A
las olas no hay quien las pare, hacia arriba, hacia abajo, que subo, que me
bajo. En fin, un coñazo. No las olas, sino el gobierno de las corruptelas; que no hagáis tonterías o vendrá Frau
Cospedal, que si te doy con el 155, que si te enrejo y me chuto tu patrimonio,
que nada de comprar urnas o pongo al fabricante en una urna y a ti en una tasca
de tintorro cañí, que como buen español no negocio porque no me sale de los
cojones y olé, que como buen demócrata me encanta el airoso pasodoble que lleva
por título susurros de sables, que si te incauto la Cheneralitá y monto un
puticlú, que si me arremango y lleno de Bárcenas la Cheneralitá para dirigil-la,
que te invado la región, la inmovilizo y la bloqueo -Bueno eso no, que si la bloqueo, Egpaña se
me colapsa-, que voy a encarcelar a tres
millones de catalufos, que monto un gran hermano en la TV3. En fin, ya
digo, un coñazo como la copa de un pino.
Como
iba diciendo, las olas suben y bajan. Y porqué qué coño hablaría yo de las olas
ahora? Ah sí! Estoy en la playa y he de atender a mis azotes de mar, mi concepción in
situ acerca de las palmeras azotadas por el viento, las hordas de guays en
pantalón corto y el sensual contorneo de bellas mujeres en las noches de cenas
en terrazas y ambientes chic! Que yo sepa el alcohol no ha sido invitado pero,
créanme, pura lujuria, no se ve pero se le nota, campea y reina a sus anchas,
desde las más lúgubres y atocinadas mesas hasta el más alto pabellón con
bandera española de los yates amarrados en batería. Todo el mundo dándole al
hocico con mano de vidrio y espíritu de 40 grados, doblando el codo con brío y
traza marinera. Y quizá, pobre de mí, tengan toda la razón del mundo en coger
esas cogorzas tan aristotélicas o quijotescas…se ven tan distintas las cosas!
Claro que sí, justo al lado hay una mesa con dos parejas de cierta edad, frente
a frente, durante toda la cena no han cesado sus estúpidos circunloquios en voz
más que alta. Le he sugerido a mi hijo que quizá habría que llamarles la
atención, cena tranquilo que te conozco.
He cenado. Ellas despampanantes, bellas, atractivas, grandes ojos rimelados. Los dos jamelgos cargados de
pulseras, medallas y peazo Rolex, claro. Camisa blanca y calzones cortos. Que
estampa más estival y festiva! De comer no sé qué han comido, pero de beber…un
fraude para las entrañas, una auto aniquilación y exterminio de las queridas
asaduras, bendito hígado! Me abstengo de relatar en qué estado se encontraban
al marchar, desequilibrio en estado puro.
El
calendario me informa de que es jueves, el sol hace rato que chulea en las
alturas y el mar azulea el horizonte de mármol turquesa, buen día para navegar,
no navegaré. Mi mujer, consciente de mi ingente tarea en este mundo, me ha dejado una lista encima del ordenador
que de lejos intuyo como un rollo de papel de wáter. Toca supermercado. He
salido de casa silbando para no exteriorizar mi cabreo aunque, bien mirado,
también me gusta ocuparme de la compra
porque, entre otras cosas, compro lo que nunca me comprarían a mí. Alerta! Hace
dos meses que no compro whisky, nada, ni gota, en casa. Maldita barriga, no se
da por aludida y sigue con su pertinaz crecida. Otro coñazo como una casa.
Buenas
noticias, en su último informe económico el ministro de Hacienda, Cristóbal
Montoro, asegura que Catalunya lleva puesta la directa arrojando unos
resultados más que óptimos. ¿Exportación, rasgo identitario, industria
eficiente, carácter emprendedor de los catalanes, coyuntura mundial? No amigos
míos, nada de eso. El ministro tiene la certeza de que esos magníficos
resultados se deben a que ¡Catalunya está en España! Cágate lorito. Media
España ya se está frotando las manos. Ni siquiera es un coñazo, esto es la coña
en persona. Y marinera, claro.
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