diumenge, 15 d’octubre del 2017

LA FONDA DE LA HERMINIA (CAGUENDIÓS)

Pedazo VII

CAGUENDIÓS (EL NIÑO)

En este caso Caguendiós no es un exabrupto, es el Niño. Algo siniestro el personaje sí que lo es, tiene 46 años y hace veinte y cuatro que fue bautizado como el Niño y entró a formar parte de la saga de Ca l’Herminia. Se destaca por no abrir casi nunca la boca, habla muy poco. Entiende perfectamente el catalán, pero lo poco que habla siempre lo hace en castellano. Tan sólo utiliza una palabra, un mote, con el semblante ausente: Caguendiós! No da para más. Seguramente en otra casa podría pasar perfectamente como el niño de los recados o niño para todo, pero no es el caso, esta descripción escondería unas connotaciones burlescas y el Niño es algo más serio. Él se ocupa en exclusiva de todas aquellas tareas de conservación y mantenimiento que afecten a la fonda. Lleva un lápiz siempre en la oreja sólo para marcar puntos o hacer señales. Es hombre de soluciones drásticas y normalmente sale airoso. Es cierto que, si no le mandan, él no mueve un dedo. Y como quien debe mandar, no manda por incompetencia manifiesta, vive con holgada comodidad y una inactividad igualmente manifiesta y placentera. Por norma no se levanta nunca antes de las nueve, ni después. Un día a la semana toda su atención la invierte en los grifos de los lavabos y boyas de las cisternas, en verano. A pesar de las reformas, siguen siendo las de origen y se estropean un día sí y otro, también. Igualmente son frecuentes los atascos de aguas fecales, tuberías y los canalones de bajada que están en muy mal estado, por suerte esto no lo revisan los de Hasienda. Es trabajo del Niño. En ocasiones se cruza con algún cliente de los de toda la vida, y el conocimiento y confianza les permite alguna sugerencia, Niño, cuando puedas mírate el inodoro de la 12 por favor. Y mientras siguen su camino ... es muy buen chico el Niño, alabanza que se cruza con un rumor que se va alejando, Caguendiós! El día que está por arriba con la caja de herramientas en una mano y en la otra una mala leche de aquí te espero, se oye como un hilo musical continuo donde insistente y repetidamente sólo se oye la canción del Caguendiós por todas partes. Nadie sabe de dónde ha salido, ni quiénes son sus padres, ni tiene carné de identidad, ni seguros, ni ha salido del pueblo. Si alguna vez se ha sentido indispuesto, Herminia lo ha enviado al Dr. Ulldemolins para que le echara un vistazo. No es nada Niño, tan solo cansancio, o, bájate los pantalones que comprobaremos los reflejos. ¡Tú lo que necesitas es penicilina y cama, dale este sobre a la Sra. Herminia y que te lo compre todo! Caguendiós! La gripe!
Coincidiendo con lo de los veintiocho años, este es el tiempo que hace que Rosendu hizo un viaje de una semana entera a Madrid. Nadie ha sabido nunca la razón de este viaje, que compartía con otros colegas fondistas de la demarcación. Porque no es que sea burro, es que nació asno y con una pereza imbatible. ¿Qué podía hacer él en un congreso, si apenas sabe escribir su nombre con mayúsculas? Pues fue. Mientras tanto, la Herminia se fue a Barcelona a pasar un par de días en casa de una amiga. Por aquel entonces Herminia se sentía valiente y nada le daba miedo. Desmontando la cosa, ni amiga ni casa, ni hostias. Andaba quemada y caliente como un hierro en el yunque, ¡maldito Rosendu!, y se pasó dos días enteros, con sus noches, dándole a la manivela de una manera diabólica, que no detuvo hasta que el pito de las actuales ollas a presión no la alertaron de que el pato ya estaba