dimarts, 17 d’abril del 2018

CASO CERRADO


Imaginémonos, que ya es mucho imaginar, que vamos a ser testigos de un interrogatorio con fines meramente  informativos de las partes, no de las partes íntimas, que son de otra naturaleza, más constreñida, más peluda. Todos los aspirantes han sido escogidos al azar, no hay relación alguna, ni parentesco, ni mucho menos pago de ninguna especie. Circunstancia que no obvia ni transgrede en modo alguno la legitimidad del estudio oral, para que cada interrogado sea obsequiado con una merienda consistente en chocolate con churros, al finalizar su participación. Empecemos:

Doña Agapita Carrasco, ¿dónde se encontraba usted la madrugada del tal y tal, con una pancarta entre manos? ¿Y qué decía esa pancarta? Pues verá usted, éramos un grupo de amigos que salimos de la disco y nos fuimos a la autopista a montar un sarao. La pancarta decía “Corruptos hijos de puta”.

Muy bien, caso cerrado. Propuesta por terrorismo.

Don Florencio Rascayú, ¿es cierto que la noche del tal y tal se encontraba usted en el bar Mondongo, y se cepilló un cubo de cerveza? ¿Y no es menos cierto que en conversación con su vecino de mesa se conversó en voz baja acerca del derecho a decidir? Pues no sabría decirle, me parece que aquel día cogí una cogorza de las buenas y no me acuerdo de nada. Y en cuanto a la conversación, es que ni recuerdo haber tenido un vecino.

Perfecto, caso cerrado. Propuesto por sedición.

Don Aníbal Gómez. ¿Niega usted que a los postres del día de Navidad del tal y tal, levantó su copa invocando ni más ni menos que el desprecio a la sagrada unión del estado, diciendo “Voy pallá”, dejando a entender sus ansias de marcharse? Pues no acabo de entenderlo, voy pallá podría ser el retrete o la palangana donde vomité mis malditos excesos navideños.

Entiendo, caso cerrado. Propuesto por rebelión.

Doña Inmaculada Rodríguez. El domingo del tal y tal se encontraba usted en la plaza de su pueblo celebrando la buena cosecha de alcachofas. ¿Es cierto que en el tablado de los músicos cantó usted una canción impropia, refiriéndose a personajes públicos? Pues verá, señor, nos hartamos de torrijas y vino del bueno, y allí todo el mundo decía tonterías y vaguedades sin sentido.

Ya veo por donde va. Caso cerrado. Propuesta por cuatro años de trullo.

Don Nicomedes Prostato. ¿Es una sinrazón decir que el tal y tal se presentó a su trabajo con un lacito amarillo en la solapa, a sabiendas del horror que tal desplante causa a un ministro, por ejemplo? Ah, no lo sabía. Pues menos mal que no me vio los calzoncillos negros y aperdigonados.

De acuerdo. Caso cerrado. Propuesto por terrorista.

Doña Encefálica Gutiérrez. ¿Podría decirnos con que avales académicos puede usted justificar el master de final de carrera? Pos la verdad es que no macuerdo, ya han pasao muchos años y por aquel entonses de escuela, poquito.

Perfecto. Caso abierto. Propuesta para Dirección General.

Don Arquímedes Urbano. Del negociado del cual usted es responsable, se han perdido 2000 millones de Euros, sin dejar rastro. ¿Qué nos puede decir al respecto? Si, cierto. Los hemos buscado por todos los cajones y armarios, y nada. No aparecen ni por Dios.

Está claro. Caso abierto. Propuesto para presidente de Autonomía.

Don Tristán Opaco. Se comenta por ahí que usted y todo su equipo cobran en dinero negro, convenientemente camuflados en sobrecitos marrones de salario miserable. Y al parecer hay pruebas que así lo determinan. Hable por favor. Pues verá, así de fácil. El único negro que conozco es el señor que cada mañana me abre la puerta del coche, después de lavármelo.

Correcto. Caso abierto. Propuesto para Dios. 

