divendres, 5 de maig del 2017

MEMORIAS DE NAIROBI, ÁFRICA (2)

La locomotora Victoriana, arrogante y puntual, atravesando las praderas de Nairobi, bordeando la costa y abriéndose camino por las inmensas llanuras del territorio Masai, con vistas al Serengeti, es de una belleza incomparable para los que amamos el tren. Los vagones de madera pintados de marrón y marfil con las ventanillas de librillo para evitar los temibles embates del sol y guardar la discreción de los colonizadores. El tren avanza como furtivo, dejando letras ilegibles de humo negro en el resplandor de la sabana, bajo la atenta y oculta mirada de los nativos embozados en las solitarias sombras de árboles que simulan tener la copa cortada en láminas de cristal.

Con este cautivador escenario se inicia la historia de un fuerte temperamento ablandado y frustrado al este del continente africano. "Memorias de África" ​​es una prodigiosa película que mal reproduce la vida de Isak Dinesen, la danesa gloriosamente interpretada por Meryl Streep, "Karen". Siete Oscar es una tarjeta de visita que tritura cualquier duda. Pero no quiero hablar de mi platónica admiración por la Meryl. Un Oscar es para John Barry, dueño y señor de la partitura musical que acompañará la intimidad y las contradicciones de los confusos pensamientos de Karen, con suaves acordes de un pentagrama escrito para ensimismarse al fuego de la noche africana.

Cuando la cámara se iza en busca de la toma panorámica o desde donde Dios ve las cosas -Karen-, nos muestra la grandeza de unos paisajes polvorientos que marcan los interminables rebaños de búfalos y gacelas, y de caudalosos ríos que apenas mojan los labios del cocido desierto. Es en estos momentos que John Barry, batuta en mano, sabe arrancar lo mejor de una orquesta que recorrerá con todo detalle el itinerario que el maestro habrá plasmado en el papel, exigente con la cuerda y el viento, sin concesiones a la indiferencia o la rutina de la mediocridad. Los momentos álgidos de la película aparecen subrayados por la magnífica banda sonora y su conocida melodía.



“Cuántas veces hemos creído que amábamos o éramos amados y en realidad no era más que compasión, pena o añoranza? Las despedidas tienen una extraña sensación. La lluvia acariciando cafetales ". Estos pensamientos que Karen va desgranando son sensaciones, sentimientos, y los sentimientos también se expresan con la música. La literatura y la música son como alimentos que se complementan, que se potencian recíprocamente. La música refuerza nuestros recuerdos, revive momentos olvidados y nos adjetiva personajes o lugares que nos impresionaron. Buscando estereotipos seguramente París o New York nos evocan a todos una melodía, que no necesariamente ha de ser la misma para todos. En cualquier caso el cine, literatura en imágenes, siempre se nutre de la música.

El bombardeo enloquecido de helicópteros en Vietnam de Apocalypse Now, no habría sido el mismo sin La Cabalgata de las Walkirias, con Wagner de maestro de ceremonias induciendo a vomitar napalm. A pesar de ser, tal vez, la mejor película del siglo XX, yo tengo grandes dudas de que, sin la bendita batuta de Nino Rota, El Padrino hubiera culminado su estratosférico palmarés. Qué decir de Casablanca sin "Tócala otra vez, Sam". Entrar por mar, como he explicado tantas veces, en la capital del Véneto, teniendo la sabia precaución de procurarse la audición del concierto para oboe de A.Marcello es como revivir el Anónimo Veneciano de la mano de Florinda Bolkan. Venecia sin acompañarla de un adagio ya no es lo mismo, los sentimientos quedan como medio huérfanos y el enamoramiento se desvanece antes. ¿Y si Leonard Bernstein se hubiera olvidado de María? Pues si el maestro tuvo un olvido, hoy no tendríamos el tesoro de West Side Story. En el West neoyorquino no sabrían que hay un barrio portorriqueño.


Ya lo sé, ya lo sé, no se puede vivir de recuerdos, el tiempo es como un puñado de arena que se nos escapa de entre los dedos. Nos apresuramos para vivir, para entender, para creer, para amar, y cuando damos un paso en falso tropezamos. Pero al mirar atrás, dentro del cesto de las nostalgias encontramos recursos para ir tirando, y si rodeamos nuestro pequeño mundo de imágenes y literatura encontraremos nuestro santo grial enmarcado en aquella música que un día nos sedujo. Incluso nuestros grandes fracasos personales, encuentran cobijo en la música. Siempre y cuando los sentimientos permanezcan vivos.