Sé que puede parecer insólito, pero el tren
también tiene alas, y estas alas, atravesando el Atlántico, me llevaron hasta
Grand Central, en New York, en la calle 42 entre Lexington Av., y Park Av. Medio
estación termini y medio museo, monumental nudo de comunicaciones enterrado. La
primera vez que caí en este Polifemo urbano tengo que reconocer que me
impresionó mucho. Y las posteriores visitas, cada vez me impactaron más.
Aquello no es una ciudad, es como el río cuando se transforma en mar. La inmensidad
te ahoga, pero revives. ¡Y de qué manera!
Tenía diez días por delante y quería
aprovechar al minuto mi estancia. Un minucioso estudio del plano,
cuadriculación de la ciudad con lápiz de color y reparto de zonas por los días
de estancia. Perfecto, una rotundo chapuza. Pobre de mí, cada cuadricula
necesitaba diez días yendo rápido. Decidí no coger ningún transporte público,
no perderíamos ningún detalle de las calles, las tiendas, los edificios, la
gente, la policía, los bomberos. Lo quería ver todo a pie y... me los planché.
El primer día no cené, estaba rendido y con
los pies hinchados. Todavía me duraba el cabreo con el perro de inmigración en
la aduana del aeropuerto JFK. Me dormí pronto con la imagen del puente de
Brooklyn clavada en el cerebro. Como he dicho, no cené pero si tomé una copa en
The River Café, bajo el mismo puente y colgado sobre el río Hudson, con unas
vistas tan increíbles del skyline de Manhattan que me prometí volver, pero para
cenar tranquilamente y dejar volar la imaginación o los sueños frente a Chinatown.
Rápidamente decidí que la magnitud de la
ciudad no me permitía sacar adelante mi cuidadosa planificación para rastrear
aquel monstruo de gigantes de acero y hormigón. Dedicaría los diez días a hacer
el turista, sacar una fotocopia mental de los cientos de lugares emblemáticos y
dejar para futuras ocasiones el detalle de los cinco distritos y los
incontables barrios. Tres días para tener una idea de Brooklyn y una semana
para recorrer Manhattan. Por eso esta crónica también será una primera estación
en la que, con el tiempo, intentaremos añadir otras rutas. En esta ocasión no
hablaremos de El Bronx, Queens, ni Staten Island, sería necesario un libro.
A unas cuatro travesías al este de mi
hotel, junto a Grand Central, está la confluencia de Broodway Av. con la
séptima, donde aparece una especie de ombligo del mundo: Times Square. Si pones
en marcha unas mínimas dotes de observador, te darás cuenta del porque Estados
Unidos es la primera potencia, del porque tienes que dejar la piel si quieres
destacar y ser alguien en medio de aquella neurasténica sociedad. En la que, en
principio, toda persona tiene posibilidades de escalar posiciones: trabajando
duro, muy duro. Esta es la clave. Ni pereza, ni bajas, ni pillería, ni puentes,
ni eso no me toca. Trabajar mucho, nada más. Nadie te da la hora que es ni te
abre la puerta del taxi, si a cambio no se escupe un dólar. El dólar es más que
una moneda, allí es una forma de vivir y de entender la vida. ¿Fumar?, me
parece que yo era el único fumador en la City. Dado mi interés por escudriñar
al máximo, hablé con varios hispanos que trabajaban dos turnos cada día en
diferentes empresas, con el fin de reunir suficiente dinero y poder crear ¡su
propia empresa! Al hablarles de vacaciones o "bajas" se echaban a
reír.
Junto a Times, en la 43, el Tony's de
Napoli, es un buen lugar para retomar fuerzas y lubricar las tuberías con
excelentes vinos australianos, sudafricanos o chilenos. En NY comenzaron a decaer
mis convicciones en torno a los vinos. Muchas veces creemos que somos los reyes
del mambo en diversos sectores cuando, a la hora de la verdad, adviertes que
sólo somos el chico de los bongos.
Hoy cerraremos las breves impresiones en el
Lincoln Center, el Metropolitan Ópera House, el MET para los amigos. Porque ¡eh!,
yo he ido a New York también para ver ópera. Es el alimento básico de mi vida.
Aquel día, el segundo, los trinos y la frescura del cercano Central Park, me acompañaron
hasta las puertas del teatro para ver una Manon Lescaut que ya no podría
olvidar nunca más.
(Publicado el 10/01/2010)
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