diumenge, 23 de març del 2014

ROSAS DE PRIMAVERA

Ascendíamos a lo alto de la montaña en busca del nuevo resplandor, a la descubierta de los verdes pastos que alfombran prados y laderas, de las flores que salpican y colorean nuestros ojos, del tímido murmullo de juguetones arroyos  que se deslizan cuesta abajo empapando sinuosos lechos entre musgos encallecidos y helechos de verde esperanza. “Doña Primavera de aliento profundo, se ríe de todas las penas del mundo. Doña Primavera de manos gloriosas, haz que por la vida derramemos rosas. Rosas de alegría, rosas de perdón, rosas de cariño y de exultación”. El tren resopla en su lento y cansado camino, exhala pequeñas nubes de vapor blanco que se diluyen entre hojarasca y las copas de los pinos. El silencio de la montaña impone su ley y los oídos gandulean, tan solo captan los sonidos del silencio.

Casi tres meses sin subir al tren proporcionan una apetencia improrrogable que por fin he resuelto: volvemos a surcar viejos y nuevos caminos hasta allí donde los raíles se cruzan y desaparecen en el horizonte. Los girasoles desfilan tras la ventanilla mostrando sus maquilladas caras, pícaras y cambiantes, inacabables extensiones de diminutos sembrados asomando su tímido verdor. Y las cepas extendiendo sus brazos al sol disfrazadas de retorcidos esqueletos de madera. La naturaleza narcotizada por el crudo invierno vuelve a sonreír con la llegada de la primavera. El tren atraviesa desfiladeros, cruza puentes y se sumerge en la oscuridad de las entrañas de la montaña. Las ciudades desaparecen bajo un manto de polución y los pueblos le siguen mirando como aquel destino deseado y desconocido. Andenes vacíos y otros llenos de lágrimas y pañuelos.

Los versos de Gloria Mistral enardecen la llegada de la primavera con rosas de alegría, nos habla de la luz, de los colores, de los fértiles campos y la madurez del espíritu. De la vida nueva, morir y renacer en primavera, explosión de la sabia naturaleza, eclosión y colorido en las paletas del pintor, en las estrofas poéticas. Qué es la estación de las flores  sino juventud. Claro que si, la primavera se transforma en el lado amable de la vida, donde los corazones palpitan con rubor de pecado, con guiño enamorado, con la ilusión de todo lo deseado. Amor de juventud, pasión de sangre caliente, derroche de sentimientos y orgía de sueños inalcanzables. Esto es primavera, esto es juventud. Lo canta el poeta y lo digo yo. Derramar rosas.

Pasó el afligido otoño y el crudo invierno y, con ellos, muchas primaveras quedaron ya olvidadas y sin retorno posible “Con unas hebras de plata  me pintará los cabellos y alguna línea en el cuello que tapará la corbata. La vejez... está a la vuelta de cualquier  esquina, allí, donde uno menos se imagina se nos presenta por primera vez”. Quisiera volver a ser niño, a creer que la vida es una sucesión interminable de primaveras, confiar en que nadie es más que ninguno, en que el sol calienta lo mismo para todos. Abrir las ventanas y dejar que el aire fresco y limpio sea siempre mi fuente de inspiración, que el trino de los pájaros al amanecer no sea un  sueño. Dejar que mi cuerpo y mi alma se llenen de amor, amar con desvelo, sentir que una mirada me turba y el calor de un aliento me hipnotiza.


Soy propietario de muchos otoños, pero no por ello voy a dejar envilecer mi pensamiento ni mis entrañas. Ya siento la primavera penetrar por todos los resquicios de mi alma, es como algo que llama a tu entornada puerta y te llena de vida. Es la primavera que aunque no haya venido para quedarse, llena los campos y los corazones de atrevidas flores y aromatiza nuestros sueños para hacernos olvidar los otoños y recordar que la vida es bella.