dijous, 16 de juny del 2016

CRÓNICAS EN TINTA AZUL. LA BELLA EASO Y OTRAS MARAVILLAS.

Entramos en San Sebastián por Amara, a pesar de sus limitadas proporciones, Donostia es una ciudad de corte francés y aburguesada que no solo cautiva a simple vista, es de una belleza inconfundible y me une a ella una larga tradición de admiración y respeto. La Bella Easo es un compendio de tradición y modernidad, rodeada de paisajes entresacados de los mejores lienzos, y en otro tiempo llamada Pequeña Paris o Paris del Sur. A principios del siglo XX la ciudad vive su Belle Époque convirtiéndose en la ciudad más cosmopolita de Europa, dándose cita en su famoso Casino personajes de la talla de Mata Hari, León Trotsky, Maurice Rabel o Romanones, por nombrar solo algunos. El dictador Franco veraneó durante 35 años en el palacio de Ayete de esa ciudad.

Por alguna u otra fatalidad jamás tuve oportunidad de acercarme a la cúspide del Monte Igueldo, razón por la cual ha sido lo primero que he hecho en esta ocasión. Después de una visita fallida al Peine del Viento por obras, emprendimos la ascensión al Monte mediante el funicular. Un remodelado parque infantil junto a generosas y estratégicas terrazas proporcionan al visitante una visión del espectáculo donostiarra que nos acerca a la sublimación de la belleza: la bahía de la Concha, la playa de Zurriola y la isla de Santa Clara en el centro de la bahía. El enclave guipuzcoano encercado por verdes y frondosos tapices forestales es un destino para no perderse o, quizás, para perderse en él y no buscar la salida. El largo paseo marítimo de la Concha condensa los elementos arquitectónicos y ornamentales característicos de San Sebastián, las grandes farolas, la Barandilla, los relojes, el balneario de La Perla y la Real Casa de Baños, terminando en la playa de Ondarreta con el famoso Peine de Chillida. La Parte Vieja junto al pequeño puerto pesquero reúne una considerable concentración de tascas, restaurantes y tabernas por metro cuadrado. Si Miguel Ángel cinceló la piedra y el mármol con insuperable maestría, los vascos esculpen con mano diestra los elementos culinarios hasta convertirlos en coloridos y sabrosos “pinchos” que, más que alimentos, se asemejan a bellas diapositivas. Decir País Vasco también es una referencia obligada al "tapeo".


He detectado menor consumo de txacolí, parece que domina mucho más el tinto, casi todo de Rioja. Matiz que puede extenderse a todo el norte. Excepto el vino blanco, que en Cantabria i Asturias se consume el Albariño gallego. Excelente, por cierto. Es posible que el territorio vasco sea el campeón indiscutible en el levantamiento del codo, además de los aizkolaris y sus cortes de tronco con hacha. Pero el consumo de vino es un común denominador de toda la España septentrional, con mayor repercusión  en la cornisa cantábrica. Se dejaron oír algunas bromas al relacionar la posición de la mano en forma de cazoleta, para atenazar la copa de vino, causando afectación general de tendinitis de mano.

Partimos con regusto a añoranza y un cierto disgusto de dejar atrás esta soberbia y elegante ciudad. Los verdes prados, los edificios, los caseríos, los acantilados, el costumbrismo, la gastronomía, y el talante abierto y hospitalario de sus habitantes, hacen mella en nuestra sensibilidad y nos dejan abierta en el alma una ventanita para soñar con repetir. Euskal Herria agur, laster arte.


Proseguimos nuestro particular rutero hasta los 800 km, ladeamos Bilbo y enfilamos destino hacia Santander. Dejamos Santurce, Castro Urdiales, Laredo, y marcamos en rojo la capital de Cantabria. Nos esperan los quesos de Cabrales, las anchoas y el imperio Botín a cuatro pasos del Sardinero. El sol nos acompaña y el reflejo del cantábrico nos induce a calmar la tendinitis de mano. Agur, laster arte!