divendres, 6 de juliol del 2018

EN PELOTA PICADA Y ALGO DE HIELO


Pues por aquí, bien, sin novedad destacable. Transcurre el verano de forma plácida y sin sobresaltos dignos de mención, si acaso dejar constancia de que hay menos gente de la habitual por estas fechas. Un trompazo con la bicicleta y el reventón de la rueda trasera son los incidentes más destacados de esta semana, en lo que a un servidor concierne. Tan solo me ha llamado la atención un artículo de Gloria Moreno en el que nos pone al corriente de cómo andan las cosas por Finlandia. Concretamente hace referencia a la ropa interior y al alcohol.

“Kalsarikänni”. Con esta palabreja definen los fineses o finlandeses el hábito de embriagarse en ropa interior. Lo que podría traducirse en agarrar una cogorza en pelotas. Así es, la oscuridad y el intenso frío de esas latitudes cercanas al Ártico, propician un alto consumo de alcohol, casi siempre en casa. Las rígidas inclemencias meteorológicas inducen a pasar muchas horas en casa, emborracharse en calzoncillos –es un eufemismo, deben de ir en pelotas-, relajarse y cargas pilas. Ignoro como se relaja uno, con el cerebro atestado de ginebra, vodka o whisky. Precisamente cuando andas a rastras por el suelo, a la relajación se la llama gelamación, como pisándote la lengua. El Kalsarikänni se practica siempre solo, pura intimidad, tú vas dando tumbos por todas las estancias con la botella en la mano. Me imagino que si se pasean delante de un espejo, deben enfurecerse por ver a alguien delante de él.

La gente de más edad tiende sin paliativos a considerar que la singular y secular liturgia de darle a la botella a solas y en bolas, no es más que coger una mona como un pufo. Sin embargo los más jóvenes dicen que se trata de beber moderadamente. Y ya sabemos que beber moderadamente puede provocar entrar en una autopista en sentido contrario o arrancar de la gasolinera después de repostar, con la manguera conectada. Por lo que hace al perfil de los mamones solitarios, se considera que es una buena opción para aquellas personas de clase media, en aquella fase de la vida en que los niños son todavía pequeños, la vida laboral es exigente y es necesario ahorrar para pagar la hipoteca. Los niños dicen “mamá tengo hambre” y mamá les dice “ejpega que denga papi”. Si papi llega a casa a las cuatro de la tarde, pongamos por caso, y no contesta nadie al timbre, papi sabe que debe aguardar hasta las ocho de la mañana, bajo una temperatura de 40 grados bajo cero, en espera de que mami se saque los rulos de dentro del cerebro. Querido, estoy en bolas practicando Kalsarikänni. ¿Qué fonito! Es el estado quien controla la venta de alcohol en Finlandia y con cierta rigurosidad. Menos mal. Razón por la que muchos finlandeses se embarcan en un ferri hacia la vecina Estonia, donde el comercio de bebida dura está liberado y es más económico, y se ponen de botellas hasta los dientes. Creo yo que si van con asiduidad a Estonia, ni circuitos culturales, ni turísticos, ni hostias con vinagre. Las maletas y bolsas de deporte cargadas hasta los hígados de destilados, nunca mejor dicho, y los tupidos y acolchados anoraks hinchados hasta las costuras de cristal etiquetado.

Es lógico pensar que a su vuelta a casa a los niños no les llevarán de recuerdo un reno con la cornamenta de plástico o un Santa Claus de corcho montado en un trineo. A lo sumo unas botellitas de vodka como las de los aviones, tamaño bolígrafo gordo. Vivir para ver ¡Qué digo! Vivir para columpiarse en bolas y atizándole a la botella. ¡Uy que frío!