Pedazo VII
CAGUENDIÓS
(EL NIÑO)
En
este caso Caguendiós no es un exabrupto, es el Niño. Algo siniestro el
personaje sí que lo es, tiene 46 años y hace veinte y cuatro que fue bautizado
como el Niño y entró a formar parte de la saga de Ca l’Herminia. Se destaca por
no abrir casi nunca la boca, habla muy poco. Entiende perfectamente el catalán,
pero lo poco que habla siempre lo hace en castellano. Tan sólo utiliza una
palabra, un mote, con el semblante ausente: Caguendiós! No da para más.
Seguramente en otra casa podría pasar perfectamente como el niño de los recados
o niño para todo, pero no es el caso, esta descripción escondería unas
connotaciones burlescas y el Niño es algo más serio. Él se ocupa en exclusiva
de todas aquellas tareas de conservación y mantenimiento que afecten a la
fonda. Lleva un lápiz siempre en la oreja sólo para marcar puntos o hacer
señales. Es hombre de soluciones drásticas y normalmente sale airoso. Es cierto
que, si no le mandan, él no mueve un dedo. Y como quien debe mandar, no manda
por incompetencia manifiesta, vive con holgada comodidad y una inactividad
igualmente manifiesta y placentera. Por norma no se levanta nunca antes de las
nueve, ni después. Un día a la semana toda su atención la invierte en los
grifos de los lavabos y boyas de las cisternas, en verano. A pesar de las
reformas, siguen siendo las de origen y se estropean un día sí y otro, también.
Igualmente son frecuentes los atascos de aguas fecales, tuberías y los canalones
de bajada que están en muy mal estado, por suerte esto no lo revisan los de
Hasienda. Es trabajo del Niño. En ocasiones se cruza con algún cliente de los de toda la vida, y el conocimiento y
confianza les permite alguna sugerencia, Niño, cuando puedas mírate el inodoro
de la 12 por favor. Y mientras siguen su camino ... es muy buen chico el Niño, alabanza que se cruza con un rumor que
se va alejando, Caguendiós! El día que está por arriba con la caja de
herramientas en una mano y en la otra una mala leche de aquí te espero, se oye
como un hilo musical continuo donde insistente y repetidamente sólo se oye la
canción del Caguendiós por todas partes. Nadie sabe de dónde ha salido, ni
quiénes son sus padres, ni tiene carné de identidad, ni seguros, ni ha salido
del pueblo. Si alguna vez se ha sentido indispuesto, Herminia lo ha enviado al
Dr. Ulldemolins para que le echara un vistazo. No es nada Niño, tan solo
cansancio, o, bájate los pantalones que comprobaremos los reflejos. ¡Tú lo que
necesitas es penicilina y cama, dale este sobre a la Sra. Herminia y que te lo
compre todo! Caguendiós! La gripe!
Coincidiendo con lo de los veintiocho años, este es el
tiempo que hace que Rosendu hizo un viaje de una semana entera a Madrid. Nadie
ha sabido nunca la razón de este viaje, que compartía con otros colegas
fondistas de la demarcación. Porque no es que sea burro, es que nació asno y
con una pereza imbatible. ¿Qué podía hacer él en un congreso, si apenas sabe
escribir su nombre con mayúsculas? Pues fue. Mientras tanto, la Herminia se fue
a Barcelona a pasar un par de días en casa de una amiga. Por aquel entonces
Herminia se sentía valiente y nada le daba miedo. Desmontando la cosa, ni amiga
ni casa, ni hostias. Andaba quemada y caliente como un hierro en el yunque, ¡maldito Rosendu!, y se pasó dos días
enteros, con sus noches, dándole a la manivela de una manera diabólica, que no detuvo
hasta que el pito de las actuales ollas a presión no la alertaron de que el
pato ya estaba cocido. Flamenca y dominante exprimió aquel niño, abatido,
inerte, afligido y debilitado. Con el manubrio retorcido, vamos. Estoy solo señora, no tengo donde ir. Caguendiós,
pensó ella. Dicho y hecho, hacia Rocanúa.
