dilluns, 14 de maig del 2018

PALABRAS AL CAER EL CREPÚSCULO


Aparentemente rejuvenecido, fruto de una dieta de adelgazamiento iniciada por voluntad propia, mantiene esa apariencia de hombre duro, no huraño, altivo, que dicen algunos. Pero no tarda en descubrir su lado más conocido y cultivado por él; el sentido burlesco y cómico que le lleva a reírse de casi todo. Pero jamás esconde la fortaleza de sus convicciones, defendidas a capa y espada.


-Nombre, lugar de nacimiento y edad.

-Llene usted la casilla como mejor le parezca, no recuerdo mi nombre. Abrí los ojos en una plaza ajardinada, llena de dalias y geranios. Años hay los que median desde el ecuador de una pérfida dictadura hasta hoy.

-Su físico alienta una imagen de hombre serio i cabal. ¿Tiene de que arrepentirse?

-Claro, naturalmente que sí. Presénteme a alguien que no tenga nada de que arrepentirse. Erramos el tiro demasiadas veces.

-Qué le dice la palabra Cultura con mayúscula?

-Me dice bien poca cosa. Aborrezco magnificar algo que forma parte intrínseca de la vida. Cultura es casi todo: una imagen, un gesto, la música, la pintura, la escultura, el turismo bien entendido, el pan horneado, los modales, las lenguas, la literatura, la mirada de un niño, el teatro, el cine, yo qué sé. Cultura es todo en nuestra vida. No es un día en la ópera o recitar una frase requemada. Si hemos de hablar de cultura con mayúscula entonces estamos perdidos. Con mayúscula significa ocasión, momento, circunstancia. Y la cultura es continuación, actitud, disposición.

-Cree que en España hay cultura o al menos iniciativas estatales para promoverla?

-Le voy a hacer un símil también requemado; España es un país de pandereta. No se ha hecho nunca nada en favor del aprendizaje, antes al contrario. Se ha promocionado la chabacanería, la ordinariez o el gusto por martirizar los animales. Propio de países subdesarrollados. Ya se sabe, un país medio analfabeto es cien veces más manipulable que una sociedad culta.

-Ve con buenos ojos que los gobiernos destinen presupuestos importantes para el sostenimiento de ejércitos, iglesia o asociaciones privadas de cariz político?

-Tales cuestiones me remiten inequívocamente a la pandereta. No tengo más que añadir. Huyo de uniformes y de uniformidades.

-Todavía fuma tanto?

-Me lamento de tener que afirmarlo, sí. Soy como una burbuja dentro de otra. Pestilente y dañina.

-Ha sentido miedo alguna vez en la vida?

-El miedo, o los miedos, son como de la familia para mí. Ignoro para los demás. Cada vez que tengo una duda, la amenaza de lo desconocido, el enigma de una ansiada respuesta, noto temor, siento miedo de lo venidero, temo no estar a la altura de las circunstancias. Me molestan los secretos, lo inexplorado. Y todo ello me influye, hace tambalearse mi ánimo y mi percepción de la realidad. Incluso creo que trasciende a lo personal. Me acuso de haberlo contagiado, en uno u otro pasaje, aun sin quererlo, en casi todos mis libros.

-Usted se encuentra en la edad…madura, algunos dicen que es la mejor en la vida de un escritor, la más prolífica, la más intuitiva. ¿Por qué dejó de escribir?

-¿Quiere una respuesta importante, impactante? Pues siento no podérsela ofrecer. Me cansé, me aburría…, me abandonó el gusanillo de la necesidad, de tener que hurgar de nuevo cada día en busca de no se sabe qué...

-Pero hay miles de personas que opinan lo contrario, usted gusta.

-Me cansé de exigirme, de obligarme, de tener mis pensamientos equivocados, de esperar que fluyeran las ideas como puñados de cerezas. Tenía miedo de fracasar, de hundirme en el foso de la indiferencia, de ser rechazado. Llegó un día en que dudé muy seriamente de mi capacidad para escribir. Y lo dejé, cerré mis archivos y sellé mi conciencia. Abrí la ventana y descubrí que ahí fuera había otro mundo sin folios, sin tinta, sin prisas. Y el aire penetraba fresco envolviendo mi rostro y pacificando mi corazón. ¿Qué onceavo mandamiento me obliga a trabajar hasta el crepúsculo de mis días? Ninguno. Y porque no, me gustó la vida que tenía enfrente y no veía.

-Hábleme de envidias y soledades, si es que las conoce.

-Sí, creo que sí. Vienen frecuentemente por aquí. Las conozco. La envidia la he leído por ahí descrita como un estado mental en el que existe dolor o desdicha por no poseer uno mismo lo que otro tiene, sean bienes o cualidades personales. Bien, podríamos aceptar el significado dado, pero son tantas las variantes que… Mire, si decimos, por ejemplo, me gustaría saber tanto como el ingeniero que levanta puentes o rascacielos. Esto es una envidia sana, constructiva, incluso admirable. Dando por sobreentendido que el tal envidioso es alguien con voluntad de estudio o trabajo. Pero si decimos, me gustaría tener el cochazo que conduce aquél hombre, pero se pasa el día jugando a las cartas en el bar con los amigotes, esto ya es una envidia repugnante, casi que es odio disfrazado de reconocida ineptitud. Pero hay muchas más variantes, muchísimas. Tiene un cierto parecido con los celos, pero esto ya es otro cantar. Los celos amatorios suelen descansar en la desconfianza, en la pobreza de espíritu. Los celos justificados sí que llevan aparejados el dolor y la frustración. Se da el caso que viví uno de estos dramas en mi círculo de amistades y, créame, le puedo asegurar que llevan una carga de tragicomedia que van más allá de lo soportable.

-Y que puede decirme de la soledad.

- En este momento poco o casi nada. Es tarde y la brisa araña mi añeja piel y supongo que la suya, aunque más joven. Creo que lo más sensato que he leído es aquello de, si estas solo y sientes la soledad, ahí empieza el problema.


Le dejé sentado, en el jardín. Me llevé la duda de si aquel hombre de ojos vivarachos y gestos resolutivos no volvería algún día a pulsar las teclas. Parecía contento y desinhibido, pero algo me decía que quizá sí que acusaba una cierta soledad lejos de sus papeles. Sentir la soledad cuando uno está solo, dijo. Me salí con la mía, no se habló de libros, ni de ventas o fracasos. Solo del hombre, y eso era lo que me interesaba. Tras la larga hilera de cipreses, a lo lejos, se ocultaba claudicante el rojizo sol tras las montañas. Todo hombre tiene dos caras, la que se ve y la que describe en silencio y tiempo, mucho tiempo.
Abril 2002.