dimarts, 2 de gener del 2018

BUENAS INTENCIONES, ¡FELIZ AÑO NUEVO!

¡Hola, bienvenidos amigos y lectores! Nos volvemos a reencontrar después de haber culminado con cierto éxito la noche de las trompas, la pesada mesa de Navidad, los canelones de San Esteban, el concierto de Viena, los resbalones en la nieve, la persistente mala leche de la lotería, el malicioso amigo invisible y, finalmente, a los buenos y esperanzadores propósitos para el futuro. Espero que podamos compartir esta visión tan edulcorada de las fiestas de Navidad. Si, si, también me han hecho regalos, la familia siempre es espléndida con un servidor. Aunque yo sigo siendo un pedazo de asno para las cuestiones de obsequios y demás signos de buen gusto. En fin, cada uno es como es.

Este año me incordiaba una manía en la cabeza desde hacía tiempo, una losa. Desde que mi vida, digamos profesional, hizo un giro repentino, de un día para otro, las cosas se simplificaron mucho, casi diría que todo mi entorno y yo mismo caímos en relajarnos, en la tranquilidad, en ensimismarse - que quiere decir embobarse-. Desde aquel instante ya no usé nunca más una agenda. La agenda, guía y despensa de la memoria, disco duro portátil donde se apilan cantidades de eventos clasificados por días y horas, la mayoría antipáticos, pero también algunos de deseados y esperados. Calendario, distancias kms, conversión de monedas, santoral, números de teléfono, especies animales en peligro de extinción, capitales del mundo y un largo etcétera de curiosidades y datos de interés.


Dicho y hecho, ya me la he comprado, lomo y cubiertas de piel marrón, señalador de urgencias, colores para resaltar la preferencia o interés de la anotación, averías más frecuentes de un coche, concesionarios más destacados, por marcas. En fin, lo de antes más lo de ahora. Tanto es así que esta misma mañana me he decidido a estrenarla. Nada como el olor de un libro nuevo y páginas vírgenes. Escribo con pluma, me gusta. He comenzado por escribir mis datos personales. Un poco más tarde, mientras ya estaba en la C de los números telefónicos, pensaba que no era necesario que escribiese mis datos personales, porque si la pierdo cualquier desaprensivo me podría chantajear. Bien, el caso es que cuando terminaba con la C y tenía de continuar con la D, me he preguntado <porque debo traspasar casi trescientos números de teléfono a mano, si ya los tengo en el propio teléfono>. Ya lo pensaré, no corre prisa.

Mientras me tomaba un café pensaba que quizás lo más sensato seria estrenar la agenda propiamente dicha. A ver, primero, asuntos de relevancia para esta semana que merezcan mi atención. Bueno, ahora no se me ocurre ninguno. Tareas ineludibles de hoy hasta el domingo, a ver, aquí sí que hay materia. Vaya, sé que el jueves tenía algo. Ep! Domingo sí que me barrunto que tenía que ir al pueblo de aquí al lado, es igual, ya saldrá. Ya está, abro la página de marzo y en el día 19, anoto <Hoy es mi santo>, sin color, no es importante. Ep! Julio y agosto rayados de arriba a abajo, nos vamos de vacaciones como cada año a C, hace veinticinco años. En este caso la C significa Cambrils. Viendo que me estaba poniendo nervioso, he dejado de lado la agenda y he salido a dar una vuelta.


Por la tarde ya no me he puesto. Al contrario, he pensado el por qué cojones necesito yo la agenda. Mañana tengo que ir al almacén a buscar leña y mi mujer me lo suele decir dieciocho veces antes. El puto teléfono me avisa de santos y aniversarios, distancias kms, despertador, noticias, avisos de prensa y ocho mil setecientas cosas más que no sé ni cómo se manejan. Teléfonos, mensajes, WhatsApp, cámara, fotos, vídeos, Youtube, soplagaitas que no cesan de enviar tonterías o jacas en pelotas, recordatorios de que estamos bajo el puto paraguas del 155 y no podremos ir a mear sin un permiso de la autoridad competente, Antonieta que todavía se acuerda de mi después de cuarenta años. Joder, joder. A ver para qué coño necesito yo una agenda si aparte de que no tengo de hacer nada, ni tan solo prevenirlo, ya tengo el bwana del puto teléfono martirizándome de noche y de día. Lo mismo pasa con los buenos propósitos de año nuevo: Aprender inglés, dejar de fumar, ir al gimnasio, no mirarme la Loli, hablar decentemente bien, no correr con el coche, etc. ¡A la mierda ya el gimnasio, la agenda, el inglés, el coche y la madre que los parió!