Bien, hasta aquí nuestro trabajo de campo, con unas tímidas muestras del estado de las cosas. Ustedes han sido testigos de primera instancia y los nominados para no hacer declaración alguna de todo lo oído y visto y, mucho menos, para extraer opiniones o conclusiones. Visto y no visto.



dijous, 12 d’abril del 2018

LETRA A LETRA


Llueve, en buena hora. El agua es necesaria para hidratar el planeta y nuestros enmohecidos huesos. De esas tardes en las que a uno le entra esa extraña morriña, un poquito de recuerdos que ya no volverán y un mucho de ansias de vivir, de conectar con la vida y desprenderse de la rutina. Tarea nada fácil, somos animales de costumbres. Demasiados enredos para sustraerse de la realidad, de lo cotidiano. Casi todo está patas arriba. Da asco. Las lealtades y fidelidades brillan por su ausencia. Tiempos convulsos, tiempos de mentiras e imposturas, de bajas pasiones.

Trece años escribiendo por los descosidos bajo el paraguas del Tren de Llarg Recorregut. Me da la impresión de que esta “marca” ha envejecido, como yo mismo. Qué rápido pasa el tiempo. Me aconsejaron en el periódico que presentase tres opciones, tres cabeceras y, finalmente, acordamos el Tren. Y ahí sigue dando guerra, cruzando estaciones, devorando kilómetros y lugares. Países, gentes, costumbres, paisajes y desgracias también.

Me gusta contar historias, la gran mayoría vividas, las otras pues colgando del trapecio de la inventiva, de la madre de todos los recursos; la imaginación. Cuando la imaginación vuela, ya se sabe, un revoltillo de piruetas en el aire, puertas que se abren y cierran, ilusiones que penden de un hilo y pretendemos amarrarlas con otro hilo. Es divertido abrir el cajón de las letras y seleccionarlas, escogerlas, reseguir su esbelto perfil, y construir palabras, ordenarlas, combinarlas en un perseguido orden hasta que den lugar a frases que suenen acordes y concisas. Como la cadencia de una melodía edificada con saltitos por el teclado de un piano. Juntamos frases para recogerlas en un párrafo. Ordenamos los párrafos y ya tenemos el texto. ¿Habremos acertado? ¿Se oirá una buena melodía? ¿Gustará? Nadie lo sabe en este momento. Tan solo los lectores emitirán el veredicto inapelable; aprobado o insuficiente, este y solo este será el verdadero valor del trabajo. Todo lo demás no importa.
Esta ventanilla, del Tren, ya hace muchos años que se abrió. De cuando en los trenes se podían bajar o subir. Hace ya tanto que hoy las ventanillas de los trenes son herméticas, ya no se abren. La mía sí. A bordo, respiro el acuciante aire cálido y bochornoso de las serpenteantes llanuras y las afiladas e hirientes dentelladas del viento helado de las montañas. Me llega el rugido de la vieja locomotora ululando entre desfiladeros. Veloz, constante y con añeja sabiduría, engulle los desgastados raíles que llegan hasta el infinito sin conocerse, dejando a su paso un rastro descomunal y a la vez efímero de humo negro.


Persiste la lluvia, no da tregua. Ha cambiado el paisaje, los verdes son más verdes y el campo se inocula de primavera. No tardará el sol en apaciguar el termómetro para después enfilarse unos cuantos pisos más arriba, en donde habita el sudor y la modorra. Cuando las amapolas unen sus mejillas rojas y traviesas en medio del sembrado. Conozco partes en las que el granizo ha pulverizado los cerezos, un grave error de la naturaleza. Quiero hacer contigo lo que la primavera hace con los cerezos”, Neruda y sus coloridos sueños.

