dijous, 5 de març del 2020

DE REYES MAGOS Y PASTORCILLOS


En otro tiempo, cuando oía alguien despotricar por la apabullante sombra de la corrupción, siempre se me ocurría tararear la misma canción, “no exageréis, por mucho que se robe es una minucia comparado con el presupuesto de un estado”. Hoy, visto lo visto y oído lo oído, he de reconocer mi error, mi tremenda equivocación. Es más, o se ataja esta lacra de la sociedad o nos vamos todos a hacer puñetas. Así de claro. Ahora sí estoy convencido de que este país, España, ha de ser tremendamente rico como para poder engullir tantos sapos, sapos apocalípticos. Hoy un buen puñado de periódicos españoles se hacen eco de la publicación del diario suizo Tribune de Genève, según el cual el padre de Felipe VI habría recibido cien millones de dólares en comisiones por el contrato del TGV entre Medina y La Meca. El dinero, un “regalo” del rey Abdul-lah de Arábia Saudita, apareció en una cuenta corriente del banco suizo Mirabaud a nombre de la fundación panamenca Lucum, de la cual Juan Carlos l era el único beneficiario.

El fiscal suizo que encabeza la investigación, Yves Bertossa, considera que los cien millones corresponden a la comisión por el tren de alta velocidad que, según la amiga del rey emérito, Corinna zu Sain-Wittgenstein, habría recibido Juan Carlos l. La empresaria alemana habló de esta comisión en las grabaciones que se publicaron en diversos medios españoles y que fueron el origen de la investigación en la Audiencia Nacional y el ministerio publico suízo primero y de la fiscalía Anticorrupción después. Las dos últimas siguen activas, mientras que la causa en la Audiencia Nacional se archivó alegando que no había “indicios racionales de delitos” y que, aunque se pudieran probar los hechos, se habrían producido cuando el rey era “inviolable”.

También hoy, mediante un vídeo de YouTube, se informa de las cien mil y una tropelías cometidas por destacados personajes de la vida pública española, imposible de plasmar o referenciar aquí. Valgan dos meros ejemplos de lo dicho; de cuando la quiebra de la empresa Ercros, dirigida por Josep Piqué fue vitaminada con un crédito público de 51 millones, y que años después, siendo ya ministro de Industria, fue exonerada perdonando la deuda. 51 millones del contribuyente que fueron a parar al cogote. O las 1860 viviendas en Madrid, siendo alcaldesa Ana Botella, valoradas en 151 millones y vendidas a un fondo buitre con una rebaja de 22 millones. 22 millones del sufrido contribuyente que pasaron a mejor vida, nunca mejor dicho. Pero todo lo antedicho podría decirse que no tiene importancia alguna comparada con el montante total de los desaguisados, tropelías y mangantes que, valiéndose de todo tipo de argucias y los inefables padrinos y hombres de paja, han construido verdaderas máquinas de hacer billetes, ajenos claro.

Me limito a llamar la atención sobre un asunto que es de ámbito nacional y de extrema gravedad. Ni opino, ni pongo en duda, es materia periodística y precisamente por serlo no comprendo cómo puede hablarse de impunidad, desconocimiento u olvido.