcelona
se ha abierto una academia que se anuncia para impartir clases de "Técnicas para conquistar, placer,
orgasmo, sado y fotografía seductiva" son algunos de los talleres
donde se imparten estas ciencias medio ocultas. "Hay quien no sabe cocinar y se apunta a un curso de cocina,
también hay quien no sabe dibujar y busca una de dibujo, entonces ¿por qué no hacer
una academia para quienes quieran aprender a disfrutar del sexo?"
Razonamiento de la Sra. Laila Pilgrim, directora de la escuela, qué soberbia
iniciativa. Acto seguido he pedido medio Whisky con mucho hielo para proseguir con
el artículo entero, y a pesar de ser muy respetuoso con la iniciativa de
aprendizaje, debo confesar que las materias tratadas en profundidad me quedan
ya un poco ajenas. Ya no tengo edad ni ganas de volver al cole.
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