Es tiempo de tren, de maravillas. He tomado el camino de la derecha, las bifurcaciones son para tomar decisiones. El tren se adentra en el bosque y nos enseña sus lágrimas de hierbabuena y tomillo. Los aromas embriagan el espacio, pinos y robles compitiendo por mostrar su impoluta grandeza y los incontables riachuelos transportando su mercancía ladera abajo. Allí están los chopos, como lápices verdes y plateados, secos, recibiendo el bendito líquido, jugueteando entre cañizares exhaustos. La soledad del bosque se ha roto con la llegada de la primavera.



diumenge, 8 d’abril del 2018

EXCENTRICIDADES



“Lo malo de la muerte es que es para siempre”, caramba! Cuantas pocas palabras para encerrar tanta verdad. Fino y sibilino, García Márquez en todo su esplendor. “Perdonen que no me levante” dijo Groucho Marx de la inscripción en su futura tumba. Dos maneras opuestas de enfocar un tema que produce terror a la mayoría de los humanos. Y aun tenemos el popular y campechano “El muerto al hoyo y el vivo al bollo” que se suele emplear entre despistados, vividores y aprovechados. Hace pocos días que tomando café y leyendo un periódico me puse perdido el jersey al leer un corto pero contundente epitafio: Dando las condolencias a la viuda “Lo siento mucho, que no sea nada”. “Hoy por ti, mañana por mí”, no se dice, pero se piensa. Las hay realmente que son para morirse, sobre todo las que se meditan antes de soltarlas y en las que es necesario poner cara de aflicción y el gesto torcido. Como quien tiene ganas de evacuar, vamos. Al oído de la viuda “Puedes estar contenta, Carlitos ha quedado muy guapo”. Versión torticera y cutre “Ha quedado muy bien, parece dormido” “Quien lo iba a decir, ayer tomándose unas cervezas en el bar de Paco”. Decididamente me quedo con la elegancia y señorío de Jep Gambardella, el magistral protagonista de La Grande Belleza. En el funeral de un amigo de cuerpo presente, diletante y aristocrático, Jep, se acerca al féretro con el rostro hierático y la mirada humedecida, inmóvil, ningún músculo en acción y sin una lágrima –para no robar protagonismo a los deudos-, mira al féretro como si estuviera viendo en su interior y se da media vuelta para lanzar su mirada a la viuda, a la que se abraza compungido y susurra al oído “Cuando todo esto pase, dentro de unos días, semanas, quizá algún mes, y el dolor se haya ido apaciguando, llámame, querida. Sí señor, todo un caballero, pero calavera hasta la médula”.

Cada uno de nosotros podría escribir un libro de su vida, relacionando la cantidad de miserias, insensateces, bajezas, mentiras y meteduras de pata que ha oído o presenciado. En este cochino mundo, orillando, enfermedades, miserias y guerras, casi todo lo demás es un coñazo. El que esté libre de culpa que se dé un hachazo, estaría solo. Y no olviden que todo lo que les pueda pasar en esta vida, antes ya lo ha cantado un bolero. Estanislau Figueras ya dijo aquello tan acertado en el Parlamento español «Señores, voy a serles franco: estoy hasta los cojones de todos nosotros». Claro que sí, nos esforzamos tanto a lo largo de la vida para poder llegar a ser lo que nunca fuimos ni seremos, que no nos queda otro remedio que actuar de forma ordinaria, cíclica y renqueante. Antes nos pasábamos las vacaciones de agosto haciendo planes para septiembre. Hoy nos parece poco un mes de vacaciones y aborrecemos de pensar que en septiembre volveremos a lo de siempre, a la rutina. Falta originalidad, carecemos de ella, y llevamos decenas de años conjurándonos para cambiar las cosas, oler aromas nuevos, planear nuevos objetivos…pero antes morimos en el intento. “¿Alguna vez contaste las mujeres con las que has estado?, No soy bueno en aritmética. Respuesta inteligente y sabia.


¿Recuerdan la escena  final de Los Puentes de Madison? Francesca aterida de pavor con la mano en la manecilla de la puerta. ¿Qué hacer? Saltar del coche y abrir su corazón a lo nuevo, lo deseado, lo envidiado, o quedarse paralizada tan solo recordando lo que fue y no será nunca jamás. Petrificada. No hay viento favorable para quien no sabe adónde va. ¿Y debemos reconfortarnos, romper nuestras vidas sin atreverse a abrir aquella ventana que parece llamarnos? “Los viejos sueños eran buenos sueños. No se cumplieron, pero me alegro de haberlos tenido” Muy bonito, sí, ¿Pero qué más?