dimarts, 31 d’octubre del 2017

LA FONDA DE LA HERMÍNIA. LOS VERANEANTES DE TODA LA VIDA. (2)

Los veraneantes de toda la vida (2ª parte)

Pedazo IX

El matrimonio formado por Narciso y Julia eran los padres de Julia, Elisenda y Roser. Las tres mellizas. Venían de Girona, creo que de La Bisbal. Narcís Raventós era un hombre de negocios muy destacado en el sector de la madera, ignoro si de palillos o muebles. Los veraneantes les tenían un gran respeto y se sentían halagados cuando hablaban con ellos o participaban de alguna excursión por los alrededores. Decían de ellos que olían a tinta, a tinta de billetes, ya saben, de cartera inflamada. Las niñas eran las muñequitas de la fonda durante la primera quincena de agosto. Incluso el Niño, debe hacer unos tres años, les construyó una carretilla para cada una, eso sí, por orden de Herminia, Caguendiós! Cogían piedrecitas de entre la mierda del jardín y las llevaban dentro la fonda, haciendo las delicias de la gente y el encabronamiento de Rosendu que tenía que ir detrás barriendo. Después las chicas del comedor encontraban incluso en el armario de los platos y mantelerías, las ponían dentro una caja de cartón y Niñooo! Caguendiós! Pero, pobrecitas, se les tenía que consentir todo porque quien paga manda, el Sr. Narcís paga y Herminia no está por gilipolleces. Un día que Herminia había bajado muy contenta, chupito seguro, mandó que les prepararan un picnic y que el Niño los llevara hasta la Fuente del Hierro a pasar el día. No importa que no tuviera carné de conducir, sabía y mucho. Mantente alerta de que no se haga daño nadie, no refunfuñes por nada y haz lo que te manden. Tienes mi bendición, Caguendiós! Una tarde de rayos y truenos al atardecer, antes de cenar, Rosendu dormía, el hombre de negocios madereros y la dueña tenían un estira y afloja en relación al mantenimiento del negocio, los estudios de inversión en mejoras y, en eso insistió mucho el Sr. Narciso, las cuentas de resultados y los umbrales de rentabilidad. Hacía rato que Herminia cerraba el ojo y redondeaba la morrera, y he aquí que intervino la señora Julia: Narciso, que la Sra. Herminia ya tiene de sobra con la dirección y conducción del negocio, no le calientes la cabeza. Bueno, sí, yo de números sé muy poco, es Rosendu quien hace estas cosas, seguía durmiendo, los resultados y los estudios de inversión supongo que los tiene en ese libraco grande de las reservas, gentileza de Codorniu. Y los umbrales, mire, eso está muy claro, todo lo que hay desde las rejas hacia dentro, es nuestro. Mire, cuando Rosendu cierra cada noche, y después sube arriba, llama a mi cuarto y esté despierta o duermiendo, me deja la caja de puros Coiba con la recaudación del día dentro, sobre la mesita de noche. Usted ya me entiende, esto es lo único que yo tengo claro y lo único que me interesa. Hostia Julia, no me esperaba tanto, ¿quieres decir que esta mujer sabe leer? Venga, calla y duerme.



Las dos primas, Alba y Antonieta no han faltado a la cita veraniega, y de eso ya hará unos diez años. Ahora deben estar en la raya de la cuarentena, más o menos. Cuando reservaron la primera vez, remarcaron muy ceremonialmente que no les pusieran dos camas, exigieron una cama de matrimonio. Y el año pasado, telefónicamente hablando, al confirmar las fechas, última semana de julio y primera de agosto, les preguntaron si podían cambiar la cama por una de las de hoy día, de dos metros casi. Herminia con mucho tacto y deshaciéndose en amabilidades y elogios les dijo que muy lamentablemente esto ya no era posible, porque su suministrador de camas está en Francia y ya no hay tiempo material para la gestión. Esto es lo que les dijo. ¡Que se vayan a follar al armario si no les basta con la cama que tienen, las primitas, anda ya! Y eso es lo que dijo cuando concluyó la conversación telefónica. No había duda de que tenían como clientes a un par de lesbianas, de primitas, nada. Ya noté algo extraño. Le comentó  a Rosendu el segundo año, porque él de por sí no se da cuenta de nada. Fíjate, Rosendu, aquel par son lesbianas. Qué quieres decir, ¿que son políticas? También una mañana, cuando bajó la niña quiso comentárselo. Sabes una cosa nena, Alba y Antonieta son tortilleras. Por el amor de Dios, mamá, querrás decir lesbianas, ¿no? Hoy ya no hay tabúes afortunadamente con estas cosas, son gente como nosotros, como todo el mundo. Es una opción personal y muy respetable. La gerente dio un portazo y bajando las escaleras, yo no entiendo esta criatura, que ya no hay tuboes dice y que son como nosotros, Virgen de las Nieves! Pero lo más gordo pasó otro día en que el Niño pasaba la escoba por la alfombra de recepción, Antonieta salía del comedor después de inyectarse un café con leche y los cuernos crujientes de un croissant. No se sabe cómo, el caso es que cuando se cruzaron alguien le tocó el culo a la veraneante y allí sólo había la escoba y el Niño. Se montó un cirio descontrolado porque Antonieta se sintió muy ofendida por el tocamiento. Yo creo que se debía a que la mano traviesa era la de un hombre. Acudió Herminia para interrogar el Niño, Caguendiós, muy exaltada y con el ojo cerrado. Yo pienso que exageraba porque el culo tocado era el de una mujer que no era ella. Las dos chicas eran muy correctas en los saludos y tenían palabras de cortesía con todos. Si bien trataban de esquivar las conversaciones o la participación en juegos de mesa o tertulias de media tarde. Tampoco les hacían ascos a las butifarras con judías ni a los plátanos de fácil pelado. Pero para miradas cómplices, las que dedicaban a las dos chicas del comedor. Desde aquel episodio tan aterrador y delicado de tratar, del culo y la escoba, las señoritas lesbianas exigieron amenazantes de que el Niño no fuese nunca más a llevarlas ni a buscarlas a la estación. Caguendiós. El tema es de aquellos que se han de coger con pinzas y mucho cuidado, pero, aun así, el personal de la cocina hacía unas coñas y unos hartones de risa que iban mucho más allá de lo permisible. El día que se restregaron dos manzanas por los bajos del delantal y les dijeron a las chicas, llevad las manzanas a ese par de croquetas, a ver si mañana nos saludan como Dios manda. No sé a dónde vamos a llegar! Siempre que ya marchan hacia Barcelona, ​​en Rosendu dice parsimonioso desde encima el taburete, joder tanto alboroto, más valen dos tortilleras que un par de maricones! Quién lo parió, será borde! Tosco, ignorante y burro ... además de vago.
Continuará.