Trozo 3
PRESENTACIÓN DE LA FONDA
Ca l’Herminia ocupa un buen espacio de
la plaza, y más teniendo en cuenta que hace esquina. El solar es generoso. Una
valla de hierro forjado discurre por los dos largos laterales. La entrada es
por la esquina, ancha, señorial, con el pavimento reventado y el hierro forjado
huérfano de pintura desde que se inventaron los canalones de la fonda. Por
encima de la puerta el forjado adopta la forma de arco y con letra, así mismo
de hierro y oxidada, dice FONDA HERMINIA. Al igual que los ranchos del oeste
americano que tienen treinta mil km2 con un rótulo curvado en la entrada y el
nombre de un pistolero de renombre con dos cuernos de cojones, eso sí, los 190
km de la valla están hechos con troncos de pino de Oregón. El jardín estoy
seguro de que se diseñó en su día buscando un aire modernista, acogedor,
reservado y silencioso, con una magnífica vegetación importada por los llamados
indianos, que no llevaban pluma en la cabeza, pero se hicieron de una pasta por
allá lejos, en el Caribe. Hoy desgraciadamente el jardín es una mierda como un
piano viejo. Sucio, descuidado, con cuatro plantas espontáneas a la espera de
que llueva, sin grava por el sendero, tres farolas bizcas y en la puerta de
acceso al establecimiento una bonita cadena que cuelga atada a la cresta de un
hermoso gallo, pero ¡ay! sin la campana. A la entrada de un pequeño almacén, en
un lateral del edificio, todavía se puede ver hoy un trozo de madera pintada,
si bien despintada, que anuncia REFORMAS SISCO, sin duda un descuido de la
última reforma de 1987. Inicialmente, bajo un gran abeto que todavía respira, había
una jaula con un jabalí que hacía las delicias de los niños y la desconfianza
de los adultos, se llamaba Rocky, como Rambo, vaya, Sylvester Stallone. El
pobre Rocky no era agresivo como su homónimo neoyorquino que le pides la hora y
te pega un puñetazo en la boca que te han de cantar el miserere. No, ni
pensamientos, fíjese qué paciencia tenía el animal que alguna tarde de invierno
el Niño le ponía un collar y se lo llevaba de paseo al bosque. Que nadie se
preocupe, ya contaré más adelante quién es el "Niño". También es para
recordar la fuente en medio de la jardinería que con su rumor de agua brotando
en estado líquido creaba el ambiente necesario para las tertulias de media
tarde, los veraneantes estaban embelesados con la fuente. No sé muy bien si
era por el clímax de paz que generaba el chorro o porque significaba el
preámbulo para engullir la cena. A la hora de la cena, la gente de fonda tiene
las mandíbulas de hierro. Pío-pío, pío-pío, oyen los pajaritos, sí? Pues esta
era la melodía con la que los veraneantes pasaban las calurosas tardes entre
confidencias, relatos, promesas y alguna que otra mirada perversa dirigida al
escote de alguna muchacha recién llegada. Miren, no me puedo resistir, cuando
rememoro esos instantes tan sublimes que, quieras que no, te transportan al
Romanticismo novecentista me hago la idea de que estoy con la gente de Miralls
trencats, El viudo Rius o la muy añorada Florista de la Rambla. ¡Oh, qué
fuerte!
Pero
la vida ya tiene estas cosas, los golpes escondidos quiero decir, los
imprevistos angustiosos, la realidad desmoralizadora, la crudeza de una obra de
arte dañada. Hoy la fuente, aquel travieso rinconcito, ha quedado reducido a
una montaña de ceniza y escombros. La roca volcánica rugosa y oxidada con la que
estaba construida, ahora es como un amasijo de mierda de vaca del Pirineo.
Ennegrecida, estriada y maloliente. No queda ni un pájaro, ni un nenúfar en el
estanque, ni un banco de madera y forja. Nada. Feísima. Quieras que no la
humedad se ha ido apropiando del espacio. Es tanto el musgo que hay por todas
partes que ahora sería una fuente con barba. En lo alto de la fuente la
coronaba una simpática figura de cerámica que representaba un pastorcillo con
el paraguas abierto y mirando el cielo. Aunque saben que estos trabajos
artísticos de cerámica siempre quedan con unas caras, no feas ni mucho menos,
un poco compungidas quizá sí, a mí siempre me pareció el vivaracho pastorcillo
que o bien era un afeminado, no un maricón, y que tenía unos ojos de psicópata
vicioso. Caramba como pasa el tiempo, que raudas y veloces vuelan las hojas del
calendario. Ya sé que más vale esto a que el calendario se detenga. Y en los
pueblos, que quieren que les diga, las cosas son de otra manera, más íntegras,
más reales, más poéticas si me apuran. Hay una nobleza entre las personas que
en la ciudad no se ve por ninguna parte. La vida de pueblo tiene un sabor
especial, reconfortante. Puedes aparcar donde quieras. Hablando de pueblos, he
leído que un canal de televisión español hará una réplica del Foraster, de Quim
Masferrer. Uno de los pocos programas que yo veo de televisión. Un verdadero
encanto la vida en el campo, en serio. ¡Sou collonuts amics de Prades…Sou molt
bona gent. Y por nada en especial, ni mejor ni peor, pero no es lo mismo, no
suena igual, ¡Sois cojonudos, amigos de Villanueva de la Cañada ... Sois muy
buena gente! Joder qué fuerte, antes me hago monje cisterciense.
Seguirá.
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