cocido. Flamenca y dominante exprimió aquel niño, abatido, inerte, afligido y debilitado. Con el manubrio retorcido, vamos. Estoy solo señora, no tengo donde ir. Caguendiós, pensó ella. Dicho y hecho, hacia Rocanúa. A ver si te aprendes esto, niño. Tú has venido aquí pidiendo trabajo. Es todo lo que tienes que decir. Aquí en casa no te faltará de nada. Rosendu toleró porque no quería gritos ni escándalos, pero mosca en la oreja, la tenía, sí. Pero hombre, no ves que es un buen muchacho, llegó famélico y atemorizado, tan sólo quería trabajo y tiene muy buenas manos (Y lo otro, no veas) Dormirá en la caseta de atrás, en el jardín, y ya verás como no molestará para nada, es muy prudente. Santo cielo! La caseta era una mierda integral, llena de grietas y ratones, se guardaba la leña y los útiles de jardinería, que nadie usaba, claro. ¿Y cuando lleguen las heladas de invierno? Que la limpie Rosendu. No le dijo que el niño era un cagüendiosero de alquiler, claro. Desde que tuvo este cambio de impresiones con su marido durante la presentación del Niño, Herminia empezó a sentirse desazonada, a tener escalofríos, asustada incluso podía describir su estado. Hola Ulldemolins, estarás en casa esta tarde o subirás arriba? A las seis, gracias. El doctor le hizo lo que se hace en estos casos y desapareció un rato en su laboratorio. Enhorabuena Herminia, estás preñada. Con la mirada clavada en las asquerosas baldosas y los ojos humedecidos, pensó, Caguendiós! Sin perder el aliento ni un minuto, durante la cena, le dijo a Rosendu: Rosendu, esta noche me has de hacer el amor. ¿Qué te has vuelto loca? Pero ella estaba ausente, encantada, ya se lo había dicho, y ahora pensaba como haría el amor con aquel pedazo de asno que sólo de verlo le venían arcadas. Pero no había alternativa, todo o nada. La verdad es que necesitó dos horas y media para poner aquel hombre en condiciones de aprovecharlo, pero cuando vino el momento clave el Rosendu hizo un intento de levantarse, pero ¡coño! Herminia se lo apretujó tan fuerte contra sus tetas que el tipo no tuvo opción, voy pallá! ¿Pero qué has hecho, Hermínia? Enhorabuena Herminia, ahora sí, te acabas de comprar un papá.
El Niño comía aparte, nunca mejor dicho. No participaba en casi nada y comía en un rincón de la cocina, bajo la escalera. Las mujeres de la cocina, como que nunca les decía nada, le colgaron el muerto de que quizás era un rasca sotanas. Y obviamente que no lo era. Un atontado dijeron una vez, habladurías sin ton ni son. Si hubieran conocido que la mejor defensa que tenía el Niño era un arma de un solo cañón entre las piernas, fuertemente agresiva, puede que no le hubieran dicho tantas tonterías. Comía, callaba y se iba, sin mirarlas, y eso las sacaba de quicio, picha corta, coño! Pobres ilusas. Pero él las ignoraba, tenía su abrevadero arriba, en el primer piso, detrás de las cortinas que tapaban la puerta que ni los bomberos la podrían abrir, sólo él, Caguendiós! Herminia se hizo un juramento recién nacida la niña, un día de otoño, con las calles vacías y las cuatro tiendas aún más vacías, se puso un pañuelo en la cabeza y casi de noche se fue a ver Nuestra Señora de las Nieves. Hola Nieves. No es necesario que me regañes, bien lo sé que no vengo nunca a verte, quiero que me ayudes. Dame fuerzas para que nunca se me escape, que no tenga ningún momento de debilidad, guárdame de las tentaciones del demonio porque nunca nadie llegue a enterarse de que el Niño es el padre de Dolores. No lo debe saber nunca nadie, ni el tarugo de Rosendu. El Niño, tampoco.


Continuará.