Mal asunto. Saben que son las mialgias? Sí, claro que lo saben. Quien no ha
padecido dolor de cuello, externo, de
espalda o de articulaciones. Incluso de pecho. Según los entendidos las
mialgias se deben al sobreesfuerzo muscular y los traumatismos sobre los
músculos. Además las mialgias pueden aparecer en enfermedades que afectan
especialmente a los músculos y las genéticas como el síndrome de Ehlers-Danlos.
Fabulosa descripción que me deja exactamente igual que antes de leerla. Dado que
no soy ni científico ni médico, mi pobre explicación es que se trata de una
gigantesca putada sobrevenida cuando menos la esperas, sin motivo ni
justificación que la haga inteligible.
Durante mi segunda juventud fui presa fácil de éste doloroso y abrumador
trance. Almenos dos veces por semana era castigado con dolores insoportables
que podían aparecer por un lateral del pescuezo y que con el transcurso de las
horas se iba deslizando hacia el omoplato y posteriormente al pecho. Nada podía
detenerlo ni atenuarlo, y si a todo ello le unimos mi poca disposición al
examen médico, el resultado eran horas y horas de falsa inmovilización puesto
que mis obligaciones no me permitían el llamar por teléfono y decir aquello de
“No puedo venir porque estoy malito”. Eso
si, las inefables aspirinas bien pautadas porque el ibuprofeno no se había
inventado todavía.
Recuerdo especialmente una noche en que el sufrimiento era tan horrible que
ninguna posición del cuerpo en la cama me consolaba. No paraba de emitir alaridos
y gritos acompañados de espasmos continuos de dolor. A tal punto llegaba mi
desespero que con voz entrecortada y rota le dije a mi mujer “Discúlpame que no
te haga el amor pero es que me siento abatido y semi inconsciente”. Que por
cierto, a la vista del cuadro ella lo entendió perfectamente. No como otras
veces en que le decía lo mismo pero casi roncando. El caso es que sobresaltada
y con gran susto, requirió la presencia inmediata de un galeno para comprobar y
diagnosticar mi dolencia. Y así fue, al poco rato acudió una mujer joven y
diría yo que llevaba el titulo en el bolsillo. Sin mediar palabra desenfundó su
estetoscopio y auscultó mi pecho mientras me introducía un termómetro en la
boca. Mi mujer, fuera de si, le relataba mis crueles ataques de dolor a
traición sin ser demasiado atendida por la joven galena. En un momento dado la
doctora me ordenó “Incorpórese”, yo hice intención pero en vano, el dolor me
atravesaba un costado y mi impulso fue reírme de tanta impotencia. “Dese la
vuelta” me ordenó, y sin poder remediarlo volví a sonreír de mi inutilidad
física e incapacidad para mover una pestaña. El caso es que la doctora guardó
su estetoscopio, me miró enfurecida y dijo que ella no había venido para hacer
reír a nadie y que me olvidara si estaba pensando en que me iba a extender la
baja. Aquí rozó mi punto débil, hablarme a mí de baja era un grave insulto, una
ofensa imperdonable, una afrenta a mis ideales. Me seguí revolcando en la cama
sin reír hasta que el despertador me dijo basta ya.
Mala cosa esa de las mialgias pero, en fin, que se le va a hacer, hace años
que ya no las sufro, y como dijo aquel “madrecita que me quede como estoy”.
Otro día les hablaré de las cistitis veraniegas, quién no sabe lo que es una
cistitis. No es una putada, es que las pasas más putas que Caín. Ya saben, se
te pone una vejiga disfrazada de fiesta mayor como para que baje santa Rita y
lo vea. Pero ahora no es el momento, tiempo habrá para contar mis desgraciados
episodios en pos de una suave y tierna micción. Ya tiemblo solo de pensarlo.
Les ocurre a ustedes que cuando abres un medicamento siempre da la puñetera
casualidad que lo haces por el extremo en donde dobla el prospecto? Mira que
cabrea ehhh?
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