dimecres, 24 d’abril del 2019

POR EL AGUA DE GRANADA SOLO REMAN LOS SUSPIROS

POR EL AGUA DE GRANADA SOLO REMAN LOS SUSPIROS
La plaza Nueva estaba barrida por el sol de mediodía, la mitad destellante y el resto en la penumbra, al amparo del turbio perfil de la Alhambra. Reinaba el bullicio: grupos de turistas dócilmente aborregados tras un paraguas amarillo, bailaores de flamenco bañados en sudor en pos de unos euros y algunos cantaores sentados en sillas, formando un corro. Los palmeros palmeando y vomitando su rota voz entre quejíos y navajazos de voz aceitosa como en noche de luna parda.
Yo pronuncio tu nombre
En las noches oscuras
cuando vienen los astros
a beber en la luna
y duermen los ramajes
de las frondas ocultas.
Algo así como diez años hacía que no visitaba Granada. Esta ciudad tiene algo especial, muy especial. Se habla del embrujo de Sevilla, pero aquí te deslumbra el duende, Granada tiene duende. Dejé el coche en Puerta Real y enfilé expectante la Carrera del Darro dejándome mecer por un sol comprensivo con las intermitentes e impertinentes nubes. Vencida la Plaza Nueva se angosta el camino y el gentío se comprime cuesta arriba. A la izquierda restos de ruinas de lo que un día fueron casas, hoy reconvertidas en abrevaderos de tapeo y mercadeos de suvenires. A la derecha el río y la imponente silueta del Generalife que, junto con la Alhambra, todavía oculta en el camino, conforman un conjunto único de aquella dominación árabe que permaneció más de siete siglos. Es un prodigio de ingeniería hidráulica y jardinería. La Reconquista finiquitó en 1492 con la anexión de Granada a la corona española. Algo parecido propugna el líder de Vox en la actualidad con catalanes y vascos. Aunque no somos nazaríes.
¡Oh Ciudad de los gitanos!
¿Quién te vio y no te recuerda?
Dejadla lejos del mar
Sin peines para sus crenchas.
¡Oh Ciudad de los gitanos!
¿Quién te vió y no te recuerda?
Que te busquen en mi frente.
Juego de luna y arena.
En la calle Antigua, número uno, entre la Plaza de los Lobos y La Plaza de la Trinidad, pasó recluido y bien atendido, sus últimos días. Toda la familia de Luis Rosales era y vestía de falangista, pero por deferencia a Luis, consintieron en albergar en su casa a Federico García Lorca, poeta como Luis. ¡Qué digo! Luis admirador y amigo del joven poeta universal. Federico fue un hombre que de tanto saber acumulado, tanta cultura, tanta bondad, tan amigo de sus amigos, que todo ello devino como un alud a sus espaldas que le abrió su propia sepultura, a manos de sus verdugos; la falange, la guardia civil, la envidia y el miedo. Juan Luis Trescastro y sus compinches dieron al traste, segaron como a una espiga, la joven vida la madrugada del 18 de agosto de 1936, en el camino de Víznar a Alcafar. Fusilado por revoltoso, comunista, activista…y maricón, según la documentación obrante.
¿Qué luna gris de las nueve
te desangró la mejilla?
¿Quién recoge tu semilla
de llamarada en la nieve
¿Qué alfiler de cactus breve
asesina tu cristal?
Al declinar el día, cuando la luz tiembla en las farolas, escurría las últimas gotas de un café que me sugería pedir otro. Me atormentaban los sucesos vistos e imaginados, a la par. La bondad del silencio, el murmullo del agua, el cromatismo de los jardines, todo ello contrapuesto a la maldad humana, tan cercana al canibalismo y a la sangre cuajada en mil y una esquinas, me confundía, me desmoralizaba, me impedía recordar la palabra perdón.
El puñal entra en el corazón,
como la reja del arado
en el yermo.
No. No me lo claves.
No.
(En cursiva versos de Federico García Lorca).-

divendres, 5 d’abril del 2019

TREN CON DESTINO A LONDRES


Casi todos los vuelos low cost a Londres suelen aterrizar en el aeropuerto de Gatwik. Se enlaza con el tren Gatwik exprés y en cuestión de treinta o cuarenta minutos te deja en Estación Victoria, centro de la macro urbe. Cuando el tren cruza los arrabales –más o menos por Brixton- el paisaje es desolador, como en todas las ciudades; Grafitis, suciedad, perros escarbando y diminutas huertas de siniestra estampa. El tren cruza veloz, queda poco, pero ni así se puede evitar percatarse de la miseria reinante. Porque además Londres no es una ciudad, es la ciudad por antonomasia.

En uno de esos hogares carcomidos por la humedad y la niebla, Dorothy y Duncan, con sus dos hijos, malviven en un entorno presuntamente apacible, pero hostil y conflictivo. Podría pasar por un barrio de Belfast, en apariencia. Duncan trabaja en una fundición en el barrio de Wimbledon, no lejos de la sede de los campeonatos de tenis. Es un hombre de pocas luces, rutinario, cascarrabias y medio alcoholizado. Cuando no trabaja ni duerme, vive en un roñoso pub ahogado entre pintas de cerveza y amigotes desdentados, barbudos y pálidos, con la ingesta de cerveza como remedio a todas sus inquietudes.

Dorothy es distinta, bebe de otras fuentes. Avispada, ágil de reflejos, sucia, déspota y con criterios inamovibles. Alimenta a sus hijos con las más sutiles porquerías, sin haber cocinado nunca. Por las tardes se reúne con un grupito de convecinas, juegan al póker, chismorrean y aderezan sus penas con ginebra barata del Imperio. Las mañanas las emplea sacándose un sobresueldo con el que cubrir las carencias del sueldo de Duncan. Ejerce de puta de cercanías, o sea, del barrio. Aunque es de admirar que jamás ha aceptado el calificativo de mujerzuela. Se considera un ama de casa que hace lo imposible en pro del bienestar de los suyos. Tanto es así que su propio marido, en estado sobrio, reconoce en público que le gusta que le calienten la cama. Unas trescientas libras a la semana no es cosa de broma. Se hace de mucha ropa nueva y cara, aunque nunca llega a disimular su silueta de 92 kgs. Hace años que en agosto se ponen hasta la nuca de sol, quince días de playa, huevos fritos con bacón, patatas fritas y sangría a raudales. En Salou. Eso sí, les das la vuelta y no les cae ni caspa. Brexit? No sé, no sé.