dimecres, 1 de juny del 2016

CRÓNICA EN TINTA AZUL. VIENTO IMPUNE

No soy amigo del viento, me perturba, pone en valor su divina impunidad activando en rebeldía todas nuestras neuronas. Por el momento su presencia es asidua, no cesa ni da tregua la mayoría de tardes. Tras el ventanal observo como el mar se cubre de infinitas manchas blancas que permanecen en la superficie balanceándose sobre unas aguas removidas  hasta el fondo. Hay mar de fondo. En un acotado espacio, como a unos cincuenta metros de la línea de costa, aparecen una multitud de surfistas entrecruzándose, sorteándose y dejando una blanca estela en las salpicadas aguas. Unos batiéndose el cobre sobre una tabla y diminuta vela, y otros pendientes de una gran cometa que dominan con elegancia y bellas estampas. Reconozco que su coloreada presencia es un bello espectáculo, pericia solo reservada para iniciados.

El domingo asistí a una representación, con cordial compañía, en el coliseo de La Rambla, en Barcelona. Es la primera vez en mi vida que acudo a las cinco de la tarde al Liceu, dónde los silencios se tornan sueños y la música se convierte en la palabra del alma sensible. No era de mis preferidas, pero después de casi tres horas de oír el sufrimiento de un amor eterno e imposible, por boca de Romeo y Julieta, uno ve reforzados y enaltecidos sus más íntimos sentimientos. Un cálido beso a Julieta en su alter ego, la soprano Patrizia Ciofi, por su impactante recital de coloraturas líricas con rango de excelencia. Y mención de agradecimiento para el maestro musical, Riccardo Frizza, conductor de la sinfónica de la casa, con sutil naturalidad y controlando los tempos. Espléndido espectáculo, solo enturbiado a la salida del santuario por las corredizas, sirenas y presencia policial para sofocar y calmar a los de siempre.


Hoy si he podido acceder a la terraza del náutico, desbordante visión del mar en primera fila, sol radiante, nubes a la vista y jarra de cerveza muy fría con anchoas de La Escala. El periódico encima de una silla, la pluma y la libreta atentas a mis anotaciones. Se aprecia más gente pululando por las calles, pero sigo observando exiguos negocios en las tiendas y demasiadas mesas vacías en los restaurantes. En una cercana mesa se habla con evidente furor de la Sra. Colau y los okupas. La conversación sube de tono cuando alguien sostiene que la cupera  Reguant ha manifestado que las segundas residencias también son “Okupables”. Me abstengo de reproducir sus exabruptos por la cuestión. La Sra. Colau, con mil argucias confusas y dilatorias, parece que se inclina a favor de los okupas y pone en duda la actuación de la policía, de los mossos. Muy al contrario de un servidor, que no entiende como profesionales que trabajan para la comunidad, con evidentes riesgos, tienen que soportar las ofensas y perogrulladas de unos marginados. Auto marginados. Y ya que hablamos de viento al principio, no hay viento favorable para quien no sabe adónde va.

Cada día aparecen contratiempos que vetan mis paseos en bicicleta. Cuando no son verdes, son maduras, Por qué no hay mar plana, por qué han de surgir siempre gestiones inesperadas que dan al traste con tus perspectivas? Teniendo en cuenta que mis labores tendrían que asemejarse a las de un monje de clausura: meditación, reflexión, observación, conversación y conclusión, si la hay. Tengo una muela que ya hace quince días no cesa en tocarme aquello que medio suena. Es irritante, cabreante, sofocante, desesperante y doloroso, claro. El caso es que dentro de cuatro días me esperan 2400 km. y quince días por tierras norteñas,  y no lo digo como objeción, sino por la puñetera muela, que puede amargarme los vinos o los pinchos.


En fin, levo anclas ya, las anchoas han desaparecido y me levanto raudo, antes de que los malos pensamientos me inciten a endilgarme otra jarra de cerveza. Hasta la vista.