A ver si te aprendes esto, niño. Tú has venido aquí pidiendo trabajo. Es todo
lo que tienes que decir. Aquí en casa
no te faltará de nada. Rosendu toleró porque no quería gritos ni
escándalos, pero mosca en la oreja, la tenía, sí. Pero hombre, no ves que es un
buen muchacho, llegó famélico y atemorizado, tan sólo quería trabajo y tiene
muy buenas manos (Y lo otro, no veas) Dormirá en la caseta de atrás, en el
jardín, y ya verás como no molestará para nada, es muy prudente. Santo cielo!
La caseta era una mierda integral, llena de grietas y ratones, se guardaba la
leña y los útiles de jardinería, que nadie usaba, claro. ¿Y cuando lleguen las
heladas de invierno? Que la limpie Rosendu. No le dijo que el niño era un
cagüendiosero de alquiler, claro. Desde que tuvo este cambio de impresiones con
su marido durante la presentación del Niño, Herminia empezó a sentirse desazonada,
a tener escalofríos, asustada incluso podía describir su estado. Hola
Ulldemolins, estarás en casa esta tarde o subirás arriba? A las seis, gracias.
El doctor le hizo lo que se hace en estos casos y desapareció un rato en su
laboratorio. Enhorabuena Herminia, estás preñada. Con la mirada clavada en las asquerosas
baldosas y los ojos humedecidos, pensó, Caguendiós! Sin perder el aliento ni un
minuto, durante la cena, le dijo a Rosendu: Rosendu, esta noche me has de hacer
el amor. ¿Qué te has vuelto loca? Pero ella estaba ausente, encantada, ya se lo
había dicho, y ahora pensaba como haría el amor con aquel pedazo de asno que
sólo de verlo le venían arcadas. Pero no había alternativa, todo o nada. La
verdad es que necesitó dos horas y media para poner aquel hombre en condiciones
de aprovecharlo, pero cuando vino el momento clave el Rosendu hizo un intento
de levantarse, pero ¡coño! Herminia se lo apretujó tan fuerte contra sus tetas
que el tipo no tuvo opción, voy pallá! ¿Pero qué has hecho, Hermínia?
Enhorabuena Herminia, ahora sí, te acabas de comprar un papá.
El Niño comía aparte, nunca mejor dicho. No participaba
en casi nada y comía en un rincón de la cocina, bajo la escalera. Las mujeres
de la cocina, como que nunca les decía nada, le colgaron el muerto de que
quizás era un rasca sotanas. Y obviamente que no lo era. Un atontado dijeron
una vez, habladurías sin ton ni son. Si hubieran conocido que la mejor defensa
que tenía el Niño era un arma de un solo cañón entre las piernas, fuertemente
agresiva, puede que no le hubieran dicho tantas tonterías. Comía, callaba y se
iba, sin mirarlas, y eso las sacaba de quicio, picha corta, coño! Pobres ilusas.
Pero él las ignoraba, tenía su abrevadero arriba, en el primer piso, detrás de
las cortinas que tapaban la puerta que ni los bomberos la podrían abrir, sólo
él, Caguendiós! Herminia se hizo un juramento recién nacida la niña, un día de
otoño, con las calles vacías y las cuatro tiendas aún más vacías, se puso un
pañuelo en la cabeza y casi de noche se fue a ver Nuestra Señora de las Nieves.
Hola Nieves. No es necesario que me regañes, bien lo sé que no vengo nunca a
verte, quiero que me ayudes. Dame fuerzas para que nunca se me escape, que no
tenga ningún momento de debilidad, guárdame de las tentaciones del demonio
porque nunca nadie llegue a enterarse de que el Niño es el padre de Dolores. No
lo debe saber nunca nadie, ni el tarugo de Rosendu. El Niño, tampoco.
Continuará.
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