divendres, 21 d’agost del 2015

CRÓNICAS EN TINTA AZUL (y IX)

Todo o nada, esto ya se ha terminado, la bicicleta colgada en un rincón donde el ruido de las olas no es perceptible y sólo le quedará el sabor de los porrazos que hemos compartido. La verdad es que le tengo aprecio y si además no ha refunfuñando nunca por las veces que me he acordado de su madre, motivo de más para estar orgulloso de ella. Aquí al lado ya hace unos días que están recogiendo la cosecha de menta, ya lo he relatado más de una vez, hay una enorme extensión de cultivo, mitad menta y mitad perejil. Ahora le toca a la dulce menta y el olor que se extiende por todas partes impregna los sentidos y te hace sentir pletórico y satisfecho.

Quizá sea prematuro, ya lo sé, y lo vengo anunciando hace unos días. Los aromas y colores del bendito otoño ya los tenemos en la esquina. No hay que fijarse en el calendario, es un estado de ánimo deseado. Ahora tienen ya la palabra las montañas, los arroyos, las hojas secas, la rocalla vestida de musgo, el éxodo de las aves, y el sol tostado de media tarde haciendo aspavientos en los muros, mezcla de ceniza y manzana. Cogollos púrpura entre matorrales y madrigueras dormidos. Narcóticos de menta, orégano y tomillo. Las fiestas mayores ya se extinguen, los forasteros se han ido con el corazón encogido y las playas se repliegan para tomar posiciones y soportar las embestidas del mar invernal y embravecido.

El Náutico enarbola bandera verde hace días, ella no lo sabe, pero cada vez son menos las miradas hacia el mástil de proa. Cuando ya amanece, las nubes amenazan con lo que no será, pronto se quiebran como un espejo y aparece inmutable el astro amarillo con todo su poder. No siento añoranza por dejar atrás el mar tranquilo ni por el Martini seco que ha acompañado mis soledades, mis momentos debatiéndose entre el razonamiento y la realidad que me rodea. Son momentos y fechas que he vivido toda mi vida, no entono la hora del adiós porqué no deserto de ninguna parte, es más bien un hasta luego. Siempre he vuelto al mar, no le he fallado y, por si fuera poco, hace ya muchos años que le nombré consejero de verano. Pero esto toca a su fin, ahora es la hora del terruño, no me he escondido nunca, yo soy ave de espiga y viñas, de camino polvoriento y olivo retorcido. Y como mi admirado Lluís Foix, también confío en que la marinada siempre llega.

Tengo que hacer una precisión de escaso interés para el lector pero, por si acaso, que conste en acta. Este ha sido el último año que hemos pasado en esta casa. Yo me siento muy bien y reúne todas las comodidades para sentirse a gusto. Sólo tiene el problema, si es que esto es un problema, de que cae un poco distante del centro, no hay tiendas, ni bares, ni guiris con pantalón pirata. Deficiencias que a mí me van de coña, pero las mujeres, ya se sabe, necesitan estar un poco más ambientadas, por lo que nos trasladamos seis Km. más al norte y delante del mar, con lo que mis contactos con Neptuno están garantizados. Siempre y cuando dentro de un año podamos seguir llenando el vaso de algo, porque si no es así es que ya estaremos definitivamente con Neptuno, y allá abajo sólo hay peces.

Si algo positivo ganaré con este traslado es que dispondré de Internet de forma regular y natural, y no tendré de sufrir las multi-mega cabronadas que tengo aqui para conectarme. Y hablando de llenar el vaso, me he escapado hasta l'Ametlla de Mar para saludar a Montse y de paso ponernos de frutos del mar hasta el cogote. En un delicioso marco volcado al puerto Montse regenta el No Stress, en donde podrán gozar de las mejores esencias del mar y la cordialidad del ambiente presidido por un banderín pirata, no le hagan mucho caso, es un corsario de cazuelas y bodega.Ya me sabrán perdonar, no es más que la cotidianidad de un tren de largo recorrido pero, en definitiva, qué es un blog intimista? Pues eso.