dijous, 4 de juny del 2015

EL VIEJO ALMACEN DE LA VIEJA CASA

Hace ya muchos años, tantos que ya no puedo ni precisarlos, en un día de mucho calor que invitaba a las travesuras y diabluras ​​de un incipiente adolescente, intentaba seguir los pasos del tiempo escondidos en el olvido de un viejo y destartalado almacén. Hacía años que nadie había osado traspasar aquellas devastadas y astilladas puertas. Cuando éramos niños siempre nos recordaban "Niños, no entréis en el almacén". Esto era suficiente para envolver la mente de unos pequeños con un clima de misterio, de miedo infundado. Se pasaba por delante del almacén sin mirarlo, ni siquiera de refilón. Ese día comprendí que allí dentro no había nada que diera miedo, sencillamente no querían que nos hiciéramos daño entre tantos trastos. Aquella desamparada edificación formaba parte de la casa, la casa de toda la vida, un enorme caserón blanco con tres alturas. A poca distancia estaba la vieja caseta de los masoveros, y un poco más allá las caballerizas, pocilgas y gallineros. Nada de esto se había restaurado, sólo la casa. Y la balsa grande en la que nos bañábamos durante el verano, ahora reconvertida en piscina. La entrada a la casa era impactante, como una gran sala de techo alto y aceras a cada lado. Había bancos de piedra a ambos lados donde en invierno no se podía parar y en verano se estaba plácido y fresco como en la boca del pozo. A la izquierda una enorme cocina con los fogones en medio de la estancia y una espaciosa despensa llena de estanterías adornadas con tapetes de flecos bordados. Contiguo a estas dependencias el comedor. Sala noble de casi setenta metros,presidida por una chimenea revestida de piedra y mármol. El techo fue respetado reparando y barnizando las gigantescas vigas de madera con más de cien años de antigüedad y que seguían sosteniendo el caserón. Al otro lado de la calle sólo había una enorme sala atiborrada de sillones, alfombras y sofás, como un califato, y hoy una televisión panorámica que le resta prestancia a la gran chimenea. Junto a la chimenea una puerta conduce abajo, a la bodega, de temperatura inamovible verano e invierno donde reposan los vinos y cavas, la mistela y la barrica del vinagre. Y una batería de barricas de roble americano con el vino del año.

Aún que todo esto sean huellas del pasado, es un pasado inmortal, un pasado que siempre ha estado presente en mi vida y que sigue estando en ella. Aquella lejana mañana me movía en una especie de museo desordenado en el que el robín y el polvo reinaban por todos los rincones, con el permiso de un buen equipo de murciélagos que colgaban boca abajo y cuatro golondrinas buscando la salida entre esqueléticas bigas. Utensilios de la siega y de la vendimia que hoy harían reír, cuerdas deshilachadas, capazos, muebles, portadoras de uva, bidones de aceite vacíos y resecos, un revólver de seis balas recocido, y yo qué sé, trozos de generaciones amontonados. Me llamó la atención un pequeño coche tapado con los agujeros de una acartonada lona. En la guantera una libreta amarillenta donde se podía leer con letra redondeada: 10 H de bosque, 20 H de sembrado, 800 olivos, 25000 cepas, 30 cerezos, 10 nogales, 500 almendros, dos pozos. Fue escrito con plumilla, los diferentes grosores lo delataba. No podía estar escrito por nadie que no fuera el abuelo Rafael, médico del pueblo, obstinado jinete y seducido por la buena mesa y el buen tintorro. Aún no habían aparecido las prohibiciones y cabalgaba siempre con un caliqueño entre los labios. Amaba la tierra y los frutos que procuraba. Cuentan que le decía a la abuela "cuando tus hijos te traigan los nietos y se hagan mayores, nada de ser médicos o escribientes o rateros. Campesino es lo mejor que puedan hacer”. Y la abuela “entonces porque tú eres médico" pero él fumaba y callaba.

Ese mismo día de mi pretendida adolescencia dejé escrito con tinta de lágrimas que de mayor sería escritor. No sé muy bien por qué. El caso es que me he dedicado a la alimentación, qué paradojas. En fin, ya saben, "Los viejos sueños eran buenos sueños. No se cumplieron, pero me alegro de haberlos tenido”.