Es una expresión que se suele oír a menudo; guardar las formas o compostura. Con
ella se afrontan infinidad de situaciones muchas de las cuales suelen ser
comprometedoras para quien las dice o para quien es receptor. En las fiestas
señaladas o celebraciones de todo tipo, la gente suele vestir decorosa e
incluso elegantemente. Pero siempre existe el soplagaitas que acude hecho unos
zorros, desentonando con su entorno. Está claro que no guarda las formas. Así
mismo se da el caso de aquellas personas que por su avanzada edad, no son
capaces de asumirla y en un vano intento por reavivar lo imposible, se visten
de una manera inapropiada convencidos de que los verán más rejuvenecidos,
cuando la verdad es que hay para romper la baraja, provocan sonrisas, burlas y
crueles escarnios. No hace demasiado en los jardines de un restaurante, en la
mesa de al lado se sentó un hombre muy mayor envuelto en un lustroso traje de
hilo blanco del que sobresalía un vistoso chaleco de tonos jamaicanos. Le
acompañaba un pedazo de mujer que por Manitú
puedo jurar que no era su tía ni la sobrinita del abuelo. El hombre sólo
miraba al suelo y con un elegante y tembloroso gesto estiró del bolsillito un habano
de un palmo. La presunta tía se lo encendió con una larga cerilla dejando
entrever por el escote dos encantadoras y sugerentes formas que en aquellos
momentos ya disfrutaban de un buen puñado de voyeurs. El hombre chupaba sin
levantar la vista y cuando empezaba a lagrimear de humo y bronquitis, la
exuberante acompañante le retiraba la tranca unos segundos hasta que se reponía.
Ya no es que el hombre no guardara las formas, es que desgraciadamente a veces
se piensa que el dinero lo tapa todo, y no es cierto del todo. Es fácil caer en
la caricatura de uno mismo.
En las reuniones de grupo también siempre surge el imbécil
de turno que quiere hacer gala de sus ineptitudes y descrédito de la discreción
de los demás, aprovecha para poner cuñas continuas a la conversación sin orden
ni concierto, ni vínculo con el nudo de la conversación. Está fuera de lugar.
Tampoco guarda las formas quien harto de engullir las gambas y langostinos más
pasados que los ojos de Tutankamón hace una disertación del pescado fresco en
la mesa de una boda. Por no hablar de aquel que se ha ido quince días de
vacaciones al balcón de su casa y cuando asiste a la primera reunión del AMPA
en septiembre, calienta la mollera de los demás padres inventando unas
vacaciones en Cerdeña. Hay que saber estar en tu lugar y asumirlo, porque si no,
estás fuera de lugar y a remolque de tu doble personalidad, no guardas las
formas ni maduras tu pesquis.
Hace un año se leía este breve en los periódicos
españoles "El jefe del Gobierno,
Mariano Rajoy, ha considerado una obligación estar presente en Lisboa el
próximo 24 de mayo en la final de la Champions en Lisboa, que disputan el Real
Madrid y el Atlético de Madrid ". Caramba! "Obligación", eso
sí que es tener sentido de Estado. Pero mira por donde que al cabo de un año se
vuelve a presentar una obligación de Estado pero, desgraciadamente,
representada por un equipo catalán. No fue, ni los reyes tampoco. Que hagan lo
que quieran, pero deben guardar las formas, no? O todos moros o todos
deshilachados.
Lo mismo habría que decir de determinados políticos
de nuevo cuño. Parece que si vas andrajoso y hecho una auténtica mierda eres
más in, más progre, más colega. Y no, los pagamos para que hagan su trabajo
bien hecho y porque no intoxiquen con sus sandalias las instituciones a las que
ya de por si hay que guardar un respeto. Se ríen de las formas. No me gusta la democracia
española ni la democracia de costillada. Igualmente no es nada decoroso que el
gobernador del Banco de España pida que nos volvamos a apretar el cinturón
mientras él aprovecha para subirse el sueldo un 5'8%. No guarda la compostura.
Ni tampoco es serio.
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