dimecres, 13 de juny del 2018

AMORES TORTUOSOS



Anoche sufría un estrago depresivo y transcendente de personalidad, que no sé ni qué es eso, pero queda muy bien, casi dramatúrgico. El caso es que cesé en mi empeño de colgar tostonazos musicales en Facebook y me entregué a la noble causa de hurgar en los sentimientos ajenos. Puesto que este sitio tiene nombre de tren, me decidí por ver la película Tren nocturno a Lisboa. Previamente revisé La Correspondencia. El nexo que une ambas películas es que están interpretadas en su papel masculino por Jeremy Irons, el misterioso, el extraño, el frágil, que nunca deja indiferente.

Sin ninguna duda el tren a Lisboa es muchal mejor película que la del amor de ultratumba. Una fogosa relación de amor entre una estudiante de astro física y su profesor que le triplica la edad. El film se inicia en una habitación de hotel, impartiendo una lección de besuqueo en la que se comen las bocas, acompañada de un malabar juego de manos entre ambos. Bien, él desaparece de esta vida, pero ella sigue recibiendo en momentos y fechas oportunas diferentes mensajes en forma de audio, email, y cedés. El calvario que sufre la joven se acrecienta hasta límites insoportables, y los recuerdos que la asfixian.  Todo ello con un relato tedioso, lento y repetitivo. Irons no sale bien parado a mi modo de ver. El actorazo que es, queda desdibujado y volátil. Para mi que tenia prisa por acabar el rodaje. Buenos exteriores y relajante y exquisita música.

A buenas horas hoy una moza de 18 años estaría pendiente de los mensajes de ultratumba, siguiendo el esperpéntico guion de todo un flamante cadáver. ¡Qué digo moza! Ni toda una mujer en todo su esplendor. Como mucho le llevarían un ramito de gladiolos de su parte y de las partes de su nuevo amigo. La vida es así de cruda y real. Para mi que Tornatore (Cinema Paradiso) quiso rizar el rizo, pero pinchó. Hoy se hace difícil encontrar poesía tras las esquinas, priman las prisas y los picores de bajos. Suena mal quizá, pero ahh…



Jeremy Irons está más en su sitio, mejor ubicado, algo embelesado, en Tren nocturno a Lisboa, como profesor de latín y griego en Berna. Su afilado rostro encaja en la trama, el azar pondrá en sus manos un billete de tren con destino a Lisboa. Solitario y algo huraño se obsesionará en encontrar al autor de un pequeño libro escrito durante la dictadura de Salazar. La película mantiene el ritmo y describe bien el momento y el ambiente de la ciudad violentada por el fascismo. En ese ir y devenir, el protagonista suizo (Irons) persigue lo imposible, conociendo un buen puñado de personajes que van tirando del ovillo hasta llegar al autor del libro, extinto ya. En ese largo itinerario, va cubriendo los grandes vacíos de su propia vida. Un matrimonio fracasado y un aula llena de estudiantes como únicos amigos. Solitario, metódico, pensador, reflexivo y algo tímido. Bingo, con un pie en el estribo del tren de vuelta a Suiza, el profesor descubre el amor y el tren parte sin él.

El cine en su conjunto y en su magnetismo indiscutible, es fuente de enseñanza para muchos. Te deleitas con las imágenes y te dejas impresionar por las palabras. Como todo, hay de bueno y de malo. Pero siempre hay una chispa esperándote o simplemente una historia que te conmociona. Dicen que es un arte, y yo me lo creo. Otra cosa es querernos convencer con argumentos mal intencionados o explicarnos historias de amor, de un amor imposible, irracional, falso y obsceno. Pueden hacer tintinear los sentimientos, pero no engañarlos, no mentirles. La mentira no es una buena receta, ni para el condado de York ni para Lisboa.