dimarts, 8 de maig del 2018

LLUVIA DE CACA DE VACA


Llueve a cántaros, el limpia no da el abasto con el agua que cae y las ruedas parecen flotar. Mal día para jugarse el pellejo en la carretera. Me cruzo con otros automovilistas en sentido contrario que no parecen inmutarse con la tormenta, bien, ahora es el momento, el preludio de la gran ostia que se va a producir en cualquier momento. Ya se sabe, el hombre es el único animal que siempre tropieza con la misma piedra. Son inútiles las advertencias, corren y adelantan. Allá ellos, también yo me puedo encastar en el culo de un camión durante cualquier lance resbaladizo, pero al menos soy consciente de lo que está en juego. Poca visibilidad y condensación en el parabrisas. Llevo recorridos 90 km, ya solo faltan 510. Despacito y buena letra.

Tengo que llevar el perro al veterinario, le ha salido un pequeño bultito en el vientre. Creo que será un quiste, poca cosa. Aunque, la verdad, quizá tendría que llevarlo al psiquiatra, es un pulguero muy perspicaz y atento. Inteligente podría decir, pero entonces ya no sería ningún perro especial, sería como todos. Y no lo es. Tengo una transferencia pendiente, los muebles de la habitación de la niña. La semana que viene, no hay prisa. Todo el mundo quiere cobrar, coño. Tengo ganas de fumar, pero he dejado la chaqueta en el maletero ¡dios! Padre anda cabreado, dice que su pensión es una mierda, y razón no le falta, creo que todo este embrollo de las pensiones no es otra cosa que una estafa colosal. Pasas la vida con más estrecheces que ilusiones, te haces mayor y depositas grandes esperanzas y proyectos para cuando dejes de estar en primera fila. ¿Y cual es el resultado, qué es lo que te espera? Pues que te mandan una bonita carta comunicándote tu nueva situación y que concluye con el lanzamiento a tu morrera de una nutriente y voluminosa tifa de vaca, con un lacito escrito en tinta transparente que dice “Querido pringado, le deseamos un pronto fallecimiento para podernos ahorrar su mierda de pensión”.


Arrecia la lluvia, se han encendido los focos y todavía veo menos. Me detendré en un área de servicio, un lugar en el que pides un bocadillo de jamón y te dan una berenjena sudada rellena de no sé qué, pero fumaré. Ha refrescado y huele a humedad. Me asalta la tentación de mandar un mensaje, me abstengo. Pero puedo hacerlo cortito, cuatro palabras, no, mejor cuando me detenga. Está el cementerio lleno de IPhone, y ya no funcionan ni recargan batería. Arranco de nuevo, me fumaria otro pito, pero no procede. Me quedan 280 km, todo se andará, la lluvia parece remitir su ímpetu. Mi compañero de fatigas me alerta de proximidad de radar, a quinientos metros, reduzco, como todo hijo de madre. Te echan la foto y te joden una pasta. Cabrones. Puedo decirlo tranquilamente porque estoy en el coche solo. De otra manera podría considerarse incitación al odio y ¡zasca! al juzgado ¡Caguendiós!

La autopista discurre entre valles verdes, por aquí los pastos son pinceladas comunes en el paisaje. Los rebaños de ovejas salpican el campo de puntitos blancos. La lluvia quedó atrás y el sol comienza a desperezarse entre veloces nubes que buscan el mar para llenar los depósitos. Me quedan 90 km, para subirme al monte Igueldo y dejarme seducir por la bella Easo. Pero eso será ya mañana. Oigo por la radio un señor con mucho mando que canta las maravillas del 155 sin arpa ni violín. Desde que implantamos el 155 todo ha ido bien y se está retomando el buen camino, dice. ¿Mierda! Me acosa la nicotina no ingerida. Voy solo en el coche todavía, nadie me oye, ningún espía en la guantera, vacía la retaguardia. ¿Cómo es posible tener tan mala leche como para decir que todo va bien, cuando todo el mundo sabe que se han propuesto exterminar este país? No me oye nadie ni mucho menos me propongo inducir a odio alguno. Eso ellos. ¡Caguendiós! La sensación es de estar cubierto de mierda hasta el tupé.