dijous, 20 de juliol del 2017

AZOTES DE MAR. EL CALOR DE UNA FACTURA.

Hoy no voy a hablarles del calor, las olas, los chiringuitos, los arrumacos nocturnos en la arena o las gambas al ajillo. Ni de la madre que los parió. No sé quién es. En todo caso, tan solo me referiré, excepcionalmente, al calor. Nada nuevo, ningún cambio, como cada año sino más: Estoy hasta los mismísimos congrios de llevar pegada cada día, en los brazos y lo que sigue tras ellos, esa fina y transparente capa caliente, húmeda y pegajosa que entorpece el normal funcionamiento de las pocas neuronas que acumulo y, tristemente, dinamita cualquier iniciativa encaminada al más mínimo esfuerzo. Todo al contrario, sin duda, de cuando concurren todas estas circunstancias en un tórrido encuentro con una vaporosa damisela. Siendo así, todo calor es poco. O era poco, porque ya ni me acuerdo. (Calor: sensación que se experimenta al entrar en contacto con un cuerpo caliente o al estar en un ambiente caliente.)


Pero sigamos, que el calor arrecia. Alain Ducasse es de esa generación de cocineros que, con solo verle la sonrisa, sabes que te pateará el duodeno mediante “l'addition”. Ofició de gran gurú de los fogones en el segundo piso de la Tour Eiffel en el Jules Verne. Se trataba de una cena romántica con la que el presidente de la república agasajaba al matrimonio Trump-Melania. A la izquierda, Brigitte y Donald, en frente, Emmanuele y Melania. A sus pies la ciudad luz y el Sena. Algún listillo de los muchos que sobran, se apresuró en confeccionar una foto montaje en la que se apreciaba una factura por un importe total de 154.953 euros. Cagüendiós! Fue la reacción airada e inmediata de los furiosos internautas. Y un Armand de Brignat valorado en 130.000 euros, otra vez, cagüendiós, las redes sociales, clamaban y rugían. Motivo no les faltaba, estoy seguro. Afortunadamente a las pocas horas, Le Monde enmendó la plana a los impresentables que originaron tal confusión, falsedad morbosa. El ágape no supero los dos mil quinientos euros, facturados a Emmanuele Macron, no al estado francés. O sea, como en España se hacen estas cosas, pero al revés, denle la vuelta y Bingo! En cierto modo puede excusarse la ligereza de los internautas españoles porque no están acostumbrados a estas pequeñeces. Lo malo de los 2500 es que sin ser un desafuero tampoco es una bagatela, pero ya verán cómo será aprovechado por alguna Mariloli para decirle al marido que a ver si se descuelga con una cena así, no seas tan roñoso, tonto del culo. Cagüenlaostia! Vacaburra, eres. Si es que somos así, cojones, a qué negarlo. En otro orden de cosas, hablando de Melania, esfinge, faraona, inexpresiva, muda, belleza agresiva, exquisita escultura eslava y con gafas de sol oscuras, impulsa a subirse 154953 veces al segundo piso de la Tour Eiffel para darle la mano, sin ascensor, trepando hierros. Joer, anda que no! Pues bien, en otro montaje fotográfico de algún desalmado, se puede ver a la princesa de las agrestes llanuras americanas, meter inocentemente la mano en el paquete presidencial, del francés. Será desgraciado el tío, no el francés. Es que lo que no puede ser, no puede ser.

Ya me disponía a cerrar los bolígrafos y colgar el ordenador, cuando me aparece una notita en la esquina inferior derecha de la pantalla en donde leo: Culo veo, culo quiero. Coño! ¿Quién hay por aquí? El cojín se hinchó y me apretó más, el culo. Qué me dices, no me jodas, por favor, pero en dónde estamos? Aprieto tecla y se me redirige a una página de Instagram en la que aparece el archifamoso, gran editor de programas de entretenimiento, marujo de gallineros y cotorras, comandante en jefe del ejército de marujas españolas: Jorge Javier Vázquez, de espaldas, en bolas, apoyado en una columna helenista, la vista perdida en el horizonte y el culo en pompa, con un pie de foto que quizá evoca sus pensamientos y reza: culo veo, culo quiero. ¡Cagüendiós!