Pedazo segundo
UN VISTAZO POR EL PUEBLO
El pueblo no es precisamente de los pequeños por la zona
donde se ubica. Tiene una población aproximada de 300 habitantes. No queda
ninguna sucursal bancaria, si bien bajo la escalera del ayuntamiento hay un
cajero automático de La Caixa, justo al lado de los gigantes Y cabezudos. No
hay Mossos, guardia civil tampoco, pero en su día hubo, muy posiblemente por el
negocio del contrabando, tan lustroso en aquellos tiempos. En cuanto al
comercio y servicios pues los habituales: carnicería, bodega, un café, mercería
y marroquinería, parroquia de Sta. María de las Nieves, colegio de primaria,
panadería, y el clásico corte inglés: tienda donde se vende de todo. Y,
naturalmente, hombres y mujeres para dar vida a todos estos establecimientos y
los niños necesarios para rellenar las aulas de la escuela. El alcalde,
Bertomeu Armengou, buena persona y muy servicial con la gente, políticamente hablando
es independiente, o sea, que no profesa militancia partidista. Mucho mejor, una
amenaza menos. El alguacil es un personaje entre simpático y grotesco, de los
que coloquialmente los etiquetamos como inacabados, faltos de cocida.
Antiguamente este cargo se ocupaba también de trasladar al vecindario las
noticias y avisos locales de interés. Como por ejemplo, que ya ha llegado la
furgoneta del pescado o que se espera granizo para el viernes. Se convocaba al
vecindario en lugares estratégicos mediante unos toques de corneta. Tararíiiii
..... se hace saber .... Hoy eso ha quedado obsoleto, se han dispuesto por todo
el pueblo altavoces y las noticias se transmiten por este sistema de megafonía.
Con el fin de captar la atención del vecindario, previamente emiten unos
segundos de alguna melodía que siempre es la misma. El anterior alcalde, que estrenó
el ingenio, quería algo serio, no ordinario ni moderno. Algún espabilado le
endosó la 5ª de Mahler en el fragmento de las trompetas de la muerte. Y el
vecindario, ferozmente contrariado y acojonado, exigió un cambio de melodía. El
alguacil propuso el pasodoble España Cañí y obviamente fue abucheado y bañado
con aceite de oliva virgen sin refinar, del que todavía se lame, dicen. Maldita
sea, ahora me apercibo de que no he dicho el nombre del pueblo, válgame Dios, qué distracción la mía. Pues sí, este hermoso
lugar al abrigo de las cimas que lo separan de Francia se llama Rocavella. La
economía se basa primordialmente en el sector agropecuario, el de cultivo y el
de explotación forestal. El turismo, de toda la vida, guarda unas
singularidades muy propias.
Aun no siendo la Cerdaña comparten con un buen
puñado de pixapins que disponen de casa propia, fines de semana y algunos días
de agosto se dejan ver. La singularidad a la que he hecho referencia, se trata
del establecimiento más emblemático de la población desde hace cerca de cien
años. Es un caso extraordinario, cuantos más años pasan más afianzan el
negocio. Durante la larga época de los fríos y las nieves, poca cosa, en cambio
en Semana Santa, julio y agosto, se convierte en un verdadero hervidero de
gente. Les hablo de la Fonda Herminia.
Nació con este mismo nombre, muchos años después lo cambiaron por Hotel
Herminia, hasta que hará treinta años que lo rebautizaron como Fonda Herminia,
y hasta hoy, si bien por todos estos lugares se la conoce como Ca l’Herminia.
Como todos, este tipo de establecimientos centenarios se han tenido que ir
poniendo al corriente de los tiempos con las lógicas renovaciones, mejoras,
adaptaciones y cambios necesarios. Cabe decir, sin embargo, que en Ca
l'Herminia ha costado un poco este proceso de mejoras, son muy remisos a la
hora de meterse la mano en el bolsillo, unos garrepas, vaya. Y eso contando con
que tienen los riñones bien abrigados. Basta decir que la cocina económica que
tenían desde los inicios no la renovaron hasta hace cuatro o cinco años. Era un
destartalado artefacto de hierro de más de mil kg que ya clamaba al cielo, con soldaduras
por todas partes y alambres haciendo de soportes o tiradores de diferentes
partes del artefacto. Las neveras de madera y los utensilios de trabajo aceitados
y grasientos. Las sartenes requemadas hasta el último suspiro. ¿Como les diría
yo? Unos guarros, vaya. Por lo que se dice, un día recibieron una visita
inesperada, que no eran precisamente los de Michelin, y después de un cambio de
impresiones algo tenso, al poco tiempo recibieron un comunicado que no sólo les
hizo temblar los dientes, sino que llevaba incorporada una notificación
inapelable por la que les obsequiaban con un palo de aquellos que hacen
historia. Incluso, del disgusto, Herminia tuvo que guardar cama una semana
entera. La fonda esta en medio de la plaza del pueblo. La centralidad urbana para
entendernos. A diferencia de casi todas, no es redonda ni tampoco cuadrada o
rectangular, no. Es como aquella plaza de Lucca (Toscana) que tiene forma
ovalada. Grande, espaciosa, la mitad con árboles y bancos de madera, y la otra
mitad para el paso de vehículos, camiones y el autobús de línea. Si bien Ca
l'Herminia es el ojito derecho del lugar, allí mismo confluyen los factótums de
la convivencia: el ayuntamiento, el horno, la farmacia a días alternos, el bar
Copo de Nieve, el corte inglés y algo más . En el edificio nº6 de la plaza,
segundo primera, vive el doctor Ulldemolins hace aproximadamente unos treinta
años, nunca ha querido pertenecer a la seguridad social y aún cobra la iguala a
los vecinos con lo cual se va sosteniendo. Persona muy respetada y con un gran
predicamento por parte de todos los vecinos. De cada cuatro diagnósticos
equivoca cinco, pero no se le tiene en cuenta, y por la fiesta mayor abre el
baile de noche. Es soltero y se da la feliz circunstancia de qué en la misma
escalera, en el cuarto primera, vive la señora Amelia, persona ya mayor y muy
afable que de joven ejerció en Barcelona de puta, con buena acogida y éxito
profesional. Ahora la pobre, sin ascensor, ni dientes, sale poco de casa, a
menudo sube el señor doctor y se hacen auscultaciones recíprocamente, si bien
el médico ya tampoco está para demasiadas auscultaciones, y las vaginales, ni
olerlas de lejos. Entre la ayuda del doctorado amigo y media docena de
adolescentes que suben de vez en cuando a que les toque la corneta, pues mira,
se va arreglando. Pero vaya, no creo que ya pueda soplar demasiado tampoco. Ya
se sabe, la procesión es muy larga y el cirio muy corto. El corte inglés
pertenece nada menos que a la esposa del señor alcalde. Tiene por costumbre
tener siempre en el cristal de la puerta un folio rayado en el que dice, Ya
vengo, un número de teléfono y debajo, escrito con claridad, el horario de
apertura y cierre del establecimiento. La gente del pueblo, sabedora del inciso,
pasa primero por casa de la alcaldesa consorte y ¡Carmetaaaaaa! En cambio los
pixapins la llaman por teléfono y baja corriendo, vive a dos pasos.
Seguirá…-
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