Esta
semana en el fantástico Palazzo Venezia de Roma, ha tenido lugar la
dieciseisava edición de los prestigiosos premios Europa de Teatro. El clima del
público ha subido la temperatura al conocer que el ganador –ex aequo con
Isabelle Huppert- ha sido el gran actor Jeremy Irons. Es un actor al que he
seguido desde sus inicios, inexpresivo para algunos y reconcentrado para otros.
Nada ajeno a la prestigiosa tradición teatral británica. Si en el cine destaca
por su marcada idiosincrasia, tras las candilejas es un actorazo sin
paliativos. Lo último que he visto de él, con retraso, ha sido el film La Correspondencia,
de Giuseppe Tornatore y banda sonora del genial Ennio Morricone. Tuvo una tibia
acogida, en principio, pero Irons, fiel a su estilo como ausente, irónico,
perdido, distraído, tierno y educado, sobresale en su calculada réplica a su
joven amante. Los años no perdonan y su gestualidad adolece de cierta flaqueza
que compensa con escenas de alto contenido erótico.
Hablo
de este actor, con principios y creencias un tanto enrevesadas, en primer lugar
porque es un gran actor, a nadie deja indiferente, en un sentido u otro, pero
es que además, gente cercana a mí me han identificado siempre a él. Ojo! Sin coñas
ni carcajadas, en un plano informal, jolgorio festivo y entre amigos y familia.
Evidentemente no hablo para nada del físico, no nos parecemos en nada, Irons es
un personaje atractivo y seductor, y un servidor, pues bueno, que les voy a
decir. Sí es posible que en la actitud, el gesto o la mirada, tengamos un
parecido, conmigo y con otros tantos millones de hombres. Tampoco su cuenta
corriente tiene parecido alguno con la mía, lógico.
Fanny
Ardant subrayó de Irons su concentración, su voz suave y oscura, su generosidad
y la capacidad para abrirse emocionalmente y totalmente al público, pero
manteniendo el control absoluto de la situación. Sí, dicen que soy un mandón,
que me gusta tomar la iniciativa y controlar todos los pasos. Algo así como
desconfiar de los demás y creer que solo yo puedo salir victorioso. Claro que
también tiene otras interpretaciones, por ejemplo, ser un fulano engreído, metomentodo
y mal fiado. “Cuando te aburres en alguna cosa empiezas a hacer las cosas mal,
hubo un tiempo en que me aburrí del cine”, dice el astro. Hombre! en una
versión más de estar por casa, siempre me han dicho que soy culico mal asiento.
Es verdad, me aburro pronto y me canso de las rutinas. Me gusta innovar,
cambiar, buscar, renovar…en fin, un tío insoportable. Otra frase de este
descendiente shakespeariano, “el consumismo se nos ha escapado de las manos y
de aquí unas décadas lamentaremos como nos estábamos matando por hacer dinero”.
Pues hombre, no digo que no, pero no en un sentido general. Desgraciadamente
hoy es mucha la gente que se está matando no para hacer dinero, o amasarlo, sino
que únicamente pelean para subsistir, para no morir de inanición, cosa muy
distinta a morir de éxito. Es cierto que quien puede, gasta cantidades nada
despreciables en chorradas y bagatelas que son manifiesta y lastimosamente
absolutamente prescindibles. Mi sosias inglés tiene un formidable castillo en
Irlanda, yo no.
En fin,
no hagan mucho caso, tarde de aburrimiento y frío. Alzo mi copa para este gran
actor, pero sin líquido. Para todos ustedes que tienen la santa paciencia de
leerme, sí que la alzo llena de burbujas de oro y brindo por todos nosotros, para
que podamos seguir incordiando pletóricos y, finalmente, que Dios nos libre del
155, somos una comunidad maldita, de acuerdo, pero no imbéciles del todo.
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada