Según leo en los papeles, el gobierno
español, el estado español, se ha gastado 670.000 euritos en el desfile militar
de ayer, festividad de la Virgen del Pilar, día 12 de octubre. Algo así como
112 millones de la pírrica moneda anterior. Evento un tanto deslucido por la
lluvia. En ese día se aprovechan los corritos de gente para tomar el pulso a la
política española. O sea, se habla de Catalunya por encima de todo. Ternos
vistosos para los hombres y modelitos con firma para las damas. Una vez
concluido el acto militar, el Rey ofrece una recepción que, en este caso,
acogía a 1500 invitados. Se supone que los canapés, el vino español y todas
esas zarandungas dieron lustre al momento. Pedro Sánchez en su primer desfile
militar como presidente, se llevó todos los sapos y culebras coreados por la
derechona más casposa y reaccionaria de las Españas. Ya se sabe, aquí el
término medio no existe, o te lamen el culo o te despellejan. Mi ignorancia me
induce a pensar en la necesidad de celebrar estos fastos que, a fin de cuentas,
siempre son para los mismos. Porque a nivel estatal 670.000 euros son una
bagatela, pero menos bagatela sería si los beneficiados fueran comedores
escolares o personas en situación de abandono y riesgo social, que no son
pocas.
Siguiendo con la lectura de papeles me
apercibo de que las cosas no están nada bien. Un sudor frío me abraza la
espalda y, por un momento, siento verdaderas náuseas. Resulta que después de
dejar atrás la terrorífica crisis de siete años, la mayoría de países que
conforman la Comunidad Europea, siguen teniendo el mismo nivel de vida, Pib, de
antes de la crisis, y algunos lo han mejorado. De esos 28 países que son la
Comunidad, La República Checa y Eslovaquia, siguen liderando el grupo, como
antes, seguidos de Finlandia, Dinamarca, Francia, Países Bajos, etc. España,
antes de la crisis, figuraba en el puesto 23, y en la actualidad ha descendido
al 25. Tan solo seguida por Letónia, Estónia y Rumanía. En resumidas cuentas,
seguimos siendo la cola de Europa, en casi todo.
Sí que tenemos una red ferroviaria de alta
velocidad de las mejores del mundo, aunque adolece de un curioso estigma: es
deficitario hasta las meninges. El único tramo que se encuentra en el umbral de
estabilización, no de beneficios, es el de Barcelona-Madrid, aun siendo los
precios de los billetes más caros que en la mayoría de tramos por España.
Tramos en los que sube una persona en una macro estación en medio de la nada, y
baja otra. También es cierto que fabricamos o compramos submarinos, que no hay
donde amarrarlos, tanques, aviones de combate, misiles, armas de todo tipo que,
como todo el mundo sabe, prestan un gran servicio a la población. Sin contar
los enormes costos de una emigración subsahariana absolutamente descontrolada y
acogida con una batería de facilidades y prebendas que en muchos casos no
disponen de ellas ni los propios autóctonos.
En España un 14’5% de la población hace más
de tres años que se encuentran en una situación de penuria. Las prestaciones de garantía de ingresos resultan
claramente insuficientes. Tenemos tantos pobres como Rumanía. Según un estudio
de la Universidad de Alcalá, un 32’6% de la población, con trabajo, está en una
situación de vulnerabilidad económica. Y un 26% está en riesgo de pobreza. Otro
26% de los mayores de 25 años o no tienen ingresos o son inferiores a 536 euros
al mes. Y un 3’3% de los hogares españoles no tienen ningún tipo de ingresos.
Si añadimos a todo este panorama tan sombrío que una generación perdida la engulló
la crisis, no teniendo oficio ni beneficio y que personas de más de cincuenta
años perdió el empleo y no lo recuperará nunca más, el balance es patético y
ofensivo.
Quizá 670.000 euros para una fiestecita
estatal no sea como para rasgarse las vestiduras pero, hombre, quizá sí para
que alguien se sonroje.
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