Cada día es más difícil entender este mundo. Creo que a partir de la
segunda guerra mundial todas las naciones, y con ellas su población, se han
vuelto más intransigentes, más insolidarias, vecinas de egoísmos y renuncias a
todo lo que no sean beneficios propios. Los países del Este atenazados por una
deshumanizada dictadura, marcó una profunda huella en sus habitantes
privándolos de entender qué significa la palabra democracia. Debatiéndose entre
el deseo y la añoranza. Chequia quizá signifique una prometedora excepción
dentro de este desolador pasado. Al igual que la Alemania comunista, que se
libró del yugo totalitario con ingentes aportaciones de recursos por parte de
su otra mitad libre, si bien es cierto que, a día de hoy, todavía persisten
ciertas reticencias al cambio.
La no pasada crisis financiera, verdadero tsunami asolador de vidas y
haciendas, tampoco ha sido ajena a ese expandido criterio de primero yo y
después yo. La gente teme por su trabajo y por tener que renunciar a lo logrado
tras años de bonanza. Un grupo muy abultado de personas no volverán a trabajar
más y unirán sus incertezas para la jubilación a la de centenares de miles de jóvenes que se hallan
en precario y “sostenible” paro. Las nuevas técnicas de información y
comunicación han logrado hacer de este mundo una estrecha globalización, pero
según para qué. Si acaso el bolsillo ha sido lo menos globalizado de todo. Sin
excluir algunos sentimientos que no acabamos de compartir del todo.
Recientemente hemos vivido de cerca atentados terribles, como el de Paris,
a manos de fanáticos fundamentalistas, o catástrofes provocadas como la del
avión de Germanwings incrustándose en la roca de una cima en los Alpes. La fatídica
suma de ambos desastres arroja un saldo de 157 muertos. Recordaremos estos tristes episodios por mucho tiempo, los
medios de información se encargarán de mantenernos viva la memoria. Igual que
el de la penosa muerte de un profesor de instituto ocurrida ayer en unas muy
lamentables circunstancias. Cada uno de ellos se hace acreedor de nuestras
condolencias y avivan los sentimientos de solidaridad para con sus familiares.
Y es bueno que la sociedad se revele ante acontecimientos de esta
naturaleza. Que sienta un impulso de ayuda, de mitigar el dolor producido. Pero
desgraciadamente las cosas no son siempre así, no son enfocadas con el mismo
color del cristal, y ni tan siquiera despiertan los mismos sentimientos.
Alguien se acuerda de los fallecidos por el brote epidémico del ebola? Se
declaró inicialmente en Guinea sobre diciembre de 2013 y hacia mediados de
febrero de este año habían sucumbido ya 9380 personas, la gran mayoría en
África. Apenas queda el recuerdo de la
demanda presentada por Teresa Romero, auxiliar de enfermería, contra el equipo
médico que le salvó la vida por trato inadecuado, 300.000€! Y la sociedad
occidental qué dice de aquellas tenebrosas y patéticas imágenes de cuerpos
envueltos en una sábana camino a la zanja? Nada, casi nada.
Lo mismo podríamos decir de las oleadas de inmigrantes subsaharianos provenientes
del norte de África que son enrolados
por las mafias y embarcados en frágiles y destartaladas embarcaciones para
enfrentarse a una muerte casi segura. Son pobres gentes excluidas de cualquier
derecho y sin futuro a la vista. Su bagaje es muy pobre, tan solo cuentan con
un pasado de hambre y terror y alientan sus sueños con un futuro imaginado de
bienestar y rodeados de desconocidas comodidades. Lo que no saben es que en el
caso de no morir en el intento, sus posibilidades de bienestar serán casi
nulas. Esta semana, en un solo naufragio han perecido 800 personas, la mayoría
encerradas en la bodega del barco sin ninguna posibilidad de salvarse.
Durante la Navidad de 2004 un Tsunami azotó y arrasó las costas de
Indonesia y Tailandia principalmente. Según un reciente informe de Naciones
Unidas el balance fue de 229.866 fallecidos. No viene de 10.000 en un paquete
tan voluminoso. Acaso nos hemos vuelto asépticos o indiferentes ante las
desgracias ajenas? No, no lo creo, pero sí algo selectivos, tendemos a valorar
los dramas por la cercanía, la proximidad. Cuanto más cerca más sentido, lo
lejano es otra cosa, es cosa de telediarios, infortunios de gentes un poco
extrañas. Si no es hipocresía, qué es?
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada