dijous, 16 de febrer del 2017

CLOACAS O TULIPANES

Me he estado un buen rato mirando el teclado sin saber de qué escribir. Yo no soy una excepción, también estoy embadurnado de toda la porquería que nos vierten constantemente en los noticiarios y periódicos. Como diría un ultra español, el panorama se ha vuelto dantesco. La nefasta Operación Diálogo, que no ha existido nunca, ahora se ha transformado en Operación mentira, confabulación, enredo. Resulta que la violencia está ascendiendo sensiblemente de tono en Cataluña, a pesar de no haberla visto nadie por ninguna parte. Incluso el detestable periodista Inda, colega de fechorías con Marhuenda, catalán de carambola y renegado, acaba de declarar que ahora en Cataluña hay más violencia que en los tiempos más álgidos de ETA. La proporción es inexistente: País vasco cerca de mil muertos, en Cataluña cero. También es mala leche que, sin duda, muchos lo creerán. Lo único que me encaja de todo esto es que forma parte de la última maniobra del inoperante gobierno español con la intención de abonar el terreno para proceder a una intervención o suspensión de la Generalitat de Catalunya. Este es el diálogo y éstas sus armas; la mentira y el juego sucio. Y a todo esto la Comunidad Europea bostezando y mirando hacia las auroras boreales en Laponia.

Con las manos paralizadas encima del teclado pensando y sin éxito, me exigía un esfuerzo para alejarme de las alcantarillas, huir de los ennegrecidos nubarrones que todo lo oscurecen y todo lo enfangan. Y de repente, como una de aquellas jugarretas que te hace la mente, no sé ni cómo, me ha venido a la cabeza una población holandesa que conocí hace pocos años y, como yo, millones de visitantes. Su nombre es Volendam, en la costa norte de Holanda y a pocos km de Ámsterdam. El pueblo tiene unos veinte mil habitantes, la mayoría de religión católica. Antiguamente se hizo un nombre a cuenta de su flota pesquera, hoy en plena recesión. El turismo se ha impuesto y los quesos también.



Ese día, al llegar, busqué una tienda de deporte para comprarme un abrigo para el cuello, hacía mucho viento y muy frío. En cualquier lugar del país de los tulipanes te puedes entender en holandés o inglés, criaturas incluidas. Los autóctonos de más edad los ves pasear por los callejones o la fachada del mar ataviados con los vestidos típicos del país y calzados con zuecos de madera coloreada, auténticamente vistosos. Abundan las tiendas de zuecos y quesos de todo tipo. En Holanda, como todos los países del norte, no hay manera de establecer ninguna comparación con nosotros, y de España ya ni hablamos. Son gente culta, organizada, pulcra y civilizada, además de bilingües o trilingües. La antítesis de aquí, donde los idiomas son ignorados sino perseguidos, sin ningún tipo de rubor.

La parte antigua de Volendam se compone de casitas bajas típicas de aquellos lugares, pintadas a todo color y la sensación que te causan es, aparte de admiración, de confort y comodidad. Los diminutos jardines y fachadas llenas de flores. Una curiosidad en la calle principal de la zona marítima, son una hilera de unas veinte casas en las que, en la parte posterior, la calle, todas tienen el comedor a la vista a través de grandes ventanales. No me interesé por los motivos de aquella exposición de intimidad familiar. Viene a ser como una competición para dejar claro qué familia lo tiene mejor decorado. Hay todos los estilos, nórdicos, y con mobiliarios muy adecuados. No se ve nunca a nadie de día, como no puede ser de otra manera, de no ser así sería cómico y vergonzante tal vez. Eso sí, casas y calles inmaculados.

No sé porque me han venido estas visiones de un tiempo ya pasado, pero no olvidado. Tal vez por lo que decíamos antes de la saturación de guerras fratricidas que tenemos aquí, de momento orales. Pero es que llegan a hacerse odiosas de verdad. El mero hecho de ver a los gobernantes que bregan por aquí abajo, a veces cogerías el portante y te irías a un lugar como Volendam ... o Ámsterdam, o Rotterdam, o Utrecht. ¿Y porque no a una Cataluña libre?