dijous, 23 d’abril del 2015

HIPÓCRITAS GLOBALIZADOS.

Cada día es más difícil entender este mundo. Creo que a partir de la segunda guerra mundial todas las naciones, y con ellas su población, se han vuelto más intransigentes, más insolidarias, vecinas de egoísmos y renuncias a todo lo que no sean beneficios propios. Los países del Este atenazados por una deshumanizada dictadura, marcó una profunda huella en sus habitantes privándolos de entender qué significa la palabra democracia. Debatiéndose entre el deseo y la añoranza. Chequia quizá signifique una prometedora excepción dentro de este desolador pasado. Al igual que la Alemania comunista, que se libró del yugo totalitario con ingentes aportaciones de recursos por parte de su otra mitad libre, si bien es cierto que, a día de hoy, todavía persisten ciertas reticencias al cambio.

La no pasada crisis financiera, verdadero tsunami asolador de vidas y haciendas, tampoco ha sido ajena a ese expandido criterio de primero yo y después yo. La gente teme por su trabajo y por tener que renunciar a lo logrado tras años de bonanza. Un grupo muy abultado de personas no volverán a trabajar más y unirán sus incertezas para la jubilación a la de  centenares de miles de jóvenes que se hallan en precario y “sostenible” paro. Las nuevas técnicas de información y comunicación han logrado hacer de este mundo una estrecha globalización, pero según para qué. Si acaso el bolsillo ha sido lo menos globalizado de todo. Sin excluir algunos sentimientos que no acabamos de compartir del todo.

Recientemente hemos vivido de cerca atentados terribles, como el de Paris, a manos de fanáticos fundamentalistas, o catástrofes provocadas como la del avión de Germanwings incrustándose en la roca de una cima en los Alpes. La fatídica suma de ambos desastres arroja un saldo de 157 muertos. Recordaremos  estos tristes episodios por mucho tiempo, los medios de información se encargarán de mantenernos viva la memoria. Igual que el de la penosa muerte de un profesor de instituto ocurrida ayer en unas muy lamentables circunstancias. Cada uno de ellos se hace acreedor de nuestras condolencias y avivan los sentimientos de solidaridad para con sus familiares.
Y es bueno que la sociedad se revele ante acontecimientos de esta naturaleza. Que sienta un impulso de ayuda, de mitigar el dolor producido. Pero desgraciadamente las cosas no son siempre así, no son enfocadas con el mismo color del cristal, y ni tan siquiera despiertan los mismos sentimientos. Alguien se acuerda de los fallecidos por el brote epidémico del ebola? Se declaró inicialmente en Guinea sobre diciembre de 2013 y hacia mediados de febrero de este año habían sucumbido ya 9380 personas, la gran mayoría en África. Apenas queda el recuerdo  de la demanda presentada por Teresa Romero, auxiliar de enfermería, contra el equipo médico que le salvó la vida por trato inadecuado, 300.000€! Y la sociedad occidental qué dice de aquellas tenebrosas y patéticas imágenes de cuerpos envueltos en una sábana camino a la zanja? Nada, casi nada.

Lo mismo podríamos decir de las oleadas de inmigrantes subsaharianos provenientes del norte de África que son  enrolados por las mafias y embarcados en frágiles y destartaladas embarcaciones para enfrentarse a una muerte casi segura. Son pobres gentes excluidas de cualquier derecho y sin futuro a la vista. Su bagaje es muy pobre, tan solo cuentan con un pasado de hambre y terror y alientan sus sueños con un futuro imaginado de bienestar y rodeados de desconocidas comodidades. Lo que no saben es que en el caso de no morir en el intento, sus posibilidades de bienestar serán casi nulas. Esta semana, en un solo naufragio han perecido 800 personas, la mayoría encerradas en la bodega del barco sin ninguna posibilidad de salvarse.


Durante la Navidad de 2004 un Tsunami azotó y arrasó las costas de Indonesia y Tailandia principalmente. Según un reciente informe de Naciones Unidas el balance fue de 229.866 fallecidos. No viene de 10.000 en un paquete tan voluminoso. Acaso nos hemos vuelto asépticos o indiferentes ante las desgracias ajenas? No, no lo creo, pero sí algo selectivos, tendemos a valorar los dramas por la cercanía, la proximidad. Cuanto más cerca más sentido, lo lejano es otra cosa, es cosa de telediarios, infortunios de gentes un poco extrañas. Si no es hipocresía, qué es?