Cuestión de prioridades, y de corazón también. Una
de las razones que expone el ministro Margallo para suspender la Generalitat y
así impedir que se vote o se llegue a elecciones plebiscitarias, es tan
interesante como ambigua y evanescente. Lo primero que argumenta el ministro
ante un auditorio complacido y encantado
de conocerse es que él se implica de lleno en el tema porque “ …soy un patriota español”. Vaya hombre,
no sabe lo que le agradecemos su sinceridad y claridad porque en ese sentido
aquí somos muchos, pero muchos, los que compartimos con usted ese épico
adjetivo. También somos unos patriotas, lo que ocurre es que nuestras
fidelidades y lazos afectivos están fuertemente vinculados y entrelazados a
Catalunya, con lo cual somos unos patriotas catalanes. Que no es bueno ni malo,
solo es. Contentos y satisfechos, con todos nuestros errores, siendo
conscientes de nuestro minúsculo músculo como nación. Pero orgullosos de ser
como somos. Curiosidades de la vida, somos tan pequeños como Suecia, Noruega,
Finlandia, Dinamarca, Escocia, Holanda, Irlanda, Letonia, Estonia, Lituania y un largo etcétera. Y más curioso todavía,
son esas naciones las que mejor funcionan en el panorama internacional. Y no
necesariamente están todas plenamente integradas en el club de campo europeo.
El ministro asegura que “Utilizará todos los medios a su alcance y que el gobierno no lo
tolerará” ni el referéndum ni la secesión. Debería saber el ministro, que
lo sabe, que hace diez años en Catalunya el independentismo o soberanismo tenía
tantos adeptos e integrantes como la asociación excursionista de mi pueblo. No se le ocurre pensar porqué hay este clamor? Por
qué será esa numantina y deplorable resistencia a que todo un pueblo no pueda
decidir como quiere el futuro. Tampoco acabo de entender por qué sale un señor
de Mérida, por ejemplo, entonando el no pasarán con malos modos, o de Sevilla o
Valladolid poniendo a los catalanes a caldo con argumentos nada convincentes y
muy agresivos. Se trata de amor fraternal? De una sentida y honda pérdida? De
un indisimulado temor a no ver nunca más Los Pirineos de Verdaguer o las
tormentas en el Cap de Creus? Ya me perdonará usted, Sr. Ministro, me he vuelto
algo desconfiado y escéptico y sinceramente creo que esa avalancha española
para que sigamos tal y como estamos se debe lisa y llanamente a ese 22%, más o
menos, de dinerines que pasarían a mejor vida.
Sabe una cosa? Llevamos un año oyendo, incluso de su boca, la cantidad
de desastres y penurias que se ciernen sobre nosotros de seguir en ese empeño
tan anti democrático como es el querer votar. Pero porque no me cuenta con
afinada exactitud cómo quedaría esa España tan singular y distinta. Ojo, y la
marca España que, por cierto, no sé de qué se trata. La marca Barcelona, sí qué
es algo con ecos internacionales.
España si en algo despunta en la historia es por esa
tendencia a afrontar los problemas a base de mamporros. Y todavía dan fe de
ello hoy destacados miembros de la policía o ejército. No se atreven a cambiar,
o simplemente plagiar a sus convecinos europeos? No es tan difícil, bastaría
con Spain is not different. Leo que
han puesto a trabajar una legión de abogados del estado, adoctrinar a los
fiscales del territorio a castigar, y celebrar consejo de ministros ultra
extraordinario, no está nada mal para frenar a los díscolos. Pero dudo de que
hayan caído en la cuenta de que, por ejemplo, suspendiendo o interviniendo la
Generalitat, producirían un efecto inverso y crecerían independentistas hasta
en las higueras. No sería más eficaz y eficiente hacer de Cameron? Aunque sean
un par de semanas. Admito la posibilidad de que, llegado el caso, perderían su
empleo miles de agoreros, anti catalanistas, tertulianos estrella, vocingleros,
poderes fácticos, periódicos contaminantes, televisiones impresentables, porque
no tendrían material de trabajo o carnaza. Cierto. Pero sugiero modestamente
emplearlos incrementando espectáculos como el Toro de la Vega que tanto
entusiasmo y europeísmo derrama por doquier.
Con mis respetos,
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