Lejos
de mis ámbitos rurales y del puesto de mando desde donde dirijo mis invectivas
dominicales, allí, en lo alto del caserón, en donde se funde el horizonte con
los verdes de la campiña y los de los afilados pinos, ahora me encuentro
rodeado de agua por todas partes, aquí el horizonte es cielo y agua, agua y
cielo. Todavía no he tomado contacto con la realidad mundana, con las calles,
con los largos paseos de palmeras que cosen las costuras del mar. De momento el
único protagonista que reina en tertulias y comercios es el sol, el sol
esparciendo su despiadada y sofocante dictadura por todos los rincones. Mañana
saldré a buscar una hermosa caja de bombones para mi protector, el aire
acondicionado, y un colorido ramo de flores para la Virgen de las Nieves, que
no deje de soplar, por favor.
Es
en estas épocas cuando alguien a quien aprecio mucho, siempre me dice “Ya has hablado con el mar, porque tú
siempre en verano hablas con el mar, no?” Pues no, no, todavía no he tenido
ocasión de hacerlo. De todos modos, dudo
de que el amigo Neptuno, con lo ajetreado que está, pueda prestar atención a las simplezas y perogrulladas que
yo pueda explicarle. En todo caso, son sus aceradas y acertadas respuestas las
que dan sentido al encuentro. Además, no estoy pasando precisamente las mejores
semanas de mi vida, pero eso es otra historia. Hay historias que te anudan la
razón y te enmarcan en blanco y negro.
De
la última vez parece que quedó por aquí algún periódico, al recogerlos he
reparado en una noticia de tercera fila que la encabeza de esta guisa, “Olvido Hormigos pone un anuncio en
Instagram para encontrar trabajo y posa en bikini”. ¡Coño! Me he dicho para
mis adentros y afueras. Vista la foto en cuestión no tengo la menor duda de que la Sra. Hormigos se
habrá visto obligada a contratar una secretaria para rehusar una avalancha de
ofertas de trabajo. Me he sentado para leer sus declaraciones y no me avergüenza
decir que he derramado unas crudas lágrimas, no hay para menos "No
me reconozco en la mujer que fui. Pienso que cómo se me fue tanto la cabeza, el
sexo no me daba la felicidad. Pienso en mis hijos y veo que no es normal lo que
he hecho (...) He renunciado al sexo. Puedo pasar sin ello perfectamente. Pasé
una etapa súperloca, cada vez que lo pienso digo: ¡Madre
mía! No me hacía feliz, era solo sexo. Ahora me da igual, prefiero evitarlo. A
la larga dices: ¿Para qué?", confesaba Hormigos. ¡Ostia qué
fuerte! Pero qué le pasa a la Hormigos, acaso ya no siente las hormigas en su
interior. Dónde ha quedado aquel clamor, aquella horrible pesadilla que le
impedía el noble descanso, entre polvo y polvo, y declaraba “No hago el amor enamorada, solo me interesa
por placer, por sexo”. Estremece comprobar hasta qué punto las personas podemos
cambiar, mutar, transitar del fango al empedrado, de la nata a la trufa, de las
brasas al frío, en fin, del infierno al altar. Pobre oveja descarriada,
necesita urgentemente un empleo que sacie su vocación, que la salve de su
pasado indecoroso, aspira a ser un miembro más de la sociedad trabajadora.
Bueno, miembro quizá no, ya ha tenido un batallón de miembros, y erguidos
ellos.
Se me rompe el corazón al oírla “Decía hace meses que vivía una etapa más
feliz con su marido a pesar de que reconocía que su situación matrimonial había
cambiado muy poco”. Di que sí Hormigos, coño!, un mal momento lo
tiene todo el mundo, cómprale ya a tu marido un bonito sombrero de ala ancha, a
poder ser que sea de paja, y del bracito y calle abajo cántale aquello de desde que te vi basura me volví. I aquí paz
y después gloria, coño! Y también le dices que si tiene tiempo que vaya y hable
con el mar, de las hormigas, por ejemplo.
( He escogido esta foto porque me parece muy adecuada para encontrar trabajo)
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